lunes, agosto 11, 2014

Obama, atrapado en Irak


Cuántas y cuan crueles pueden ser las vueltas que da la vida. Cuando llegó a la presidencia de EEUU, Obama enarboló, entre otras, la bandera del final de la guerra de Irak, la de abandonar aquel reseco arenal que se había llevado la vida de más de cuatro mil soldados norteamericanos, y de donde sólo provenían noticias de desestabilización y violencia sectaria. Obama expuso su plan de retirada, y lo llevó a cabo más o menos como había previsto, y supuso ingenuamente que Irak ya no sería nunca más un problema ni para él ni para su ejército y país. En cuestiones de estrategia, el aparente cortoplacismo con el que opera la inteligencia de EEUU me parece que es uno de sus flancos más débiles.

Ahora, a dos años del final de su segundo y último mandato, con una situación internacional camino del descontrol, y con su prestigio personal muy por debajo de lo esperado, Irak vuelve a llamar a la puerta del Ala Oeste de la Casa Blanca y requiere atención inmediata. El proceso de descomposición que vive el país, las luchas fratricidas entre las diversas facciones que lo habitan, el riesgo de que la producción petrolífera se desplome y, sobre todo, el éxito militar que las tropas yihadistas extremas han tenido en amplias zonas de la región han obligado al ejército norteamericano a volver a mirar a Irak. Lo que en un principio se llamó EIIS (Estado Islámico de Irak y Siria) y que ahora se llama simplemente Estado Islámico, apareció hace unos meses en las noticias como poco más que una banda de malhechores renegados de la guerra de Siria que, no pudiendo con el ejército de Asad, volvían a Irak a establecerse en algunas zonas. Su conquista de Mosul y de territorios cada vez más importantes empezaron a llamar la atención de eso que tanto me gusta, la comunidad internacional, que al poner sus ojos allí vió como se las gasta el islamismo más fanático, con asesinatos, crucifixiones y todas las barbaridades que uno pueda imaginar perpetradas sobre una población civil que bastante castigo tenía ya con sus paupérrimas condiciones de vida. Armados hasta los dientes, fanatizados hasta el extremo, y dotados de estrategia, financiación y muchas ganas, los psicópatas del EI han logrado hacerse con el control de más de un tercio de Irak, y llenan Youtube de escenas espeluznantes en la que ejecutan a sus conquistados de las maneras más aberrantes posibles. Ante eso miles, cientos de miles de personas huyen como alma que lleva el diablo cuando escuchan que las tropas del EI se acercan a sus poblaciones, lo que, aunque duela decirlo, es una muestra del éxito de su estrategia de extender el terror. Las imágenes de desamparo de esa población, y la osadía mostrada por el EI han sido suficientes para que EEUU, quién sino, empiece a realizar una campaña de bombardeos, con aviones y drones, para reforzar a las tropas kurdas y de lo que queda de Irak que luchan contra los fanáticos. Así, Obama vuelve a bombardear Irak, esta vez en el norte del país, tratando de sofocar una guerra que no es exactamente fruto de la emprendida por George Bush en 2003, pero que sí muestra nuevamente que ese país está sumido en el más absoluto de los desastres, y que tras la intervención de mediados de la década pasada nada, o casi, se ha logrado para que la población local tenga un futuro. Imbatible en la batalla, EEUU ha demostrado nuevamente que no sabe gestionar el día después de la guerra.

Un matiz algo cruel en este asunto es que el ataque estadounidense se lleva a cabo desde el portaaviones que lidera la flota de Oriente Medio, que desde hace unos meses es el llamado George Bush, en honor al presidente Bush padre, que recordemos fue el que inició la primera guerra de Irak, tras la invasión de Kuwait por parte de Sadam Hussein, en los años 1990 – 1991. El mal remate de aquella guerra fue, entre otras cosas, el inicio de lo que vemos ahora, y si piensa Obama que con unas cuantas jornadas de bombardeo de precisión va a lograr acabar con la ira de los psicóticos yihadistas es que no se ha enterado de casi nada de lo que allí sucede. De hecho muy pocos tienen claro cómo se acaba con ellos, salvo con el uso de muchas tropas y la recepción de muchas bajas. Y de eso nadie quiere oír hablar.

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