Una de las canciones que
cantábamos en mi época de guitarrista de parroquia empezaba diciendo “El Señor
os dará su Espíritu Santo, ya n temáis, abrid el corazón”. Como si fuera un
nuevo Dios ultrapoderoso, la economía se ha encargado también de destrozar el
sentido de esa melodía, y en estos días mencionar al Espíritu Santo (ES)
implica no adquirir un don de lenguas, sino ponerse a blasfemar, y no poseer
una fuerza y convicción enormes, sino la conciencia de unas pérdidas que pueden
ser tan inmensas como todo lo que uno hubiera invertido en el Banco del mismo
nombre. Sí, la religión tampoco es ya lo que era.
En perspectiva, y de manera muy
simplificada, la historia del BES es algo así como una mezcla entre Bankia y
Gowex. Una entidad financiera que, apalancada más allá de sus posibilidades, ha
ido viendo como los créditos que constaban en su cartera se convertían en
fallidos a alta velocidad y sus requerimientos de capital, cada vez más
acuciantes, no eran satisfechos de ninguna manera. Su solvencia se iba
deteriorando a marchas forzadas y todo ello entre rumores, a veces intensos, a
veces no, de intervención. En eso ha sido como Bankia, y otras tantas entidades
financieras quebradas a lo largo de esta crisis. El componente Gowex, por así
llamarlo, proviene de que ese banco es propiedad de la familia Espíritu Santo,
una de las más ricas y poderosas de Portugal, poseedora de numerosas sociedades
financieras y de inversión, organizadas todas ellas como un holding en el que,
por lo que parece, unas se cubrían a otras y así trataban de ocultar una
situación que era mucho más grave de lo que trascendía. Desavenencias internas
entre los familiares, los rumores que no cesaban y unos datos que ya eran
imposibles de ocultar han llevado a la quiebra a todo el grupo, y dejado a la
familia propietaria a los pies de una justicia que ahora tendrá que investigar
si se han cometido fraudes y abusos en la gestión del BES o en alguna de las
empresas del grupo, y si se ha ocultado información relevante a los auditores y
organismos reguladores (les suena, verdad?). Tras dos semanas de nerviosismo en
el parqué, con caídas bursátiles que han reducido el valor de la acción de la
entidad en más del 50%, al situación del BES parecía abocada al rescate cuando
el viernes cerraron los mercados, nerviosos por este asunto y otro muchos que
se agolpan ante las pantallas. Finalmente, viendo que hoy la cotización podría
desplomarse por completo, aún más si cabe, el
gobierno portugués anunció ayer por la noche la intervención de la entidad,
la creación de un banco bueno que contenga los activos sólidos de la entidad y
la segregación de los malos en un banco malo (parecido a la dualidad Bankia SAREB)
y la inyección de 4.900 millones de euros, procedentes de una línea de crédito
derivada del rescate país que tuteló la troika sobre Portugal, para tratar de
reflotar la entidad o, al menos en estos primeros días, atajar los nervios y
serenar el ambiente. Como en todos estos casos, el gobierno portugués afirma
que esta intervención no tendrá coste para las arcas públicas y los ciudadanos
y, como casi siempre, eso no es cierto. La familia Espíritu Santo pierde el BES
y sus sociedades instrumentales y se aboca a la ruina, al igual que, muy
probablemente, todos los inversores de títulos y acciones de la entidad. Salvar
a los depositantes mediante la línea de crédito entrampará al erario público portugués
y será de (i)lusos pensar que, como en el caso de nuestro de Catalunya Caixa o
Bankia, esto no va a suponer una deuda que engrosará las ya abultadas del
estado portugués.
En España, pese a no ser una entidad de primera
línea, no son pocos los ahorradores que poseen su dinero en el BES, que se hizo
muy presente en la economía nacional a través de la campaña de marketing que
realizó un jugador portugués de fútbol, de cuyo nombre no quiero acordarme, que
milita en un equipo de Madrid. Los que ahí tienen su dinero depositado están
hoy en una situación muy similar a la de los que vivieron la intervención de
Bankia hace un par de años, sólo que ahora dependen de las decisiones del
gobierno portugués y de la troika. Sus depósitos están asegurados hasta el límite
que marque la legislación lusa, y desde hoy deberán tener fe en que todo salga
bien. La fe que, en teoría, proporciona el Espíritu Santo, el otro, el flamígero
que ilumina pero no quema…
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