lunes, agosto 18, 2014

Un Otelo muy actual


El pasado viernes 15, tras un paseo ciclista de grandes dimensiones que me dejó dolorido para el resto del puente, fui al teatro a ver Otelo, una de las obras más famosas de Shakespeare. La función era en el Círculo de Bellas Artes, que posee un escenario y patio de butacas pequeño, por lo que la escenografía no suele ser apabullante, pero sí que lo es la cercanía física que se tiene con los actores. En otras ocasiones en las que he estado en ese teatro he tenido esa misma sensación de que los actores me hablaban en persona, y eso impone mucho. Y como algún día sea cierto me moriré del susto allí mismo.

Esta revisión del Otelo es muy interesante y actual. La obra, como muchos de ustedes sabrán, se centra en los celos que sufre el militar moro llamado Otelo, que al servicio de la flota veneciana conquista territorios, y al servicio de su corazón conquista a la joven Desdémona. Sin embargo, el militar verá como resulta más fácil defender la plaza fuerte conquistada que el corazón de la amada. Corrompido por unos celos que lo devoran, ve infidelidades donde no las hay, y en un rapto de locura acaba matando a su amada para que nadie más que él pueda poseerla, nadie pueda quitársela, destruyendo así lo más puro y bello que tenía de sí mismo. Este sería el argumento clásico, por así decirlo, pero la compañía que representaba la obra le dio un giro muy interesante, haciendo que Yago, militar a las órdenes de Otelo, apareciera ante el espectador como el auténtico protagonista de la obra, el urdidor de la trama, actuando tras las bambalinas, o directamente ante el público, como el dueño y señor de una trama destinada a lograr el poder y control sobre la situación, en la que el resto de personajes, incluidos su superior militar, su esposa y demás acompañantes, no son sino piezas de una partida de ajedrez muy estudiada, en la que Yago juega con blancas frente a un destino de negras. Así, podemos ver como Yago, engañando a un joven noble veneciano enamorado de Desdémona, usa el noble sentimiento de ese caballero para emponzoñar la relación entre Otelo y Casio, su segundo en el ejército, haciéndole creer que Casio tiene una aventura con Desdémona. El plan de Yago es que Casio caiga, el noble veneciano no consiga sus objetivos, y él sea ascendido a segundo, con el reconocimiento debido por parte de un Otelo que se encontrará a mereced de sus designios tras el golpe infringido por la infidelidad de Desdémona. Para ello utiliza todo tipo de artes malignas. Mentiras, engaños, seductoras promesas, amenazas, violencia, y con todos los personajes que por el escenario pasan, desde su jefe Otelo hasta su esposa o el incauto noble veneciano, que como ustedes imaginarán acaba mal, muy mal. Usando el recurso de la cuarta dimensión, el actor que interpreta a Yago intercala monólogos con el púbico, al que le va relatando cómo trama sus engaños, y los resultados que observa de los mismos una vez puestos en marcha, y de los problemas que surgen a medida que todo se va enredando, haciendo del espectador un cómplice incómodo de sus fechorías, una especie de testigo de cargo que observa, comparte y, en cierto modo, es el único que entiende lo que les está pasando a unos personajes completamente dominados por la astucia de un segundón, que no se resigna a serlo y que hará lo que sea por conseguir sus objetivos. Caiga quien caiga.

Shakespeare, que era un genio por cómo escribía y por lo inmortal de las cosas que narraba, muestra en Otelo, por tanto, no sólo un drama pasional, desde luego, sino también un retrato certero de la sordidez que anida en el alma humana cuando se ve tentada por el poder, que la nubla y ciega ante todo lo demás. Personajes de la actualidad económica y política, que aparecen mucho en los medios de comunicación, son sucesores de ese Yago inmortal que el bardo creo con maestría y mala uva. Francis Underwood, el personaje encarnado por Kevin Spacey en la serie House of Cards es un digno heredero de ese papel de intrigante que sólo lucha por sus intereses, y que hará lo que sea para lograrlo. Si pueden no lo duden. Vayan al teatro a verla

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