miércoles, mayo 03, 2017

Coches de Cabify quemados en Sevilla

Imposible saber a ciencia cierta cuánto dinero se habrá facturado a lo largo de este puente en la feria de Sevilla, que ha empezado su nuevo calendario este año tras la votación del año pasado. El encendido se realiza la noche del sábado, se extiende la duración a una semana completa y, en este 2016,la coincidencia del puente del 1 de mayo, y el festivo del dos madrileño, ha abarrotado la ciudad que, según las crónicas, ni puede ya dar más de sí ni recaudar más. Cientos de millones de euros se manejan en los titulares con una facilidad tan pasmosa como sonante. El negocio en el real y en toda la urbe es completo.

En este contexto se supo ayer de la quema de varios vehículos de la empresa Cabify que se habían desplazado a la ciudad para reforzar el servicio. Cabify es una empresa que alquila vehículos con conductor para prestar servicios de movilidad, con licencias denominadas VTC. Es decir, al contrario que Uber u otras empresas de la llamada economía colaborativa, es un negocio regulado y, por llamarlo así, convencional. Eso sí, es competencia de los taxistas, dado que ofrece un servicio equivalente, y no sería de extrañar que fueran sujetos relacionados con el mundo del taxi los que han sido los responsables de este acto vandálico que retrata muy bien a sus ejecutores y pone aún más en entredicho la imagen y el futuro de un sector, el del taxi, que puede verse abocado a la desaparición en un plazo no muy lejano. En Madrid, por ejemplo, al competencia al taxi se ha disparado por, al menos, tres frentes. Por un lado, los servicios de Cabify, que operan dentro de la legalidad más absoluta. Por otro están las plataformas de alquiler de vehículos eléctricos, dos en este momento (Car2Go y Emove) a la que se ha sumado hace apenas una semana otra empresa que alquila motos eléctricas. Estas tres plataformas funcionan sólo dentro de la M30, primer anillo de circunvalación de la ciudad, pero son muy activas. