viernes, agosto 29, 2014

La guerra de Ucrania se complica (aún más)


Vivimos un mes en el que las maldades se dan relevo unas a otras, como una especie de carrera de relevos, en la que se pasan un testigo de muerte sin dejar de dar vueltas. Mientras los islamistas del IS siguen al fondo de la pista cometiendo atrocidades sin número y descanso, durante estas semanas la guerra de Gaza y Ucrania se han sucedido en los informativos en función de su variable virulencia. Cuando una se encrespaba, la otra se reducía, y viceversa. Alcanzado un acuerdo en Gaza, que esperemos sea duradero, Ucrania tenía vía libre para hacerse con el control de los titulares, y lamentablemente no ha desaprovechado su oportunidad.

La supuesta entrada de tropas rusas en territorio ucraniano, anunciada ayer por el gobierno de Kiev, y confirmada por la OTAN, junto con la apertura de un nuevo frente de batalla en la costa del mar negro, cerca del puerto de Mariupol, elevan aún más la tensión y el peligro en esa zona. Pese a algunos intentos, que deben ser muy en la sombra porque casi no hay constancia de ellos, la guerra no deja de aumentar en intensidad, violencia y riesgo. Lo que parecía que iban a ser unas escaramuzas entre las tropas regulares de Kiev y un grupo de exaltados separatistas prorusos se está convirtiendo en una guerra en toda regla entre un ejército mal dotado y poco preparado y unas milicias que parecen contar cada vez más con el apoyo de Moscú. Realmente es difícil saber qué es lo que pasa en el terreno, porque apenas hay informadores y las noticias que llegan, provenientes de ambos bandos, huelen a propaganda de la barata. No es aventurado afirmar que son decenas las personas que, tanto militares como civiles, mueren al día en los distintos frentes abiertos, y que la vida en las principales ciudades de la zona, Lugansk y Donetsk, esta última con una población de entorno al millón de habitantes, se ha convertido en algo infernal. Miles de sus residentes han huido ante el temor de la batalla, muchos rumbo a Rusia, que está más cerca y usa la lengua que utilizan a diario. Como efecto secundario, importante pero menor ante la tragedia humana, la actividad económica de esa región, una de las principales en lo que hace a minería y siderurgia del país, se encuentra bajo mínimos, abocando a una Ucrania ya muy débil a una más que segura recesión que golpeará con fuerza a la ya maltrecha situación de los ciudadanos de ese empobrecido país. La implicación de Rusia en la guerra, que ha existido en todo momento, aunque de tapadillo, sería eso que los tertulianos llaman un “salto significativo” en la intensidad y gravedad del conflicto. Hasta ahora los intentos para frenar a Putin por parte de Europa y EEUU han consistido en unas sanciones económicas que pueden hacer algo de daño a la población rusa, pero que a los que gobiernan en el kremlin no les afecta ni importa en lo más mínimo. En una especie de peligroso juego de cartas Putin lleva meses mostrando jugadas agresivas con otras conciliadoras, veladas amenazas contra Kiev y el conjunto de la UE y mensajes de calma que claman por el fin de la guerra. Los propios separatistas rusos han clamado por la inconstante asistencia que reciben de Moscú, que a veces ha consistido sólo en meras promesas. Hace unas semanas, en medio de una ofensiva de Kiev que parecía determinante, cundía la sensación de que Moscú dejaba caer a sus peones en Ucrania, pero hoy, tras la entrega del convoy de ayuda humanitaria de la semana pasada (vaya usted a saber que había ahí) las tornas han cambiado, el apoyo parece ser mucho más fuerte y es el ejército de Kiev el que da señales de debilidad.

¿Qué es lo que va a acabar pasando? No lo se. De momento la guerra existe y no podemos negarla, y se me antoja imposible volver a un escenario en el que la región prorusa de Ucrania permanezca integrada en el país como otra cualquiera. Sospecho que van a ser las armas las que determinen qué parte de esa región se queda en el país y cual se integra en Rusia, o se queda como colchón intermedio. El conflicto tiene carácter explosivo y se puede descontrolar aún más, sumiendo a todo el este de Europa en una situación peligrosa. A medida que se acerque el invierno Putin adquirirá más poder como abastecedor de calefacción de medio continente, y pocas cosas son descartables. Menuda manera más deprimente de conmemorar el centenario de la I Guerra Mundial, con otra guerra en el este de Europa.

jueves, agosto 28, 2014

Sí a las prospecciones petrolíferas en Canarias


Este es un país de locos. Se dice que hay dos Españas, pero no es cierto. Hay miles de parejas que se enfrentan a cara de perro por cada asunto que se convierte en actualidad. Ante cualquier hecho noticioso surgen, como por arte de magia, dos posturas antagónicas, irreconciliables, y la gente, antes de meditar, pensar un poco por su cuenta e informarse, mira a ver dónde se posicionan “los suyos” ante el debate, y se unen con toda la fuerza y el vigor posible. Todo ello unido a la capacidad que tenemos de politizar asuntos que nada tienen de ideológico, pero que aquí asignamos a etiquetas políticas con una frivolidad pasmosa.

El caso de las prospecciones petrolíferas canarias es uno de los últimos, y mejores, ejemplos, para argumentar esta idea, y que de paso demuestra que no podemos ser más tontos ni con entrenamiento intensivo. Puede ser, no está claro, que haya recursos petrolíferos bajo el subsuelo del Atlántico en aguas territoriales españolas, cerca de las Islas Canarias, o al menos eso indican algunos estudios geológicos. La única manera de comprobarlo, ver si esos recursos existen, qué propiedades tienen, qué volumen, y de si estamos ante un yacimiento valioso o no, es perforar y hacer catas sobre el terreno para sondearlo. La noticia, que en principio es buena (puede haber petróleo en Canarias) se ha convertido en argumento político de enfrentamiento entre el gobierno de las Islas y el del conjunto de España. Paulino Rivero, de Coalición canaria, se ha puesto al frente de la manifestación en contra de las prospecciones, calificándolas de atentado a la integridad canaria, ataque medioambiental y un montón de cosas más. Frente a él, el Ministro de Industria, Jose Manuel Soria, también canario, defiende las prospecciones y trata de explicar las ventajas que supondría el tener éxito si al final encuentran una bolsa de petróleo explotable. En general, el debate se ha polarizado en torno al argumento ecológico, basándose en que un accidente en la explotación puede arruinar el activo turístico que representan las playas de Canarias, y del medioambiente a la ideología. Es progresista y de izquierdas no perforar, y de retrógrados y de derecha hacerlo. No tiene sentido, ya lo se, pero esa es la línea que puede oírse en determinados discursos, y de cara a las próximas elecciones autonómicas, en Mayo de 2014, esa puede ser la base del debate electoral en Canarias. Esa comunidad, recordémoslo, es una de las que presenta una tasa de paro más elevada de toda España, 32,68% en la última EPA, con gran temporalidad en los contratos y, por motivos obvios derivados de su distancia respecto al resto de España, sufre un problema estructural de costes que la hace depender de las inversiones del gobierno nacional y de un régimen fiscal muy especial. Si apareciese petróleo en la zona los primeros que iban a beneficiarse son los propios canarios, que tendrían a mano un recurso de primera magnitud del que obtener ingresos directos y reducir su dependencia de la península. Sería directamente un chollo unido al chollo del turismo. Si apareciera el crudo y Paulino empezara a hacer cuentas de cuánto dinero iba a gestionar su gobierno del mismo seguro que empezaría a cambiar de discurso (y eso sin tener en cuenta mordidas ilegales, eh???). Para España en su conjunto, que importa casi todo el petróleo que consume, encontrarlo en Canarias sería una magnífica noticia, nos permitiría ahorrarnos una cantidad enorme de recursos, que ahora destinamos a comprar los barriles negros, y sería un impulso enorme a nuestra economía, industria y competitividad. Que un país como el nuestro renuncie a comprobar si posee el recurso sería, directamente, estúpido.

Además, el mundo es como es y no como desearía Paulino Rivero, cuyo mullido coche oficial se mueve, como todos los demás, con petróleo refinado. Si España renuncia a comprobar la existencia de la bolsa, ¿se cree alguien que Marruecos no lo va a hacer? ¿Acaso las torres de perforación marroquís (que serían de EEUU con alta probabilidad) son más bonitas que la de REPSOL? Vayan ustedes a la playa de Laga, en Bizkaia, y verán al fondo una torre de extracción de gas, que ya ha agotado su recurso, viajen a Noruega, país riquísimo por todas las plataformas que tiene bombeando gas de sus costas, y díganle al gobierno de Oslo que deje de explotarlas. Y aunque no sepan noruego, entenderán la risa que le estallará a su vikingo interlocutor.

miércoles, agosto 27, 2014

Alto el fuego en Gaza


Tras mes y medio de bombardeos, incursiones, lanzamiento de cohetes, muerte y destrucción, Israel y Hamás han alcanzado un compromiso de alto el fuego que se anuncia como indefinido, pero que la experiencia en la zona lo hace ver como provisional. Estamos demasiado acostumbrados a ver acuerdos de paz y compromisos de no ataque que acaban siendo papel mojado cuando baterías de cohetes se lanzan contra territorio israelí o, como sucedió en esta ocasión, se produce el secuestro y asesinato de niños inocentes por parte de alguno de los brazos que conforman esa hidra llamada Hamás. A ver lo que dura esta paz, ojalá sea mucho.

