lunes, agosto 04, 2014

Arder en las llamas del Espíritu Santo


Una de las canciones que cantábamos en mi época de guitarrista de parroquia empezaba diciendo “El Señor os dará su Espíritu Santo, ya n temáis, abrid el corazón”. Como si fuera un nuevo Dios ultrapoderoso, la economía se ha encargado también de destrozar el sentido de esa melodía, y en estos días mencionar al Espíritu Santo (ES) implica no adquirir un don de lenguas, sino ponerse a blasfemar, y no poseer una fuerza y convicción enormes, sino la conciencia de unas pérdidas que pueden ser tan inmensas como todo lo que uno hubiera invertido en el Banco del mismo nombre. Sí, la religión tampoco es ya lo que era.

En perspectiva, y de manera muy simplificada, la historia del BES es algo así como una mezcla entre Bankia y Gowex. Una entidad financiera que, apalancada más allá de sus posibilidades, ha ido viendo como los créditos que constaban en su cartera se convertían en fallidos a alta velocidad y sus requerimientos de capital, cada vez más acuciantes, no eran satisfechos de ninguna manera. Su solvencia se iba deteriorando a marchas forzadas y todo ello entre rumores, a veces intensos, a veces no, de intervención. En eso ha sido como Bankia, y otras tantas entidades financieras quebradas a lo largo de esta crisis. El componente Gowex, por así llamarlo, proviene de que ese banco es propiedad de la familia Espíritu Santo, una de las más ricas y poderosas de Portugal, poseedora de numerosas sociedades financieras y de inversión, organizadas todas ellas como un holding en el que, por lo que parece, unas se cubrían a otras y así trataban de ocultar una situación que era mucho más grave de lo que trascendía. Desavenencias internas entre los familiares, los rumores que no cesaban y unos datos que ya eran imposibles de ocultar han llevado a la quiebra a todo el grupo, y dejado a la familia propietaria a los pies de una justicia que ahora tendrá que investigar si se han cometido fraudes y abusos en la gestión del BES o en alguna de las empresas del grupo, y si se ha ocultado información relevante a los auditores y organismos reguladores (les suena, verdad?). Tras dos semanas de nerviosismo en el parqué, con caídas bursátiles que han reducido el valor de la acción de la entidad en más del 50%, al situación del BES parecía abocada al rescate cuando el viernes cerraron los mercados, nerviosos por este asunto y otro muchos que se agolpan ante las pantallas. Finalmente, viendo que hoy la cotización podría desplomarse por completo, aún más si cabe, el gobierno portugués anunció ayer por la noche la intervención de la entidad, la creación de un banco bueno que contenga los activos sólidos de la entidad y la segregación de los malos en un banco malo (parecido a la dualidad Bankia SAREB) y la inyección de 4.900 millones de euros, procedentes de una línea de crédito derivada del rescate país que tuteló la troika sobre Portugal, para tratar de reflotar la entidad o, al menos en estos primeros días, atajar los nervios y serenar el ambiente. Como en todos estos casos, el gobierno portugués afirma que esta intervención no tendrá coste para las arcas públicas y los ciudadanos y, como casi siempre, eso no es cierto. La familia Espíritu Santo pierde el BES y sus sociedades instrumentales y se aboca a la ruina, al igual que, muy probablemente, todos los inversores de títulos y acciones de la entidad. Salvar a los depositantes mediante la línea de crédito entrampará al erario público portugués y será de (i)lusos pensar que, como en el caso de nuestro de Catalunya Caixa o Bankia, esto no va a suponer una deuda que engrosará las ya abultadas del estado portugués.

En España, pese a no ser una entidad de primera línea, no son pocos los ahorradores que poseen su dinero en el BES, que se hizo muy presente en la economía nacional a través de la campaña de marketing que realizó un jugador portugués de fútbol, de cuyo nombre no quiero acordarme, que milita en un equipo de Madrid. Los que ahí tienen su dinero depositado están hoy en una situación muy similar a la de los que vivieron la intervención de Bankia hace un par de años, sólo que ahora dependen de las decisiones del gobierno portugués y de la troika. Sus depósitos están asegurados hasta el límite que marque la legislación lusa, y desde hoy deberán tener fe en que todo salga bien. La fe que, en teoría, proporciona el Espíritu Santo, el otro, el flamígero que ilumina pero no quema…

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