Para escapar un poco de la
agobiante actualidad mundial que vivimos en este verano, qué mejor que largarse
muy lejos, rumbo a las estrellas. Hoy se cumplen dos años del amartizaje,
palabra que no existe pero que se añadirá algún día al diccionario, de Curiosity, el mayor robot jamás
construido para explorar la superficie de otro planeta, en este caso Marte.
Tras una maniobra endiablada, tanto de reentrada como descenso, llena de
riesgos, pero que transcurrió a la perfección, Opportunity se posaba en el
borde del cráter Gale y empezaba a trabajar en su misión.
En este tiempo el robot ha
recorrido cerca de catorce kilómetros sobre la superficie del planeta rojo, y
se encamina hacia las estribaciones del monte Sharp. Los logros de su misión ya
son evidentes, especialmente la confirmación de que Marte fue un lugar que, en
un pasado remoto, albergó condiciones para poder sostener vida en su
superficie. Los análisis químicos y de otro tipo que ha realizado con muestras
de las zonas investigadas así lo demuestran. También el terreno sobre el que ha
transitado, y que se ha podido observar con un grado de definición nunca
alcanzado, muestra evidentes signos de erosión derivada de un pasado en el que fluidos
(agua) circulaban por su superficie, moldeándola como ahora lo hacen los ríos a
sus lechos. También es significativo lo que no ha encontrado, y se esperaba que
hubiera, metano. Como residuo muy claro de una pasada biología, se esperaban
encontrar trazas de metano, que no han aparecido, al menos en las zonas
exploradas. De mientras Curiosity continúa su misión, con alguna rueda
escacharrada y el software dando problemas intermitentes, un primo suyo mucho más
pequeño, Opportunity, acaba
de celebrar los diez años, diez, de trabajo en la superficie marciana.
Opportunity viajó a Marte en compañía de su gemelo Spirit. Eran robots mucho más
pequeños que Curiosity, pero suponían un salto enorme respecto a la primera
generación, el pequeño Pathfinder, de tamaño similar a un microondas. Diseñados
para durar unos tres meses, Spirit dejó de estar operativo hace algunos años
ya, pero Opportunity, sin que se sepa muy bien cómo, aún sigue desplazándose y
mandando datos. La mayor parte de su instrumentación está ya fuera de servicio,
pero los paneles solares, motores y ruedas funcionan, y el robot avanza. Esto
le ha permitido batir el récord de la máxima distancia recorrida en otro mundo.
Sus más de cuarenta kilómetros de desplazamiento superan por uno al registro que
alcanzó la sonda lunar rusa Lunokhod 2 en 1973. El rendimiento de Opportunity
es asombroso, y los técnicos que lo fabricaron y los que controlan desde el JPL
de la NASA en Pasadena no salen de su asombro. Y alegría, claro está, porque
dado que cada vez resulta más difícil conseguir presupuestos para nuevas
misiones el que las que se encuentran en vigor rindan mucho mejor de lo
esperado es una gran noticia en lo que hace a tecnología e investigación, pero
también en ahorro de costes, eficiencia y publicidad, para convencer a
patrocinadores y cargos públicos de la necesidad de seguir invirtiendo en la
investigación espacial, en este caso la marciana. Nuestros enviados espaciales
a Marte siguen ahí trabajando para nosotros, y eso es una gran noticia.
Y para redondear una jornada espacial muy
especial, se espera que hoy la
sonda Rosetta, lanzada por la Agencia Europea del Espacio, la ESA, alcance su
objetivo previsto y se ponga en órbita de uno de los asteroides que se encuentran
en el cinturón sito entre Marte y Júpiter. Tras diez años de viaje, en medio de
la nada, el destino de esta sonda, que tiene el complejo nombre de 67P/Churyumov-Gerasimenko
(no, no, no es un grupo separatista proruso de Ucrania) se encuentra a tiro,
mostrando un aspecto curioso, mezcla entre cacahuete, patito de goma y pedrusco
deforme. Si
todo va bien hoy Rosetta entrará en su campo gravitatorio y permanecerá ahí explorándolo
desde la distancia. En medio de la desolación de la guerra y enfermedad que
llenan este verano de 2014, el espacio nos ofrece esperanzas de un futuro
mejor.
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