Esta vez los destrozos causados por esta guerra han sido tan intensos, y el número de víctimas tan elevado, más de dos mil por parte palestina y casi setenta por parte israelí que, seguramente, ambas partes deseaban alcanzar un pacto que les permitiera descansar, reponerse de sus heridas y bajas, y recuperar fuerzas, quien sabe si para nuevos ataques futuros. El resultado de la ofensiva israelí, denominada “margen protector” ha sido, a mi entender, un fracaso. Fracaso porque a ojos de todo el mundo Israel ha sido el perdedor moral de esta guerra, en la que las imágenes que nos llegaban eran de palestinos sepultados bajo los escombros de edificios que Israel derribaba con una facilidad pasmosa. En frente Hamás, organización terrorista islamista de corte radical, aunque moderada si los comparamos con los psicópatas del Estado Islámico, aunque las ejecuciones que ha practicado en estos últimos días han servido para recordar al mundo qué tipo de gente son, ha salido derrotada en lo militar pero, me temo, fortalecida en lo moral. Indiferente como es a la suerte de los palestinos, a los que retiene en esa cárcel, cada niño que Israel mataba era un triunfo para los islamistas, una baza de propaganda impagable y, casi seguro, la conversión de parte de la familia del menor asesinado en nuevas huestes para la causa. Sus estructuras militares han sido muy golpeadas, su stock de cohetes debe estar bajo mínimos y se ha demostrado que, por si había dudas, no puede ganar una guerra a Israel, pero también ha quedado claro que es mucho más molesta y peligrosa de lo que pudiera pensarse. El día en el que consiguió cerrar el aeropuerto de Tel Aviv al lograr que un misil impactara en sus proximidades consiguió un golpe de efecto muy importante, de un enorme valor propagandístico. Mes y medio de ofensiva la han debilitado, sí, pero en el balance de la guerra a los ojos del mundo, el ganador moral de la misma es Hamás, y en este sentido se ha reducido el margen protector de Israel, por usar la expresión con la que fue bautizada la operación armada. Como en ocasiones anteriores Israel ha respondido como un toro encabritado ante la provocación que Hamás, muleta en mano, le lanzaba, a sabiendas de que respondería de esa manera. Hoy Israel no es mucho más seguro que hace mes y medio, y es vista con muchos peores ojos por el resto del mundo. Hoy Gaza es una enorme escombrera que huele a cadáver putrefacto, pero en la que la bandera islamista de Hamás sigue ondeando. El balance de la guerra, por tanto, es confuso, gris y mucho más complejo de lo que pudiera parecer al leer los artículos banderizos que, como no, pueblan los medios de comunicación españoles.

Lo único que está claro es que los perdedores, absolutos, son los palestinos que viven en la franja. Secuestrados y utilizados como escudos humanos por Hamas, asaetados por el ejército israelí, al que poco le preocupa su suerte, y olvidados por el resto del mundo, su vida es mísera y, tras la guerra, aún más pobre y carente de futuro. Su desgracia es doble y, salvo salir de ahí, no se me ocurre otra alternativa posible para la gente que, sita en ese trozo de tierra, aspira a llevar una vida mejor, o al menos digna. Esos son los que han salido derrotados de esta guerra, y de todas las anteriores. Y que a nadie le importan.

martes, agosto 26, 2014

A la muerte de un editor (para Jaume VAllcorba)


Este Viernes se conoció la noticia de la muerte de Jaumer Vallcorba, nombre que a muchos no les dirá nada, pero que ha sido uno de los puntales de la cultura en España durante décadas. Listo, culto, políglota, Vallcorba fundó una editorial en Cataluña llamada Quaderns Crema, que adquirió nombre y prestigio con inusitada rapidez. A finales de los noventa quiso expandirse y, con el mismo rigor y criterio, fundar una editorial en castellano. Algunos le dijeron que eso era una aventura muy peligrosa, como arrojarse desde un acantilado, y fue ese nombre, Acantilado, el que escogió para bautizarla, y de logo, un hombre cayendo desde lo alto.

La figura del editor es básica para que usted y yo podamos leer lo que a alguien se le ha ocurrido escribir. En estos tiempos de internet, y de la devaluación de la cultura, la autoedición parece como una de las alternativas de creador para dar a conocer su obra, pero durante muchos años, y aún creo que así seguirá por un tiempo, la figura del editor profesional ha sido y es clave para que la obra pueda difundirse y triunfar. Muchos han sido autodidactas, enamorados de un producto muy especial, el libro, y deseosos de crearlos, a sabiendas de que no eran capaces de escribirlos pero sí de fabricarlos. Con el paso del tiempo la edición se ha profesionalizado mucho, los sellos independientes han sido absorbidos por grandes casas, que en principio mantienen el nombre de la editora original, pero que controlan completamente el proceso de selección de autores y producción y distribución, y si alguna vez hubo editores conocidos hace tiempo que eso ha dejado de ser así. Vallcorva era uno de los últimos editores independientes que quedaban en España. Todavía los hay, como Sigrid Kraus al frente de Salamandra, por poner un nombre más o menos famoso, pero la verdad es que ya son muy pocos. Desde su posición, y con una economía saneada gracias a su trabajo universitario, Vallcorba decidió crear una editorial que fuera a contracorriente del resto, editando títulos señeros que el resto rechazaban por su, en principio, escaso valor comercial. Con un diseño pulcro, de corte clásico, tipografía clara, buen papel, precio no barato y aspecto llamativo, Acantilado empezó a asomarse en las librerías en 1999 con autores que sonaban a algunos, a otros no, pero que tenían un valor inmenso en su conjunto. Zweig, Kertesz, Argullol, Joseph Roth… nombres procedentes muchos del centro y este europeo, que en algunos casos tenían obras ya publicadas en España, pero de manera ocasional y dispersa, difíciles en todo caso de encontrar. Sin sucumbir al éxito fácil ni al título ganador, Acantilado fue labrándose una fama de calidad a toda costa y, maravilla, comenzó a ser rentable. Sus ediciones empezaban a venderse bien, y algunos de esos autores por los que nadie hubiera dado un duro subieron poco a poco en las listas de ventas y, sin llegar nunca a coparlas, se convirtieron en títulos de gran tirada, beneficio y distribución. A medida que la editorial progresaba Vallcorba no bajó en ningún momento el listón de la calidad ni el rigor con el que seleccionaba los títulos, entre los que empezó a incluir clásicos que también funcionaban. Hace pocos años se atrevió a reeditar los Ensayos de Montaigne en un solo tomo, de grandes dimensiones, y precio acorde (motivo por el que aún no me lo he comprado) y se convirtió en uno de los títulos de la temporada, sorprendiendo a críticos y demás miembros de la profesión, que no hubieran apostado nunca por ello. Ya se produjo un fenómeno similar un par de años antes cuando reeditó la biografía clásica que James Bowell escribió sobre el poeta y ensayista inglés Samuel Johnson.

Vallcorba se va a una edad, sesenta y nueve años, que hoy en día es considerada aún como temprana, pero deja un legado enorme a sus espaldas. Durante este fin de semana los elogios a su figura y trabajo han sido constantes, y no ha abierto los telediarios, pero se merecía, la inmensa labor cultural que ha desarrollado a lo largo de su vida. Muchos son los libros de Acantilado que tengo en mi casa, ninguno ha salido malo. Con todos ellos he aprendido algo y, desde luego, he pasado un rato magnífico entre sus páginas. Su pérdida es dolorosa para los que hemos tenido en esa editorial un referente a lo largo de estos años. A sus sucesores corresponde mantener el legado y estilo que el gran Vallcorba nos enseñó.

viernes, agosto 22, 2014

El islamismo, y el EI, como amenaza global


De una manera ya definitiva, el islamismo armado salvaje que representa el EI, IS en su versión inglesa, se ha convertido para muchos en la reencarnación de Al Queda, su sucesor natural. Y en un entorno de fanatismo como es ese resulta coherente que el primogénito de un iluminado lo sea aún más. El salvajismo, la crueldad que ejercita el EI allá por donde pasa supera, a pequeña escala, a lo que fue capaz de hacer Al Queda en Afganistán. Y uno de los miedos que todo el mundo tiene y nadie menciona es que el EI trate de superarla también en osadía a la hora de plantear un ataque en suelo occidental. No les faltarán medios ni voluntarios, desde luego.

¿Cómo se combate, cómo se vence al EI? No esperen de mi una respuesta, porque no la tengo. Sinceramente, este es uno de esos problemas muy complicados que no admiten soluciones rápidas, sencillas y limpias. No, nada de eso. He leído bastantes artículos estos días sobre el tema, especialmente en la prensa anglosajona, y las posturas podrían resumirse en dos frentes que aparentar ser incompatibles. Por un lado están los duros, que pregonan por una intervención militar a gran escala sobre el terreno, para laminarlos y sepultarlos bajo las arenas que ahora les sirven de cobijo y residencia. Por otro están los contemplativos, que abogan por vencer al EI con persuasión, inteligencia y astucia, pero sin intervenir militarmente porque, algunos lo mencionan y otros no, pende sobre nosotros la amenaza de que se venguen en nuestras ciudades y maten en ellas. Personalmente soy de la opinión de que ante un problema, uno debe de usar todos los recursos de los que dispone para solucionarlo, estudiando muy bien cuál es el mejor uso que les puede dar a cada uno de ellos en cada situación. Es ingenuo pensar que se derrotará al EI sin pegar tiros sobre el terreno, sin enviar tropas, sólo con prestar munición a los combatientes kurdos y al desnortado ejército irakí que lucha contra ellos. Pero también lo es imaginar que, como en 2003, cientos de miles de soldados occidentales, léase de EEUU, van a acudir nuevamente a luchar en Irak, Siria o donde sea para capturar a las tropas islamistas. Eso no va a suceder salvo que, ojalá no sea así, otro suceso similar al 11S genere un impacto similar en EEUU y le obligue a movilizarse. Sí, hay que enviar tropas, pero las justas, muy bien dotadas, y muy profesionalizadas. Y junto a ello hay que usar toda la inteligencia posible, militar y civil, para tratar de corregir los errores del pasado. El EI no es el fruto de la guerra de Irak, pero la desastrosa gestión de la postguerra iraquí sirvió para alimentarlo. El EI no es el fruto de la guerra de Siria, pero el no haber apoyado desde un principio a la resistencia civil de aquel país permitió a los islamistas hacerse con el control de la guerra. Y así podríamos seguir. El EI es, sobre todo, fruto del fanatismo yihadista y de la cortoplacista visión de occidente a la hora de gestionarlo y combatirlo. Debemos tener paciencia, objetivos a largo plazo y constancia a la hora de lograrlos. Sólo así podremos combatir a unos guerrilleros que no sólo creen que tienen a Dios de su parte, sino que les da igual cuánto tiempo y cuántas vidas les lleve conseguir sus objetivos. Ellos saben, y es una de sus principales fortalezas, lo que nos cuesta a nosotros el tiempo y la vida de cada persona que allí mandamos. De hecho, en el vídeo del asesinato de James Foley sólo le faltaba al verdugo hacer el gesto con la mano para invitar a los EEUU para que les invadan, a sabiendas que unas cuantas víctimas norteamericanas son suficientes para minar la moral de un país occidental acomodado, que vive las noticias al segundo y es presa de la histeria por cada traspiés que sufre.

