Comienzan
hoy tres días de tregua pactada en Gaza entre el ejército israelí y Hamas,
en los que ambos se comprometen a cesar sus ataques mutuos y abrir una ventana
de oportunidad para que los civiles que viven en la franja puedan rebuscar los
cuerpos de sus fallecidos entre los escombros que se suceden a lo largo de las
edificaciones bombardeadas. El balance de víctimas palestinas, que supera
ampliamente el millar, seguramente crecerá con fuerza a medida que se escarbe
en la búsqueda de los desaparecidos y, de respetarse la tregua, las imágenes
serán igual de duras a las que llevamos viendo desde hace semanas.
¿Tiene solución el conflicto
palestino israelí? ¿Solución real a largo plazo? ¿O están ambos pueblos
condenados a enfrentarse por los siglos de los siglos en una guerra infinita y
destructiva? Cada vez soy más pesimista sobre las respuestas a estas preguntas,
porque cada nueva guerra que se desata en la zona aumenta el ya infinito
conjunto de agravios, recelos, venganzas y odios acumulados desde el pasado. La
solución de los dos estados, uno palestino y otro israelí, viables y con
fronteras seguras y establecidas, es la que parece tener más lógica y apoyo
entre la población de ambas nacionalidades, pero se encuentra con el rechazo
frontal de un sector de Israel, obsesionado por su seguridad, temeroso de
perderla, y al que la historia le ha hecho no fiarse de nadie, y un sector
palestino, el islamista, que no concibe otro destino para Israel que la
destrucción. Ambas fuerzas están condenadas a enfrentarse de manera continua.
Se citan, se retan, se provocan y cuando salta la chispa se pegan
inmisericordemente hasta que se cansan, se retiran a los cuarteles de invierno
y se recuperan de sus heridas y dolores para, en breve, volver a la condenada
espiral de la provocación y vuelta a empezar. Y en medio civiles, millones de
palestinos e israelíes que sólo quieren vivir en paz, algunos de ellos
religiosos, creyentes de sus respectivas fes, otros ateos, agnósticos o
simplemente indiferentes, que ven como sus proyectos de vida se truncan en cada
guerra, que arrasa Gaza como es lo que sucede ahora o llena de miedo las calles
de las ciudades israelitas al ver como cohetes lanzados desde el otro lado
buscan objetivos donde caer, o terroristas surgidos de túneles ocultos aparecen
salidos de la nada, atacan a las poblaciones y se vuelven amparados en la
subterránea oscuridad. En estas semanas que llevamos de ofensiva queda claro
que Israel podrá ganar cualquier guerra militar que desarrolle contra el
islamismo terrorista, pero que esos islamistas ganarán cualquier combate de
propaganda que se desarrolle delante de los medios de comunicación. Cada niño
muerto por las bombas israelíes es carnaza para Hamas, es alimento para el
radicalismo, y semilla de nuevos terroristas, que tarde o temprano causarán dolor
al otro lado de la frontera y, veremos a ver, en nuestras propias ciudades. En
esta ocasión el ataque está siendo más duro de lo habitual, las bajas israelíes
más elevadas (cerca de sesenta) y el grado de destrucción es enorme. Esta
guerra, feroz y descarnada, va a ser más importante que las pasadas, que también
fueron muy crueles. Cada vez parece que son peores que las anteriores,
atrapados todos en el maldito bucle del odio que no deja de enroscarse, y con
el Dios de cada uno (Yahvé o Alá) apoyándole en todo momento.
¿Solución? No la veo, salvo que viniera forzada
desde el exterior. Una delimitación de fronteras entre los dos estados,
acordada por ellos o impuesta por terceros, y una fuerza militar, nada de
cascos azules inútiles, que apostados en esa frontera, apunten hacia ambos
lados para que ninguno de ellos pueda dispararse mutuamente. Es algo ilusorio,
porque ningún país estaría dispuestos a llevar a cabo ese esfuerzo militar y
económico, y ahora mismo el ascendente de EEUU sobe Israel parece estar en un
claro declive y el islamismo de Hamas sigue recibiendo apoyo logístico y financiero
por parte de potencias suníes como Arabia saudí o Qatar. No, no veo solución a
este desastre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario