De una manera ya definitiva, el
islamismo armado salvaje que representa el EI, IS en su versión inglesa, se ha
convertido para muchos en la reencarnación de Al Queda, su sucesor natural. Y
en un entorno de fanatismo como es ese resulta coherente que el primogénito de
un iluminado lo sea aún más. El salvajismo, la crueldad que ejercita el EI allá
por donde pasa supera, a pequeña escala, a lo que fue capaz de hacer Al Queda
en Afganistán. Y uno de los miedos que todo el mundo tiene y nadie menciona es
que el EI trate de superarla también en osadía a la hora de plantear un ataque
en suelo occidental. No les faltarán medios ni voluntarios, desde luego.
¿Cómo se combate, cómo se vence
al EI? No esperen de mi una respuesta, porque no la tengo. Sinceramente, este
es uno de esos problemas muy complicados que no admiten soluciones rápidas,
sencillas y limpias. No, nada de eso. He leído bastantes artículos estos días
sobre el tema, especialmente en la prensa anglosajona, y las posturas podrían
resumirse en dos frentes que aparentar ser incompatibles. Por un lado están los
duros, que pregonan por una intervención militar a gran escala sobre el
terreno, para laminarlos y sepultarlos bajo las arenas que ahora les sirven de
cobijo y residencia. Por otro están los contemplativos, que abogan por vencer
al EI con persuasión, inteligencia y astucia, pero sin intervenir militarmente
porque, algunos lo mencionan y otros no, pende sobre nosotros la amenaza de que
se venguen en nuestras ciudades y maten en ellas. Personalmente soy de la
opinión de que ante un problema, uno debe de usar todos los recursos de los que
dispone para solucionarlo, estudiando muy bien cuál es el mejor uso que les
puede dar a cada uno de ellos en cada situación. Es ingenuo pensar que se
derrotará al EI sin pegar tiros sobre el terreno, sin enviar tropas, sólo con
prestar munición a los combatientes kurdos y al desnortado ejército irakí que
lucha contra ellos. Pero también lo es imaginar que, como en 2003, cientos de
miles de soldados occidentales, léase de EEUU, van a acudir nuevamente a luchar
en Irak, Siria o donde sea para capturar a las tropas islamistas. Eso no va a
suceder salvo que, ojalá no sea así, otro suceso similar al 11S genere un
impacto similar en EEUU y le obligue a movilizarse. Sí, hay que enviar tropas,
pero las justas, muy bien dotadas, y muy profesionalizadas. Y junto a ello hay
que usar toda la inteligencia posible, militar y civil, para tratar de corregir
los errores del pasado. El EI no es el fruto de la guerra de Irak, pero la
desastrosa gestión de la postguerra iraquí sirvió para alimentarlo. El EI no es
el fruto de la guerra de Siria, pero el no haber apoyado desde un principio a
la resistencia civil de aquel país permitió a los islamistas hacerse con el
control de la guerra. Y así podríamos seguir. El EI es, sobre todo, fruto del
fanatismo yihadista y de la cortoplacista visión de occidente a la hora de
gestionarlo y combatirlo. Debemos tener paciencia, objetivos a largo plazo y
constancia a la hora de lograrlos. Sólo así podremos combatir a unos
guerrilleros que no sólo creen que tienen a Dios de su parte, sino que les da
igual cuánto tiempo y cuántas vidas les lleve conseguir sus objetivos. Ellos
saben, y es una de sus principales fortalezas, lo que nos cuesta a nosotros el
tiempo y la vida de cada persona que allí mandamos. De hecho, en el vídeo del
asesinato de James Foley sólo le faltaba al verdugo hacer el gesto con la mano
para invitar a los EEUU para que les invadan, a sabiendas que unas cuantas víctimas
norteamericanas son suficientes para minar la moral de un país occidental
acomodado, que vive las noticias al segundo y es presa de la histeria por cada
traspiés que sufre.
Y, por supuesto, al EI se le
combate económicamente. No sólo boicoteando la venta del petróleo que ahora gestiona,
varios miles de barriles al día, sino sobre todo persiguiendo a los países
sunitas radicales que lo financian por detrás (y estoy pensando en nuestros “queridos”
aliados Arabia Saudí y Qatar) y lo usan como ejército en la guerra civil que se
vive entre el sunismo y el chiísmo. Va a resultar paradójico ver que quizás sea
el odiado Irán el principal aliado de EEUU para vencer a unas tropas armadas
encubiertamente por unos jeques que, durante toda la vida, han sido los grandes
amigos de occidente. Como ven, esto no tiene nada de sencillo, y sí mucho de
complejo, sucio y desagradable.
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