Y, por supuesto, al EI se le combate económicamente. No sólo boicoteando la venta del petróleo que ahora gestiona, varios miles de barriles al día, sino sobre todo persiguiendo a los países sunitas radicales que lo financian por detrás (y estoy pensando en nuestros “queridos” aliados Arabia Saudí y Qatar) y lo usan como ejército en la guerra civil que se vive entre el sunismo y el chiísmo. Va a resultar paradójico ver que quizás sea el odiado Irán el principal aliado de EEUU para vencer a unas tropas armadas encubiertamente por unos jeques que, durante toda la vida, han sido los grandes amigos de occidente. Como ven, esto no tiene nada de sencillo, y sí mucho de complejo, sucio y desagradable.

Subo el fin de semana a Elorrio y me cojo el Lunes festivo. Disfruten del fin de semana y ojo al previsto calor para la semana que viene. Hasta el Martes 26!!

jueves, agosto 21, 2014

El asesinato de James Foley por el EI


El vídeo comienza con una imagen de fondo negro en la que un mensaje advierte, en inglés, subtitulado en árabe, que esto es una muestra de la venganza que le espera a EEUU por sus acciones contra el islam y el Estado Islámico (EI, IS en inglés). Tras una serie de mensajes de igual estilo y contenido, la imagen desaparece y se nos traslada a un lugar indeterminado del desierto. Un lugar pedregoso, árido, sin dunas de arena pero con suaves colinas de fondo, en el que no hay nada vivo y donde dos personas, vivas se muestran ante una cámara que graba, fija, profesionalmente, con un grado de nitidez y calidad que asombra.

Uno de ellos, con el pelo rapado al cero, luce un mono naranja que le cubre el cuerpo entero, a excepción de la cabeza, y se encuentra arrodillado sobre el pedregal. A su izquierda, un hombre permanece de pie, cubierto por un mono negro que lo cubre por completo, dejando apenas ver sus ojos. Le protege y a la vez camufla. Vemos el rostro del arrodillado, sereno, serio, con la mirada perdida, y apenas distinguimos los ojos de quien está de pie, que oscila y se mueve ligeramente mientras enseña a cámara un cuchillo pequeño, típico de cocina, no un machete ni nada aparatoso. En un momento dado el hombre arrodillado empieza a hablar. Con una voz firme, en un inglés nativo, lee, o al menos eso parece, un discurso político inculpatorio contra su país, EEUU, en el que acusa al gobierno y ejército norteamericano de invadir aquellas tierras, de matar a sus residentes y, ahora, de volver a luchar contra los creyentes. Traslada la culpa de lo que le vaya a pasar a Obama y al resto de los dirigentes de la potencia, y afirma que lo que vamos a presenciar no es sino una muestra de venganza por esos actos hostiles y una advertencia para todo aquel americano que ose atacar a los combatientes del EI. Mientras el arrodillado habla, el hombre de pie se mueve suavemente, mostrando en ocasiones el cuchillo, pero sin hacer ostentación del mismo, más bien como jugueteando ante la cámara. Algunos de sus movimientos parecen cómicos, como si quisiera transmitir con gestos la alegría o lo bien que se lo está pasando en ese momento. El hombre arrodillado termina su proclama y tras unos segundos de silencio comienza a hablar el hombre de pie, en un inglés que los expertos determinan que tiene acento británico. Vuelve a lanzar un mensaje de amenazas, y se muestra en todo momento contenido, sereno y firme, sin un ápice de teatralidad o exceso. La escena es de un minimalismo desbordante, con una cámara que no quita el protagonismo a los dos hombres sobre un escenario natural de desolación. En todo momento los subtítulos traducen lo que ambos hombres dicen al árabe, dado que el único idioma que oímos de sus labios es el inglés. El hombre de negro acaba su discurso, no se si leído o memorizado, y se junta aún más al hombre arrodillado, que mira a la cámara con un gesto firme y sereno. El espectador, que a medida que ha ido viendo la grabación se ha puesto más y más nervioso, desea en todo momento que se trate de una farsa, de una puesta en escena, de un montaje, que no suceda lo que cada vez parece más seguro que va a suceder. Sin embargo, su esperanza se desvanece cuando el hombre de negro sujeta con su mano derecha la cabeza del arrodillado, y lleva la mano izquierda, que porta el cuchillo, hacia la garganta…….

El vídeo termina con el cadáver de James Foley tumbado, tirado, vejado sobre un pedregal, manchado en su propia sangre, y continuos mensajes en árabe que, supongo, claman venganza y odio hacia EEUU y todos aquellos que osen poner sus manos en la tierra del califato del EI. El espectador, estupefacto, aún no tiene muy claro qué es lo que acaba de presenciar, pero no puede evitar que se le revuelvan las tripas. Al cabo de un día los medios contarán la historia de Foley, periodista norteamericano, alabado por sus compañeros de todo el mundo, que llevaba dos años secuestrado en Siria por milicias islamistas, y que fue asesinado por unos salvajes hace dos días, en medio de un pedregal, en Irak. DEP

miércoles, agosto 20, 2014

La FED y el BCE, atrapados en Jackson Hole


No se preocupen si el título de hoy les suena confuso, aunque el tema lo es. Jackson Hole es una pequeña localidad sita en el estado de Wyoming, en medio de unas enormes montañas y bosques, un lugar paradisíaco rodeado de naturaleza de unas dimensiones como sólo el continente americano es capaz de recrear. En ese entorno, y desde hace bastantes años, se celebra en torno a estas fechas de Agosto una reunión entre los principales banqueros centrales, cuyo programa aún no ha sido publicado. Entre los asistentes estará Janet Yellen, la anfitriona, por parte de la FED, y por supuesto Mario Draghi, del BCE.

Estas reuniones eran conocidas para poco más que para unos expertos en el mundo económico y algunos frikis de la materia, que los hay, dado que un encuentro de autoridades monetarias, en principio, no parece nada sugestivo ni propenso al cachondeo. Sin embargo la crisis de 2008 y el derrumbe del sistema, apuntalado gracias a estos bancos centrales, ha convertido a estos encuentros veraniegos en una especie de Davos con calor, en el que periodistas, analistas, banqueros, poderosos y personajes influyentes, que sí lo son o como tal se lo creen, junto con los frikis de antes, pululan por las montañas de Wyoming tratando de escrutar en los discursos y conferencias los pasos que van a dar estos dioses en los que se han convertido los banqueros centrales. Sólo esto ya es una muestra de lo distorsionado, irreal y viciado que se encuentra el sistema financiero y económico. En la época de la URSS, en la que no existía información real sobre lo que allí pasaba, surgió la figura del “rusólogo”, un personaje que, en función de cómo fruncían el ceño los jerarcas moscovitas en cada desfile militar que se retransmitía desde la Plaza Roja de Moscú, siempre a unos agradable “diecimuchos” bajo cero, determinaba si la guerra fría estaba más o menos caliente, si en el politburó había disensiones y si el líder era tal o había entrado en desgracia. Sus conclusiones, habitualmente no muy razonadas, pero dichas de manera muy seria, eran tomadas como oráculo revelado por el resto de periodistas y se convertían en la base del análisis de los mismos. Otra figura similar son los vaticanistas, especie futuróloga de existencia fugaz, que toman el control de los medios cuando se produce un cónclave de elección papal y se fijan en detalles tan importantes como la efusividad de algunos saludos o cuántas monjas acompañan a determinado papable. Pues bien, de un tiempo a esta parte, y dada la insana dependencia que el mercado ha contraído con los banqueros centrales (recuerden, esto es síntoma de algo enfermo y anormal) han surgido lo que podríamos llamar “BCEístas” o “FEDeístas”, o como a ustedes les de la gana, que tratan de adivinar cuándo Yellen y Draghi moverán ficha, subiendo tipos en EEUU, o realizando un QE en Europa, o ambas cosas a la vez, o de momento ninguna de ellas. Los últimos datos macro conocidos, malos, señalan la debilidad del crecimiento en la UE, que en la práctica se encuentra estancada, con una Francia que no crece rodeada de Alemania, que flaquea, quizás como primera respuesta ante el conflicto con Rusia, y con economías del sur como la española que crecen, en parte por rebote estadístico, pero que, dependientes del núcleo de la Unión, no podrán seguir subiendo si los países grandes de la eurozona no lo hacen. Y todo ello con precios congelados. Por ese flanco aumentan las presiones sobre Draghi. En EEUU la FED sabe que debe subir tipos para evitar el desmadre burbujero que demasiados ya ven en muchos mercados, pero la lucha entre halcones monetaristas y palomas que miran en el empleo presiona a Yellen, que ha aprendido a no decir nada.

Y en medio, junto con otros banqueros centrales, miles de analistas que se les supone sabios y entendidos, pero que siguen utilizando métodos de chamanes para determinar el futuro de la política monetaria. Quizás sea la posición de las gafas de Draghi sobre su nariz o lo que Yellen haya dedicado en laca a moldear su cabello lo que, para muchos, sea la excusa determinante para justificar las próximas decisiones de ambos organismos y, con ello, subidas y bajadas en la bolsa, divisas, activos y demás variables que, quiéralo o no, influyen en su vida, aunque sólo haya sido consciente de ello desde hace unos pocos años. Y los osos de las montañas de Wyoming, que no se si los habrá, mirando todo con cara de no entender nada, como usted y como yo.

martes, agosto 19, 2014

Ferguson, o la violencia en EEUU


Novena noche, si no me equivoco, de disturbios en Ferguson, una zona residencial situada en el extrarradio de Snat Louis, capital del estado de Misuri. La muerte a tiros de un joven negro llamado Michel Brown a manos de la policía fue la mecha que encendió unas protestas que empezaron en poca cosa y han acabado en toques de queda nocturno y en el envío de la Guardia Nacional, una especie de policía federal con competencia en todos los estados de la Unión, y que sólo se despliega en casos muy especiales. El barrio es ahora mismo el epicentro de un problema que, día a día, parece no dejar de crecer.

