No se preocupen si el título de
hoy les suena confuso, aunque el tema lo es. Jackson Hole es una pequeña
localidad sita en el estado de Wyoming, en medio de unas enormes montañas y
bosques, un lugar paradisíaco rodeado de naturaleza de unas dimensiones como
sólo el continente americano es capaz de recrear. En ese entorno, y desde hace
bastantes años, se celebra en torno a estas fechas de Agosto una reunión
entre los principales banqueros centrales, cuyo programa aún no ha sido
publicado. Entre los asistentes estará Janet Yellen, la anfitriona, por
parte de la FED, y por supuesto Mario Draghi, del BCE.
Estas reuniones eran conocidas
para poco más que para unos expertos en el mundo económico y algunos frikis de
la materia, que los hay, dado que un encuentro de autoridades monetarias, en
principio, no parece nada sugestivo ni propenso al cachondeo. Sin embargo la
crisis de 2008 y el derrumbe del sistema, apuntalado gracias a estos bancos
centrales, ha convertido a estos encuentros veraniegos en una especie de Davos
con calor, en el que periodistas, analistas, banqueros, poderosos y personajes
influyentes, que sí lo son o como tal se lo creen, junto con los frikis de
antes, pululan por las montañas de Wyoming tratando de escrutar en los
discursos y conferencias los pasos que van a dar estos dioses en los que se han
convertido los banqueros centrales. Sólo esto ya es una muestra de lo
distorsionado, irreal y viciado que se encuentra el sistema financiero y económico.
En la época de la URSS, en la que no existía información real sobre lo que allí
pasaba, surgió la figura del “rusólogo”, un personaje que, en función de cómo
fruncían el ceño los jerarcas moscovitas en cada desfile militar que se
retransmitía desde la Plaza Roja de Moscú, siempre a unos agradable “diecimuchos”
bajo cero, determinaba si la guerra fría estaba más o menos caliente, si en el
politburó había disensiones y si el líder era tal o había entrado en desgracia.
Sus conclusiones, habitualmente no muy razonadas, pero dichas de manera muy
seria, eran tomadas como oráculo revelado por el resto de periodistas y se
convertían en la base del análisis de los mismos. Otra figura similar son los
vaticanistas, especie futuróloga de existencia fugaz, que toman el control de
los medios cuando se produce un cónclave de elección papal y se fijan en
detalles tan importantes como la efusividad de algunos saludos o cuántas monjas
acompañan a determinado papable. Pues bien, de un tiempo a esta parte, y dada
la insana dependencia que el mercado ha contraído con los banqueros centrales
(recuerden, esto es síntoma de algo enfermo y anormal) han surgido lo que podríamos
llamar “BCEístas” o “FEDeístas”, o como a ustedes les de la gana, que tratan de
adivinar cuándo Yellen y Draghi moverán ficha, subiendo tipos en EEUU, o
realizando un QE en Europa, o ambas cosas a la vez, o de momento ninguna de
ellas. Los últimos datos macro conocidos, malos, señalan la debilidad del
crecimiento en la UE, que en la práctica se encuentra estancada, con una
Francia que no crece rodeada de Alemania, que flaquea, quizás como primera
respuesta ante el conflicto con Rusia, y con economías del sur como la española
que crecen, en parte por rebote estadístico, pero que, dependientes del núcleo
de la Unión, no podrán seguir subiendo si los países grandes de la eurozona no
lo hacen. Y todo ello con precios congelados. Por ese flanco aumentan las
presiones sobre Draghi. En EEUU la FED sabe que debe subir tipos para evitar el
desmadre burbujero que demasiados ya ven en muchos mercados, pero la lucha
entre halcones monetaristas y palomas que miran en el empleo presiona a Yellen,
que ha aprendido a no decir nada.
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