viernes, agosto 01, 2014

Tres días de tregua en Gaza


Comienzan hoy tres días de tregua pactada en Gaza entre el ejército israelí y Hamas, en los que ambos se comprometen a cesar sus ataques mutuos y abrir una ventana de oportunidad para que los civiles que viven en la franja puedan rebuscar los cuerpos de sus fallecidos entre los escombros que se suceden a lo largo de las edificaciones bombardeadas. El balance de víctimas palestinas, que supera ampliamente el millar, seguramente crecerá con fuerza a medida que se escarbe en la búsqueda de los desaparecidos y, de respetarse la tregua, las imágenes serán igual de duras a las que llevamos viendo desde hace semanas.

¿Tiene solución el conflicto palestino israelí? ¿Solución real a largo plazo? ¿O están ambos pueblos condenados a enfrentarse por los siglos de los siglos en una guerra infinita y destructiva? Cada vez soy más pesimista sobre las respuestas a estas preguntas, porque cada nueva guerra que se desata en la zona aumenta el ya infinito conjunto de agravios, recelos, venganzas y odios acumulados desde el pasado. La solución de los dos estados, uno palestino y otro israelí, viables y con fronteras seguras y establecidas, es la que parece tener más lógica y apoyo entre la población de ambas nacionalidades, pero se encuentra con el rechazo frontal de un sector de Israel, obsesionado por su seguridad, temeroso de perderla, y al que la historia le ha hecho no fiarse de nadie, y un sector palestino, el islamista, que no concibe otro destino para Israel que la destrucción. Ambas fuerzas están condenadas a enfrentarse de manera continua. Se citan, se retan, se provocan y cuando salta la chispa se pegan inmisericordemente hasta que se cansan, se retiran a los cuarteles de invierno y se recuperan de sus heridas y dolores para, en breve, volver a la condenada espiral de la provocación y vuelta a empezar. Y en medio civiles, millones de palestinos e israelíes que sólo quieren vivir en paz, algunos de ellos religiosos, creyentes de sus respectivas fes, otros ateos, agnósticos o simplemente indiferentes, que ven como sus proyectos de vida se truncan en cada guerra, que arrasa Gaza como es lo que sucede ahora o llena de miedo las calles de las ciudades israelitas al ver como cohetes lanzados desde el otro lado buscan objetivos donde caer, o terroristas surgidos de túneles ocultos aparecen salidos de la nada, atacan a las poblaciones y se vuelven amparados en la subterránea oscuridad. En estas semanas que llevamos de ofensiva queda claro que Israel podrá ganar cualquier guerra militar que desarrolle contra el islamismo terrorista, pero que esos islamistas ganarán cualquier combate de propaganda que se desarrolle delante de los medios de comunicación. Cada niño muerto por las bombas israelíes es carnaza para Hamas, es alimento para el radicalismo, y semilla de nuevos terroristas, que tarde o temprano causarán dolor al otro lado de la frontera y, veremos a ver, en nuestras propias ciudades. En esta ocasión el ataque está siendo más duro de lo habitual, las bajas israelíes más elevadas (cerca de sesenta) y el grado de destrucción es enorme. Esta guerra, feroz y descarnada, va a ser más importante que las pasadas, que también fueron muy crueles. Cada vez parece que son peores que las anteriores, atrapados todos en el maldito bucle del odio que no deja de enroscarse, y con el Dios de cada uno (Yahvé o Alá) apoyándole en todo momento.

¿Solución? No la veo, salvo que viniera forzada desde el exterior. Una delimitación de fronteras entre los dos estados, acordada por ellos o impuesta por terceros, y una fuerza militar, nada de cascos azules inútiles, que apostados en esa frontera, apunten hacia ambos lados para que ninguno de ellos pueda dispararse mutuamente. Es algo ilusorio, porque ningún país estaría dispuestos a llevar a cabo ese esfuerzo militar y económico, y ahora mismo el ascendente de EEUU sobe Israel parece estar en un claro declive y el islamismo de Hamas sigue recibiendo apoyo logístico y financiero por parte de potencias suníes como Arabia saudí o Qatar. No, no veo solución a este desastre.

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