La presidencia de Obama parece estar últimamente regida por la ley de Murphy en todas sus extensiones, porque no dejan de aparecer frentes que, a cada cual más complejo, la sumen en el desconcierto y la aparente inoperancia. Al desmadre iraquí, que no ha hecho más que comenzar en esta nueva e incierta fase se une ahora un problema interno, que toca el asunto racial, algo muy sensible para todos los americanos, y que de rebote vuelve a poner en evidencia las formas y modos de actuación de la policía federal en EEUU, que parece seguir la máxima de primero dispara y luego pregunta, y el deterioro de la clase media del país, azotada por años de crisis económica. Es muy probable que ni en la época dorada Ferguson fuera un lugar envidiable para vivir, en comparación al resto del país. Sito en un estado de renta media baja, en el medio oeste, su población es mayoritariamente negra y de ingresos no muy elevados. La crisis económica, que ha azotado con fuerza al país, se ha cebado en la clase media del mismo, como ha pasado en España, clase media que no logra recuperar ni su nivel de vida pasado ni las expectativas de futuro. Así, en una zona que económicamente no está bien, el problema del racismo puede exacerbarse hasta provocar un conflicto social que latía en el fondo de esa sociedad. En España, curiosamente, y frente a lo que muchos, con cierta lógica, pronosticaban, hemos tenido muy pocos casos de violencia desatada por motivos de la crisis, y creo que sólo el caso de Gamonal en Burgos, a principios de este año, puede ser considerado como una revuelta en la que la crisis y sus consecuencias, de pobreza y de indignación, han estado en la base de aquellas revueltas, que en todo caso parecen alegres ejercicios infantiles en comparación a lo que se vive en Ferguson. Los días de altercados de esa localidad estadounidense también han puesto sobre la mesa el problema, del que nadie sabía nada fuera de EEUU, de la cada vez más intensa militarización de la policía en ese país. No es sólo que mucha de su indumentaria y material de trabajo proceda de contratas y sobrantes de la guerra de Irak, lo que le otorga una potencia de fuego y capacidad de amedrentamiento realmente pasmosa, sino que muchos de sus protocolos de actuación se están convirtiendo en reglas de batalla, en consignas y estructuras que parecen destinadas más a protegerse de la población civil y someterla que a ayudarla y protegerla. Súmese a ello el largo expediente de “mano ligera” que tienen los cuerpos allí, siendo incontables los vídeos que hemos visto de palizas y demás abusos por parte de la autoridad, y tenemos todos los elementos en la mesa para que lo de Ferguson se convierta, como ya es, en una crisis nacional que empieza a poner en apuros a Obama y empaña la imagen de su presidencia. Su vuelta de vacaciones, de momento temporal, debiera ser definitiva para tratar de ponerse al frente de la manifestación y conseguir controlar este rebrote de violencia que muestra de lo peorcito que anida en la sociedad estadounidense.

En general, en EEUU hay un problema de fondo sobre la gestión de la violencia. Es cierto que los niveles de la misma han descendido mucho en estas últimas décadas, pero en general sigue en tasas que superan en muchísimo a las que se puedan registrar en las naciones europeas. Si habitualmente digo que Europa debe copiar lo bueno de EEUU e implantarlo, no es menos cierto que ese acto de copiado también debiera ser simétrico, y EEUU tendría que plantearse qué ocurre en su sociedad para que el recurso al disparo, al arma, tan extendida entre la población, sea casi la respuesta instintiva a todos los problemas.

lunes, agosto 18, 2014

Un Otelo muy actual


El pasado viernes 15, tras un paseo ciclista de grandes dimensiones que me dejó dolorido para el resto del puente, fui al teatro a ver Otelo, una de las obras más famosas de Shakespeare. La función era en el Círculo de Bellas Artes, que posee un escenario y patio de butacas pequeño, por lo que la escenografía no suele ser apabullante, pero sí que lo es la cercanía física que se tiene con los actores. En otras ocasiones en las que he estado en ese teatro he tenido esa misma sensación de que los actores me hablaban en persona, y eso impone mucho. Y como algún día sea cierto me moriré del susto allí mismo.

Esta revisión del Otelo es muy interesante y actual. La obra, como muchos de ustedes sabrán, se centra en los celos que sufre el militar moro llamado Otelo, que al servicio de la flota veneciana conquista territorios, y al servicio de su corazón conquista a la joven Desdémona. Sin embargo, el militar verá como resulta más fácil defender la plaza fuerte conquistada que el corazón de la amada. Corrompido por unos celos que lo devoran, ve infidelidades donde no las hay, y en un rapto de locura acaba matando a su amada para que nadie más que él pueda poseerla, nadie pueda quitársela, destruyendo así lo más puro y bello que tenía de sí mismo. Este sería el argumento clásico, por así decirlo, pero la compañía que representaba la obra le dio un giro muy interesante, haciendo que Yago, militar a las órdenes de Otelo, apareciera ante el espectador como el auténtico protagonista de la obra, el urdidor de la trama, actuando tras las bambalinas, o directamente ante el público, como el dueño y señor de una trama destinada a lograr el poder y control sobre la situación, en la que el resto de personajes, incluidos su superior militar, su esposa y demás acompañantes, no son sino piezas de una partida de ajedrez muy estudiada, en la que Yago juega con blancas frente a un destino de negras. Así, podemos ver como Yago, engañando a un joven noble veneciano enamorado de Desdémona, usa el noble sentimiento de ese caballero para emponzoñar la relación entre Otelo y Casio, su segundo en el ejército, haciéndole creer que Casio tiene una aventura con Desdémona. El plan de Yago es que Casio caiga, el noble veneciano no consiga sus objetivos, y él sea ascendido a segundo, con el reconocimiento debido por parte de un Otelo que se encontrará a mereced de sus designios tras el golpe infringido por la infidelidad de Desdémona. Para ello utiliza todo tipo de artes malignas. Mentiras, engaños, seductoras promesas, amenazas, violencia, y con todos los personajes que por el escenario pasan, desde su jefe Otelo hasta su esposa o el incauto noble veneciano, que como ustedes imaginarán acaba mal, muy mal. Usando el recurso de la cuarta dimensión, el actor que interpreta a Yago intercala monólogos con el púbico, al que le va relatando cómo trama sus engaños, y los resultados que observa de los mismos una vez puestos en marcha, y de los problemas que surgen a medida que todo se va enredando, haciendo del espectador un cómplice incómodo de sus fechorías, una especie de testigo de cargo que observa, comparte y, en cierto modo, es el único que entiende lo que les está pasando a unos personajes completamente dominados por la astucia de un segundón, que no se resigna a serlo y que hará lo que sea por conseguir sus objetivos. Caiga quien caiga.

Shakespeare, que era un genio por cómo escribía y por lo inmortal de las cosas que narraba, muestra en Otelo, por tanto, no sólo un drama pasional, desde luego, sino también un retrato certero de la sordidez que anida en el alma humana cuando se ve tentada por el poder, que la nubla y ciega ante todo lo demás. Personajes de la actualidad económica y política, que aparecen mucho en los medios de comunicación, son sucesores de ese Yago inmortal que el bardo creo con maestría y mala uva. Francis Underwood, el personaje encarnado por Kevin Spacey en la serie House of Cards es un digno heredero de ese papel de intrigante que sólo lucha por sus intereses, y que hará lo que sea para lograrlo. Si pueden no lo duden. Vayan al teatro a verla

jueves, agosto 14, 2014

¿Leemos menos o leemos diferente?


Hoy 14 de Agosto, mitad del mes de vacaciones por excelencia, se abre la puerta al puente más utilizado del año, el del 15, en el que más fiestas patronales se producen, viajes cortos entre pueblos y juergas al calor del sol y a la sombra de la noche. Quizás sea en estos días cuando más cantidad bruta de españoles estén de vacaciones, empezándolas, terminándolas o a medias, a la búsqueda del ocio que tan esquivo o lejano se muestra durante las largas jornadas laborales del resto del año. Leer es una de las alternativas más placenteras para poder disfrutar de ese merecido descanso, aunque como todas las industrias, también la del libro vive su crisis, agudizada en este caso por el cambio tecnológico.

