Cuántas y cuan crueles pueden ser
las vueltas que da la vida. Cuando llegó a la presidencia de EEUU, Obama
enarboló, entre otras, la bandera del final de la guerra de Irak, la de
abandonar aquel reseco arenal que se había llevado la vida de más de cuatro mil
soldados norteamericanos, y de donde sólo provenían noticias de
desestabilización y violencia sectaria. Obama expuso su plan de retirada, y lo
llevó a cabo más o menos como había previsto, y supuso ingenuamente que Irak ya
no sería nunca más un problema ni para él ni para su ejército y país. En
cuestiones de estrategia, el aparente cortoplacismo con el que opera la
inteligencia de EEUU me parece que es uno de sus flancos más débiles.
Ahora, a dos años del final de su
segundo y último mandato, con una situación internacional camino del
descontrol, y con su prestigio personal muy por debajo de lo esperado, Irak
vuelve a llamar a la puerta del Ala Oeste de la Casa Blanca y requiere atención
inmediata. El proceso de descomposición que vive el país, las luchas
fratricidas entre las diversas facciones que lo habitan, el riesgo de que la
producción petrolífera se desplome y, sobre todo, el éxito militar que las
tropas yihadistas extremas han tenido en amplias zonas de la región han
obligado al ejército norteamericano a volver a mirar a Irak. Lo que en un
principio se llamó EIIS (Estado Islámico de Irak y Siria) y que ahora se llama
simplemente Estado Islámico, apareció hace unos meses en las noticias como poco
más que una banda de malhechores renegados de la guerra de Siria que, no
pudiendo con el ejército de Asad, volvían a Irak a establecerse en algunas
zonas. Su conquista de Mosul y de territorios cada vez más importantes
empezaron a llamar la atención de eso que tanto me gusta, la comunidad
internacional, que al poner sus ojos allí vió como se las gasta el islamismo
más fanático, con asesinatos, crucifixiones y todas las barbaridades que uno
pueda imaginar perpetradas sobre una población civil que bastante castigo tenía
ya con sus paupérrimas condiciones de vida. Armados hasta los dientes,
fanatizados hasta el extremo, y dotados de estrategia, financiación y muchas
ganas, los psicópatas del EI han logrado hacerse con el control de más de un
tercio de Irak, y llenan Youtube de escenas espeluznantes en la que ejecutan a
sus conquistados de las maneras más aberrantes posibles. Ante eso miles,
cientos de miles de personas huyen como alma que lleva el diablo cuando
escuchan que las tropas del EI se acercan a sus poblaciones, lo que, aunque
duela decirlo, es una muestra del éxito de su estrategia de extender el terror.
Las imágenes de desamparo de esa población, y la osadía mostrada por el EI han
sido suficientes para que EEUU,
quién sino, empiece a realizar una campaña de bombardeos, con aviones y drones,
para reforzar a las tropas kurdas y de lo que queda de Irak que luchan contra
los fanáticos. Así, Obama vuelve a bombardear Irak, esta vez en el norte
del país, tratando de sofocar una guerra que no es exactamente fruto de la
emprendida por George Bush en 2003, pero que sí muestra nuevamente que ese país
está sumido en el más absoluto de los desastres, y que tras la intervención de
mediados de la década pasada nada, o casi, se ha logrado para que la población
local tenga un futuro. Imbatible en la batalla, EEUU ha demostrado nuevamente que
no sabe gestionar el día después de la guerra.
Un matiz algo cruel en este asunto es que el
ataque estadounidense se lleva a cabo desde el portaaviones que lidera la flota
de Oriente Medio, que desde hace unos meses es el llamado George Bush, en honor
al presidente Bush padre, que recordemos fue el que inició la primera guerra de
Irak, tras la invasión de Kuwait por parte de Sadam Hussein, en los años 1990 –
1991. El mal remate de aquella guerra fue, entre otras cosas, el inicio de lo
que vemos ahora, y si piensa Obama que con unas cuantas jornadas de bombardeo
de precisión va a lograr acabar con la ira de los psicóticos yihadistas es que
no se ha enterado de casi nada de lo que allí sucede. De hecho muy pocos tienen
claro cómo se acaba con ellos, salvo con el uso de muchas tropas y la recepción
de muchas bajas. Y de eso nadie quiere oír hablar.
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