Ayer, en mi camino de vuelta a casa, no éramos muchos los que viajábamos en mi vagón de metro, así que pude hacer un pequeño estudio muestral, nada significativo, pero que arroja un resultado poco sorprendente. Otra persona y yo íbamos leyendo un libro en papel. Uno leía un libro electrónico, dos o tres miraban a las musarañas sin prestar atención a nada en especial y el resto, una docena pasada, estaban con su Smartphone, mirándolo, tecleando, pasando páginas o haciendo cualquier otra cosa. Menos de la mitad de esos usuarios llevaban los auriculares puestos. No podía ver las pantallas, así que no se decirles qué era lo que miraban, pero por la velocidad de tecleo de varias manos el whatsapp parecía el dominante entre la audiencia Smart. Creo que si repetimos el estudio en cualquier otro medio de transporte público, sala de espera, lugar de reunión, banco en el parque o el sitio que les apetezca el resultado será muy similar. Parece que las pantallas han destronado al resto de productos de ocio, y su consumo y presencia, lejos de frenarse, no deja de crecer gracias a su cada vez mayor tamaño, mejores prestaciones y la invasión constante de aplicaciones de utilidad más o menos práctica, pero que en todo caso parecen ser capaces de cubrir cualquier demanda. A la hora del disfrute del ocio dos son los condicionantes que discriminan lo que podemos hacer. Uno es la renta que tenemos para comprar algo que nos entretenga y otro es el tiempo libre para emplearlo en ello. Hasta hace unos años el libro era un buen producto medido en ambos sentidos ya que, aunque no es barato, proporciona mucho tiempo de ocio por un precio dado, por lo que acaba saliendo muy rentable. Esa quizás fue la baza que permitió que las ventas aguantasen bien el primer envite de la crisis, dando una imagen de fortaleza que, a la larga, se mostró un espejismo. La constante erosión de la renta, y por ello el encarecimiento relativo del libro, unido a la competencia de las pantallas y a la piratería, que llegó al mundo de la lectura con el libro digital, ha hecho que las ventas caigan año tras años, y con ellas la facturación de editoriales y resto de agentes involucrados en el mundo del libro, que ven como el sector empieza a estar cada vez más arrinconado. La venta de libros, de manera peligrosa, se estacionaliza, funcionando bien en momentos señalados como la Navidad, Sant Jordi o la Feria del libro, pero cayendo en picado fuera de esas fechas. Editoriales alternativas y locales que aúnan lectura con ocio y copas funcionan, pero las librerías de toda la vida cierran poco a poco y las grandes cadenas apenas pueden sacar margen frente a monstruos como Amazon, lo que origina pleitos como el que ahora se vive en Francia, de gran importancia para el futuro del sector. En definitiva, y un poco como le sucede a la prensa, la crisis del libro, por así llamarla, se deriva de unaparente cambio de gustos de la población y la lucha entre soportes, con los digitales tratando de mandar a todos los demás al baúl de las reliquias.

¿Implica eso que se lee más o menos? Esa sería la pregunta fundamental. En ese caso el problema no es de soportes, sino de alternativas. Bombardeados como estamos de múltiples ofertas para ocupar el tiempo de ocio que, siempre, incluso en agosto, es limitado, leer es una actividad que debe competir con el deporte, la charla con los amigos, ver series, jugar online, visitar museos, conocer la naturaleza, y miles de cosas que a ustedes se les puedan ocurrir. Creo que la lectura sobrevivirá siempre, porque aporta algo que ningún otro tipo de ocio es capaz de dar, pero no tengo ninguna certeza sobre qué es lo que sucederá con los soportes y el mundo comercial y empresarial organizado en torno al libro. Vivimos tiempos de cambios profundos, y este y otros sectores están en primera línea en lo que hace a la supervivencia de los más aptos en el mundo de la selva digital.

miércoles, agosto 13, 2014

Miguel Pajares y el Ëbola


Ayer, como era de esperar, falleció por complicaciones derivadas del Ébola el sacerdote Miguel Pajares, que llevaba apenas una semana ingresado en el hospital Carlos III. Se le trató en los últimos días con un suero que se está probando en EEUU, que algunos tildan de milagroso, cuando no es sino algo experimental, y en este caso no funcionó. Cuando llegó a España Miguel ya estaba condenado, y como dije a muchos con los que hablé entonces, este hombre venía a morir en casa, tras pasar casi toda su vida fuera de ella, entregado a los demás. El resto de las polémicas que ha suscitado su repatriación e internamiento, sinceramente, no las entiendo ni comento.

Pajares es el último de una larga serie de personas que dan su vida por ayudar a los más necesitados, y que no dudan en marcharse en su búsqueda, dejándolo todo. En este caso se trataba de un religioso, en otras ocasiones son laicos cooperantes, a veces es una mezcla de todo, como el caso de Vicente Ferrer, pero en todos los ejemplos la secuencia es la misma. Motivados o no por su fe, y angustiados ante la necesidad que les rodea y cuestiona su forma de vida, se embarcan en una aventura peligrosa a sabiendas de que lo ponen todo en riesgo, y que muchas veces no lograrán paliar el problema que tratan de solucionar. Estas personas son auténticos héroes de nuestro tiempo, héroes que no llevan capa ni antifaz ni traje llamativo, sino un corazón grande y, sobre todo, un valor inmenso. En el caso de Pajares, que llevaba muchos años cuidando enfermos en el dispensario que regía, la llegad del Ëbola no le asustó. A cualquiera de nosotros, yo el primero, la mención de esa enfermedad le supondría un susto inmenso y unas enormes ganas de correr, de largarse de allí para salvar el pellejo. Pajares no se fue. Sabiendo lo que era esa enfermedad, sus consecuencias y la muy escasa probabilidad de sobrevivir en caso de contagiarse, decidió seguir ayudando a los enfermos, fueran de esa enfermedad o de otras tantas que no son tan famosas, como las diarreas o malaria, pero que en África matan cada día a más personas de las que ha fulminado el Ébola en toda su historia. Pajares siguió al frente del equipo del hospital, formado por religiosos y laicos, y poco a poco, uno tras otro, fueron contagiándose de la enfermedad que se iba extendiendo a su alrededor, sin que nada pareciera útil para frenarla. Sí, hay que evitar el contacto físico y el intercambio de fluidos, y eso es fácil usando la tecnología de la que disponen nuestros hospitales, pero en un barracón en África, ¿cómo no se puede tocar a un enfermo, a un familiar, a un hermano? ¿Cómo el médico evita contagiarse de la enfermedad que, por todas partes, le rodea? Pajares y su equipo lo sabían, pero no se rindieron. Sospecho que, en su interior, y cuando supieron que la enfermedad había llegado a sus pacientes, asumieron que esta sería con una elevada probabilidad, su última misión. Que el decidir quedarse era una forma de contagiarse, de dejar su vida allí. Y no escaparon. No huyeron. No se largaron. No abandonaron a los enfermos. No eludieron la responsabilidad que, de manera altruista y voluntaria, habían contraído con ellos. No se escudaron en excusas, no alegaron un miedo que era natural y humano, no es escabulleron, no se rindieron. Siguieron día a día como si nada, trabajando sin descanso. Y en un momento dado alguien del equipo empezó a sentirse mal, y pasó de ser ayudante a ser enfermo, y poco a poco empezaron a caer todos afectados por el mal que, de tanto rodearles, en ellos había penetrado. Y entonces conocimos la existencia de Miguel Pajares, de sus hermanas, del centro que llevaba en África y de los enfermos que cuidaba. Y cuando solicitó volver a España realmente estaba otorgando su última voluntad. La de morir en casa.

En estos tiempos de desidia, de irresponsabilidad, de mangoneo, de ostentación de lo absurdo y de orgullo de lo robado, de mala práctica, de elusión de las responsabilidades privadas y, sobre todo, las públicas, de aprovecharse de los cargos pero no sacrificarse por ellos, de llevárselo crudo y ostentar, el caso de Miguel Pajares, como el de otros tantos, es una luz en medio de la oscuridad, una estrella titilante en la noche de la corrupción y la decadencia. Un ejemplo de lo que Javier Gomá denominaría superejemplaridad, que en este caso conlleva la entrega hasta de la propia vida por los demás. Como en una versión moderna de Sodoma y Gomorra, hay justos como Miguel Pajares que a uno le hacen creer que todavía hay esperanza en el mundo.

martes, agosto 12, 2014

Ha muerto Robin Williams, el Capitán


Hace unos días se supo que el actor Robin Williams volvía a ingresar en una clínica de desintoxicación para tratarse de su adicción al alcohol y la cocaína, en una de esas historias que se repiten día a día con casi todos los personajes famosos. Hoy, tristemente, la noticia es que ha sido hallado muerto en su casa de San Francisco, en lo que parece un suicidio. Quizás el actor no pudo con esta crisis, le desbordó, fue la última en la que la botella, contenedor de drogas que consideramos legales y sanas, y que matan como cualquier otra, le reflejó su rostro y lo que le mostró al bueno de Robin fue algo tan deforme y siniestro que ya no pudo aguantarlo. La autopsia aclarará algo de las causas físicas, sobre los motivos nada sabremos.

Robin Williams era un gran actor, con tendencia al dramatismo y la gesticulación algo descontrolada, lo que le servía para caracterizar papeles no tan serios como los que le corresponderían por físico y edad. Jumanji, PAtch Adams o Señorita Doubtfire son ejemplos de esa vena cómica que corría en él. Pero los papeles serios los bordaba. Le concedieron un óscar por su interpretación en El indomable Will Hunting en 1998. Pero por encima de todas, en mi modesta opinión, Williams se convirtió en el actor con mayúsculas por su papel en el El club de los poetas muertos, una fabulosa película que nos conmovió a muchos cuando la estrenaron, y que, al menos es mi caso, no logré entender hasta bastante tiempo después. En ella Williams interpreta a ese profesor, en este caso de literatura, pero daría igual la materia, que todos hemos soñado tener alguna vez y que, en general, no hemos conocido. Vitalista, desbordante, lleno de pasión y, sobre todo, enamorado de la materia que imparte. El señor Keating, que así se llama el protagonista de la película, llega a un elitista internado de Nueva Inglaterra donde se forman los hijos de los patricios de la costa este norteamericana, los que algún día regirán los destinos de su país y, en buena manera, el mundo. En ese ambiente disciplinario y rígido, a imagen y semejanza de los colleges ingleses, la poesía es una asignatura obligada pero carente de contenido y fuerza. Es una “maría” que se memoriza y aprueba. En su aparición en clase, Keating empieza por ordenar arrancar las páginas del libro de texto que usan los alumnos, que estudia la poesía de manera mecánica, como si de preparar una oposición se tratase, y empieza a despertar en sus alumnos el innato amor que nace en el alma humana para la declamación, para la admiración de la belleza y el gusto por la rima. A medida que la película avanza vemos como esa pasión que Keating desborda en cada clase se extiende entre su alumnado, y prende, más en unos que en otro, y la poesía empieza a calentar los corazones de los que la acogen, y llenar sus mentes de palabras, frases, ideas y sentimientos. Y el espectador no puede evitar contagiarse de esa locura que poco a poco rompe las rigideces de la escuela, que chirría con cada frase que es pronunciada, en público o, cada vez más, en la clandestinidad, por parte de unos alumnos que descubren que el rendirse ante la belleza tiene un alto precio en un entorno que no consiente ni su existencia ni su aprecio. La historia culmina con un desenlace trágico, en el que también se produce un suicidio, y la expulsión de Keating del colegio por parte de la junta rectora, con el acuerdo de la mayoría de los padres, y la desolación de sus alumnos más queridos.

Y entonces llega esa escena final en la que, con el profesor en el canto de la puerta del aula, mirando por última vez a la clase, con sus humildes trastos de enseñanza en la cartera, un primer alumno se sube de pie encima de la mesa, ante la furiosa mirada del nuevo y severo profesor, y mirando a Keating, Williams, vuelve a gritar ese ¡Oh Capitán, mi Capitán!, el grito de guerra de los poetas seguidores del maestro que les servía como lema y seña de unión. Y poco a poco más y más alumnos se suben también a sus mesas y gritan en alto la devoción a su capitán que, emocionado, no puede contener las lágrimas ante semejante muestra de entrega y pasión. Y Keating se va, y con él la poesía de ese colegio. Esta noche también se acabó la poesía para la torturada alma de Robin Williams. Descansa en paz, Capitan!!!!!

lunes, agosto 11, 2014

Obama, atrapado en Irak


Cuántas y cuan crueles pueden ser las vueltas que da la vida. Cuando llegó a la presidencia de EEUU, Obama enarboló, entre otras, la bandera del final de la guerra de Irak, la de abandonar aquel reseco arenal que se había llevado la vida de más de cuatro mil soldados norteamericanos, y de donde sólo provenían noticias de desestabilización y violencia sectaria. Obama expuso su plan de retirada, y lo llevó a cabo más o menos como había previsto, y supuso ingenuamente que Irak ya no sería nunca más un problema ni para él ni para su ejército y país. En cuestiones de estrategia, el aparente cortoplacismo con el que opera la inteligencia de EEUU me parece que es uno de sus flancos más débiles.

Ahora, a dos años del final de su segundo y último mandato, con una situación internacional camino del descontrol, y con su prestigio personal muy por debajo de lo esperado, Irak vuelve a llamar a la puerta del Ala Oeste de la Casa Blanca y requiere atención inmediata. El proceso de descomposición que vive el país, las luchas fratricidas entre las diversas facciones que lo habitan, el riesgo de que la producción petrolífera se desplome y, sobre todo, el éxito militar que las tropas yihadistas extremas han tenido en amplias zonas de la región han obligado al ejército norteamericano a volver a mirar a Irak. Lo que en un principio se llamó EIIS (Estado Islámico de Irak y Siria) y que ahora se llama simplemente Estado Islámico, apareció hace unos meses en las noticias como poco más que una banda de malhechores renegados de la guerra de Siria que, no pudiendo con el ejército de Asad, volvían a Irak a establecerse en algunas zonas. Su conquista de Mosul y de territorios cada vez más importantes empezaron a llamar la atención de eso que tanto me gusta, la comunidad internacional, que al poner sus ojos allí vió como se las gasta el islamismo más fanático, con asesinatos, crucifixiones y todas las barbaridades que uno pueda imaginar perpetradas sobre una población civil que bastante castigo tenía ya con sus paupérrimas condiciones de vida. Armados hasta los dientes, fanatizados hasta el extremo, y dotados de estrategia, financiación y muchas ganas, los psicópatas del EI han logrado hacerse con el control de más de un tercio de Irak, y llenan Youtube de escenas espeluznantes en la que ejecutan a sus conquistados de las maneras más aberrantes posibles. Ante eso miles, cientos de miles de personas huyen como alma que lleva el diablo cuando escuchan que las tropas del EI se acercan a sus poblaciones, lo que, aunque duela decirlo, es una muestra del éxito de su estrategia de extender el terror. Las imágenes de desamparo de esa población, y la osadía mostrada por el EI han sido suficientes para que EEUU, quién sino, empiece a realizar una campaña de bombardeos, con aviones y drones, para reforzar a las tropas kurdas y de lo que queda de Irak que luchan contra los fanáticos. Así, Obama vuelve a bombardear Irak, esta vez en el norte del país, tratando de sofocar una guerra que no es exactamente fruto de la emprendida por George Bush en 2003, pero que sí muestra nuevamente que ese país está sumido en el más absoluto de los desastres, y que tras la intervención de mediados de la década pasada nada, o casi, se ha logrado para que la población local tenga un futuro. Imbatible en la batalla, EEUU ha demostrado nuevamente que no sabe gestionar el día después de la guerra.

Un matiz algo cruel en este asunto es que el ataque estadounidense se lleva a cabo desde el portaaviones que lidera la flota de Oriente Medio, que desde hace unos meses es el llamado George Bush, en honor al presidente Bush padre, que recordemos fue el que inició la primera guerra de Irak, tras la invasión de Kuwait por parte de Sadam Hussein, en los años 1990 – 1991. El mal remate de aquella guerra fue, entre otras cosas, el inicio de lo que vemos ahora, y si piensa Obama que con unas cuantas jornadas de bombardeo de precisión va a lograr acabar con la ira de los psicóticos yihadistas es que no se ha enterado de casi nada de lo que allí sucede. De hecho muy pocos tienen claro cómo se acaba con ellos, salvo con el uso de muchas tropas y la recepción de muchas bajas. Y de eso nadie quiere oír hablar.

viernes, agosto 08, 2014

Ucrania se desmadra


La memoria es traicionera, y en mi caso mucho más, por lo que usarla de referencia es bastante inútil, así que acudo a la suya. ¿Recuerdan ustedes algún verano más intenso en lo informativo que este? Parece como si el calor hubiera reblandecido los sesos a medio planeta y todos los conflictos, larvados o establecidos, hubieran decidido explotar de golpe y con la mayor virulencia posible. Ucrania, siria, Libia, Irak, Ébola, Gaza, el Ibex… los titulares se agolpan en los telediarios y periódicos, librando una soterrada batalla de tinta y tipografías que a nadie deja indiferente. Es imposible seguir en condiciones lo que pasa en ambos frentes, y de ahí que cuando la atención se centra en uno de ellos el resto evolucionan bruscamente y, al volverles la mirada, todo parece haberse desmadrado del todo.

Con Ucrania pasa eso. De ocupar las portadas de manera continua durante la revolución de la plaza Maidan y la caída de Crimea, pasó a ser un conflicto Guadiana, que aparecía y desaparecía en los medios en función de la virulencia de los combates que enfrentaban a los prorusos y las tropas regulares de Kiev en el este del país. El derribo del avión MH17 por parte de fuerzas prorusas (casi seguramente) lo llevó nuevamente a portada, y descubrimos entonces que los enfrentamientos en el este se habían convertido en toda una guerra civil en la que decenas de personas morían cada día y miles huían de sus casas y pueblos en busca de un refugio que no sabían dónde hallar. Las dificultades propias de cubrir una guerra, unido a la extensión del terreno y los nuevos focos de violencia internacional volvieron a sumir a lo que allí pasaba en el ostracismo, en el minuto veinte del telediario. Ahora Ucrania vuelve con fuerza, pero no tanto en el plano militar, donde la guerra, desatada, no logra atraer nuestra atención, sino en el diplomático, donde las declaraciones de la UE y EEUU frente a Rusia han empezado a pasar de las palabras a los hechos y empiezan a plasmarse en sanciones comerciales, dañinas para ambas partes. La UE, obligada a hacer algo tras el derribo del MH17, y después de un infame silencio de sus autoridades en las primeras semanas de esa crisis, ha empezado a tomar medidas que, a medio plazo, pueden hacerle daño a la economía rusa, sabedora como es Europa de que carece de la más mínima capacidad para amedrentar militarmente a Putin y que, de tenerla, no osaría a utilizarla contra el poderoso vecino del este. La respuesta de Putin no se ha hecho esperar, y también en forma de sanciones comerciales, empezando por la importación de productos alimentarios procedentes de los países que le acosan, especialmente la UE, y estudiando la prohibición de que los vuelos comerciales no puedan sobrevolar parte de su territorio, lo que alargaría la duración de los mismos y, sobre todo, el coste del combustible. En primera instancia parece que el mayor afectado por las medidas tomadas por el Kremlin, a parte de los exportadores hortofrutícolas españoles, va a ser el propio pueblo ruso (qué raro)que verá cómo se incrementa notablemente el precio de productos que, por condiciones climáticas y técnicas, no se pueden cultivar en la estepa rusa. Sin embargo creo que Putin espera pacientemente a que pasen las semanas y el verano se acabe, y empiecen a descender las temperaturas en Europa cuando el otoño se encamine al invierno (en apenas tres meses) y entonces el gas que él controla determine su las calefacciones de medio continente funcionan o no. Entonces veremos si la voluntad de sanciones por parte de la UE es tan fuerte como aparenta.

Y de mientras, en Donetsk y otras ciudades del este de Ucrania las calles siguen ensangrentadas, los combates son duros, y la perspectiva de un acuerdo de paz parece esfumarse. Los continuos rumores sobre la presencia de tropas y equipamiento ruso atrincherado al otro lado de la frontera contribuyen a elevar una tensión militar que ya es excesiva, y lso europeos que un día estuvieron bajo el infame yugo de Moscú reviven sus pesadillas cuando oyen hablar de tanques rusos listos para atacar. Como casi siempre, de manera trágica, la estepa del este de Europa se tiñe de sangre, y sin que esté nada claro cómo va a acabar la guerra. Día tras día, lo de Ucrania se complica y crece en entidad. Ya es un problema global.

jueves, agosto 07, 2014

Vistas y posturero (para GMF)


El verano es un buen momento para ver a gente que, por trabajo o agenda mutua, apenas tienes tiempo de ver el resto del año, en el que los mensajes suplen la visión de las personas. Ayer tuve una de esas oportunidades, y quedé con una antigua jefa mía, GMF, con la que me llevo muy bien, y con la que se puede hablar de casi todas las cosas que hay en el mundo que, sobre todo, no tienen relación con el trabajo. Su nuevo destino, con el que ella está encantada, le ha abierto las puertas al mundo de, por así llamarlo, la farándula, que en contraste con la matemática, gris y en ocasiones aburrida tarea que hacemos nosotros, ha supuesto para ella no sólo un ascenso, sino una liberación.

La cuestión es que tomamos algo en una de estas terrazas urbanas que se han puesto de moda de un tiempo a esta parte en Madrid y en muchas otras ciudades. Terrazas en las que se trata de simular el paseo marítimo o el jardín con vistas al mar que, por ejemplo, Madrid carece dada la gran distancia a la que se encuentra la, para muchos, soñada playa. Suelos cubiertos alfombrados con imitación de césped, decoración moderna algo minimalista, en tonos blancos, con el típico complejo de ser ibicencos en todas partes, camareros insistentes, carta de copas y consumiciones de altos precios, plagada de ginebras y escasa de refrescos, y gente, mucha gente. Cuando subimos la entrada era media, pero animada, y a medida que el sol caía y llegaba la noche el sitio se ponía de bote en bote, y las mesas que se reservaban para cenar se llenaban con una velocidad inversamente proporcional al precio que se supone iba a costar el cubierto. Y chicas. Muchas chicas, decenas de chicas, la mayor parte en compañía, emparejadas con un chico, pero algunas en grupo de amigas, casi todas ellas cortadas por un patrón similar, de pitillos entallados, pocas faldas, camisetas o blusas flojas, sandalias en los pies, de todas las plataformas, suelas y cordeles imaginables, pelo largo suelto, gafas de sol más o menos aparatosas, e inmenso móviles con los que hacerse selfies individuales o en grupo casi sin parar. La mayor parte de las chicas parecían clones de sí mismas, vestidas con unos tonos de color muy similar, en “nude”, que es lo que se lleva a hora (y que se lo que es cuando lo veo pero no sabría explicárselo) y cuando tenían las gafas puestas, que en muchas ocasiones cubrían un gran porcentaje del rostro, realmente era difícil poder distinguir unas de otras, haciéndose la competencia entre ellas y el estático maniquí que decoraba el escaparate de la tienda de moda, da igual cual, en la que todas habían adquirido unos modelitos similares. En cierto modo la uniformidad era la nota dominante, y no me dejaba de parecer algo curioso. Era como presenciar réplicas de ese escaparate originario por el que todas habían pasado para aprovisionarse de la misma confección y encaje. Supongo que será lo normal, pero a mi no dejaba de extrañarme, de parecerme algo incluso artificial. Esa, como otras, era una terraza para ver el paisaje pero, sobre todo para ver el paisanaje y ser visto, para lucir, para mostrar encantos, dotes, armas, persuasiones, inversión en el modelito, pose y forma de entalle. Las conversaciones eran indistinguibles y yo, disfrutando de la mía con GMF, era ajeno a las mismas, pero me hubiera gustado hacer un pequeño sondeo para comprobar si de lo que se hablaba en muchos de esos grupos era tan similar a la estética que en ellos se repetía. Quizás fuera así, quizás no, me quedaré con la duda de no poder saberlo.

Cuando ya llegó la noche mi acompañante y yo nos fuimos de la terraza y tras dar un paseo por el centro, nos separamos para ir cada uno a nuestro destino, con la promesa de quedar nuevamente en el futuro, en la confianza de que no sea dentro de mucho tiempo (trabajo, concédenos ese privilegio) y en la seguridad, al menos por mi parte, de que ella no, pero yo había pasado un rato en un entorno de lo más ajeno a mi (con lo poco que aprecio la moda, la pose y la ropa) pero que había sido como una especie de incursión en un nuevo ecosistema. Como un furtivo, me había adentrado en una selva desconocida, y lo que allí vi me causó tanto asombro como curiosidad.

miércoles, agosto 06, 2014

Oportunity, Spirit y Rosetta, tres éxitos espaciales


Para escapar un poco de la agobiante actualidad mundial que vivimos en este verano, qué mejor que largarse muy lejos, rumbo a las estrellas. Hoy se cumplen dos años del amartizaje, palabra que no existe pero que se añadirá algún día al diccionario, de Curiosity, el mayor robot jamás construido para explorar la superficie de otro planeta, en este caso Marte. Tras una maniobra endiablada, tanto de reentrada como descenso, llena de riesgos, pero que transcurrió a la perfección, Opportunity se posaba en el borde del cráter Gale y empezaba a trabajar en su misión.

En este tiempo el robot ha recorrido cerca de catorce kilómetros sobre la superficie del planeta rojo, y se encamina hacia las estribaciones del monte Sharp. Los logros de su misión ya son evidentes, especialmente la confirmación de que Marte fue un lugar que, en un pasado remoto, albergó condiciones para poder sostener vida en su superficie. Los análisis químicos y de otro tipo que ha realizado con muestras de las zonas investigadas así lo demuestran. También el terreno sobre el que ha transitado, y que se ha podido observar con un grado de definición nunca alcanzado, muestra evidentes signos de erosión derivada de un pasado en el que fluidos (agua) circulaban por su superficie, moldeándola como ahora lo hacen los ríos a sus lechos. También es significativo lo que no ha encontrado, y se esperaba que hubiera, metano. Como residuo muy claro de una pasada biología, se esperaban encontrar trazas de metano, que no han aparecido, al menos en las zonas exploradas. De mientras Curiosity continúa su misión, con alguna rueda escacharrada y el software dando problemas intermitentes, un primo suyo mucho más pequeño, Opportunity, acaba de celebrar los diez años, diez, de trabajo en la superficie marciana. Opportunity viajó a Marte en compañía de su gemelo Spirit. Eran robots mucho más pequeños que Curiosity, pero suponían un salto enorme respecto a la primera generación, el pequeño Pathfinder, de tamaño similar a un microondas. Diseñados para durar unos tres meses, Spirit dejó de estar operativo hace algunos años ya, pero Opportunity, sin que se sepa muy bien cómo, aún sigue desplazándose y mandando datos. La mayor parte de su instrumentación está ya fuera de servicio, pero los paneles solares, motores y ruedas funcionan, y el robot avanza. Esto le ha permitido batir el récord de la máxima distancia recorrida en otro mundo. Sus más de cuarenta kilómetros de desplazamiento superan por uno al registro que alcanzó la sonda lunar rusa Lunokhod 2 en 1973. El rendimiento de Opportunity es asombroso, y los técnicos que lo fabricaron y los que controlan desde el JPL de la NASA en Pasadena no salen de su asombro. Y alegría, claro está, porque dado que cada vez resulta más difícil conseguir presupuestos para nuevas misiones el que las que se encuentran en vigor rindan mucho mejor de lo esperado es una gran noticia en lo que hace a tecnología e investigación, pero también en ahorro de costes, eficiencia y publicidad, para convencer a patrocinadores y cargos públicos de la necesidad de seguir invirtiendo en la investigación espacial, en este caso la marciana. Nuestros enviados espaciales a Marte siguen ahí trabajando para nosotros, y eso es una gran noticia.

Y para redondear una jornada espacial muy especial, se espera que hoy la sonda Rosetta, lanzada por la Agencia Europea del Espacio, la ESA, alcance su objetivo previsto y se ponga en órbita de uno de los asteroides que se encuentran en el cinturón sito entre Marte y Júpiter. Tras diez años de viaje, en medio de la nada, el destino de esta sonda, que tiene el complejo nombre de 67P/Churyumov-Gerasimenko (no, no, no es un grupo separatista proruso de Ucrania) se encuentra a tiro, mostrando un aspecto curioso, mezcla entre cacahuete, patito de goma y pedrusco deforme. Si todo va bien hoy Rosetta entrará en su campo gravitatorio y permanecerá ahí explorándolo desde la distancia. En medio de la desolación de la guerra y enfermedad que llenan este verano de 2014, el espacio nos ofrece esperanzas de un futuro mejor.

martes, agosto 05, 2014

El Ébola se descontrola en África


Hay palabras que dan miedo sólo de oírlas. Talibán, Yihadista, Nazi, Hacienda…. Ébola es una de ellas. Supone en el inconsciente de muchas personas el virus perfecto, la amenaza más letal, y sólo la mención de que un brote se ha desatado genera nerviosismo en medio mundo. Es precisamente ese nerviosismo y sus consecuencias uno de los mayores peligros que posee la enfermedad, y puede ser mucho más letal que el virus. Con un brote en crecimiento aparentemente descontrolado en el golfo de Guinea, y con noticias que llegan de ahí sobre infectados y muertos, la sensación de alarma crece. Precaución sí, histeria, por favor, no.

El Ëbola es una enfermedad infecciosa que posee una tasa elevada de mortalidad, que no baja del 50% de los casos y, según la tipología del virus, puede alcanzar hasta el 90%, para la que no hay cura efectiva. Pese a su formidable potencia destructiva los brotes de la enfermedad han estado normalmente confinados a regiones remotas de Centroáfrica por dos de sus características. Primero, esa alta tasa de mortalidad, y la virulencia con la que se manifiesta, que hace que muchos portadores fallezcan antes de que puedan extender el virus, por lo que limitan el radio de alcance del mismo (cuanto más leve y de evolución lenta es una enfermedad más progresa al haber más portadores sanos que pueden difundirla). El otro factor, importantísimo, es que no se transmite por el aire, como el virus de la gripe, sino por contacto físico con el paciente o con sus fluidos. Es decir, si un enfermo de Ébola es aislado por completo y todo lo que toca no se toca la enfermedad no se propaga. En este sentido es fácil establecer barreras a la enfermedad en comunidades pequeñas, donde el aislamiento puede ser completo. En el brote actual la cosa es mucho más difícil ya que la infección ha llegado a grandes núcleos de población en los que viven millones de personas en condiciones de salubridad que, siendo muy suaves, no son aceptables. En esos casos el virus puede progresar con rapidez (frenado sólo por el primer factor de su propia violencia) y convertirse en un serio riesgo para la salud de las personas que viven en esas urbes. La OMS estima que ya hay cerca de 1.800 infectado por el brote actual, de los cuales han fallecido más de ochocientos, lo que da una tasa de mortalidad muy elevada. Va a ser difícil poder controlar el brote en las zonas urbanas en las que ahora se desarrolla, pero repito, el aislamiento y la total esterilización del paciente frenan su avance. Por tanto las personas que, como en EEUU, han sido trasladadas al territorio nacional para ser tratadas no suponen riesgo alguno para la población del país. En este sentido el alarmismo de algunos titulares que se ven estos días está fuera de lugar. Sí, el Ébola es una enfermedad muy seria y peligrosa, no se puede minimizar su efecto, y allí donde ahora se desarrolla supone un riesgo y problema de primera magnitud, pero ni estamos ante el inicio de una pandemia global ni el Ébola puede ser un peligro internacional ni nada por el estilo. La decisión de las compañías aéreas de dejar de volar a los países afectados es una de las más eficaces posibles para que nada de eso suceda, y la propia decisión de los países de cerrar sus fronteras para impedir el tránsito de personas probablemente acabe por contener el avance. La tarea, sobre el terreno, es muy difícil y arriesgada, y los que a ello se dedican merecen todo nuestro aplauso y admiración.

Pero lo que es difícil contener, en el caso del Ëbola, es el miedo. Pese a todo lo que he comentado, supongamos que se confirma la existencia de un caso en un ciudadano residente en, por ejemplo, Toulouse, Francia. El caos que se podría originaría sería tremendo, los bloqueos al movimiento, barreras y restricciones darían para varias películas y las consecuencias económicas de un nerviosismo convertido en histeria serían tremendas. Esperemos que no suceda, pero puede que lo más peligroso de la enfermedad, como en otros muchos casos, no sea el virus en sí sino la paranoia humana asociada, mucho más difícil de controlar y aliviar.

lunes, agosto 04, 2014

Arder en las llamas del Espíritu Santo


Una de las canciones que cantábamos en mi época de guitarrista de parroquia empezaba diciendo “El Señor os dará su Espíritu Santo, ya n temáis, abrid el corazón”. Como si fuera un nuevo Dios ultrapoderoso, la economía se ha encargado también de destrozar el sentido de esa melodía, y en estos días mencionar al Espíritu Santo (ES) implica no adquirir un don de lenguas, sino ponerse a blasfemar, y no poseer una fuerza y convicción enormes, sino la conciencia de unas pérdidas que pueden ser tan inmensas como todo lo que uno hubiera invertido en el Banco del mismo nombre. Sí, la religión tampoco es ya lo que era.

En perspectiva, y de manera muy simplificada, la historia del BES es algo así como una mezcla entre Bankia y Gowex. Una entidad financiera que, apalancada más allá de sus posibilidades, ha ido viendo como los créditos que constaban en su cartera se convertían en fallidos a alta velocidad y sus requerimientos de capital, cada vez más acuciantes, no eran satisfechos de ninguna manera. Su solvencia se iba deteriorando a marchas forzadas y todo ello entre rumores, a veces intensos, a veces no, de intervención. En eso ha sido como Bankia, y otras tantas entidades financieras quebradas a lo largo de esta crisis. El componente Gowex, por así llamarlo, proviene de que ese banco es propiedad de la familia Espíritu Santo, una de las más ricas y poderosas de Portugal, poseedora de numerosas sociedades financieras y de inversión, organizadas todas ellas como un holding en el que, por lo que parece, unas se cubrían a otras y así trataban de ocultar una situación que era mucho más grave de lo que trascendía. Desavenencias internas entre los familiares, los rumores que no cesaban y unos datos que ya eran imposibles de ocultar han llevado a la quiebra a todo el grupo, y dejado a la familia propietaria a los pies de una justicia que ahora tendrá que investigar si se han cometido fraudes y abusos en la gestión del BES o en alguna de las empresas del grupo, y si se ha ocultado información relevante a los auditores y organismos reguladores (les suena, verdad?). Tras dos semanas de nerviosismo en el parqué, con caídas bursátiles que han reducido el valor de la acción de la entidad en más del 50%, al situación del BES parecía abocada al rescate cuando el viernes cerraron los mercados, nerviosos por este asunto y otro muchos que se agolpan ante las pantallas. Finalmente, viendo que hoy la cotización podría desplomarse por completo, aún más si cabe, el gobierno portugués anunció ayer por la noche la intervención de la entidad, la creación de un banco bueno que contenga los activos sólidos de la entidad y la segregación de los malos en un banco malo (parecido a la dualidad Bankia SAREB) y la inyección de 4.900 millones de euros, procedentes de una línea de crédito derivada del rescate país que tuteló la troika sobre Portugal, para tratar de reflotar la entidad o, al menos en estos primeros días, atajar los nervios y serenar el ambiente. Como en todos estos casos, el gobierno portugués afirma que esta intervención no tendrá coste para las arcas públicas y los ciudadanos y, como casi siempre, eso no es cierto. La familia Espíritu Santo pierde el BES y sus sociedades instrumentales y se aboca a la ruina, al igual que, muy probablemente, todos los inversores de títulos y acciones de la entidad. Salvar a los depositantes mediante la línea de crédito entrampará al erario público portugués y será de (i)lusos pensar que, como en el caso de nuestro de Catalunya Caixa o Bankia, esto no va a suponer una deuda que engrosará las ya abultadas del estado portugués.

En España, pese a no ser una entidad de primera línea, no son pocos los ahorradores que poseen su dinero en el BES, que se hizo muy presente en la economía nacional a través de la campaña de marketing que realizó un jugador portugués de fútbol, de cuyo nombre no quiero acordarme, que milita en un equipo de Madrid. Los que ahí tienen su dinero depositado están hoy en una situación muy similar a la de los que vivieron la intervención de Bankia hace un par de años, sólo que ahora dependen de las decisiones del gobierno portugués y de la troika. Sus depósitos están asegurados hasta el límite que marque la legislación lusa, y desde hoy deberán tener fe en que todo salga bien. La fe que, en teoría, proporciona el Espíritu Santo, el otro, el flamígero que ilumina pero no quema…

viernes, agosto 01, 2014

Tres días de tregua en Gaza


Comienzan hoy tres días de tregua pactada en Gaza entre el ejército israelí y Hamas, en los que ambos se comprometen a cesar sus ataques mutuos y abrir una ventana de oportunidad para que los civiles que viven en la franja puedan rebuscar los cuerpos de sus fallecidos entre los escombros que se suceden a lo largo de las edificaciones bombardeadas. El balance de víctimas palestinas, que supera ampliamente el millar, seguramente crecerá con fuerza a medida que se escarbe en la búsqueda de los desaparecidos y, de respetarse la tregua, las imágenes serán igual de duras a las que llevamos viendo desde hace semanas.

¿Tiene solución el conflicto palestino israelí? ¿Solución real a largo plazo? ¿O están ambos pueblos condenados a enfrentarse por los siglos de los siglos en una guerra infinita y destructiva? Cada vez soy más pesimista sobre las respuestas a estas preguntas, porque cada nueva guerra que se desata en la zona aumenta el ya infinito conjunto de agravios, recelos, venganzas y odios acumulados desde el pasado. La solución de los dos estados, uno palestino y otro israelí, viables y con fronteras seguras y establecidas, es la que parece tener más lógica y apoyo entre la población de ambas nacionalidades, pero se encuentra con el rechazo frontal de un sector de Israel, obsesionado por su seguridad, temeroso de perderla, y al que la historia le ha hecho no fiarse de nadie, y un sector palestino, el islamista, que no concibe otro destino para Israel que la destrucción. Ambas fuerzas están condenadas a enfrentarse de manera continua. Se citan, se retan, se provocan y cuando salta la chispa se pegan inmisericordemente hasta que se cansan, se retiran a los cuarteles de invierno y se recuperan de sus heridas y dolores para, en breve, volver a la condenada espiral de la provocación y vuelta a empezar. Y en medio civiles, millones de palestinos e israelíes que sólo quieren vivir en paz, algunos de ellos religiosos, creyentes de sus respectivas fes, otros ateos, agnósticos o simplemente indiferentes, que ven como sus proyectos de vida se truncan en cada guerra, que arrasa Gaza como es lo que sucede ahora o llena de miedo las calles de las ciudades israelitas al ver como cohetes lanzados desde el otro lado buscan objetivos donde caer, o terroristas surgidos de túneles ocultos aparecen salidos de la nada, atacan a las poblaciones y se vuelven amparados en la subterránea oscuridad. En estas semanas que llevamos de ofensiva queda claro que Israel podrá ganar cualquier guerra militar que desarrolle contra el islamismo terrorista, pero que esos islamistas ganarán cualquier combate de propaganda que se desarrolle delante de los medios de comunicación. Cada niño muerto por las bombas israelíes es carnaza para Hamas, es alimento para el radicalismo, y semilla de nuevos terroristas, que tarde o temprano causarán dolor al otro lado de la frontera y, veremos a ver, en nuestras propias ciudades. En esta ocasión el ataque está siendo más duro de lo habitual, las bajas israelíes más elevadas (cerca de sesenta) y el grado de destrucción es enorme. Esta guerra, feroz y descarnada, va a ser más importante que las pasadas, que también fueron muy crueles. Cada vez parece que son peores que las anteriores, atrapados todos en el maldito bucle del odio que no deja de enroscarse, y con el Dios de cada uno (Yahvé o Alá) apoyándole en todo momento.

¿Solución? No la veo, salvo que viniera forzada desde el exterior. Una delimitación de fronteras entre los dos estados, acordada por ellos o impuesta por terceros, y una fuerza militar, nada de cascos azules inútiles, que apostados en esa frontera, apunten hacia ambos lados para que ninguno de ellos pueda dispararse mutuamente. Es algo ilusorio, porque ningún país estaría dispuestos a llevar a cabo ese esfuerzo militar y económico, y ahora mismo el ascendente de EEUU sobe Israel parece estar en un claro declive y el islamismo de Hamas sigue recibiendo apoyo logístico y financiero por parte de potencias suníes como Arabia saudí o Qatar. No, no veo solución a este desastre.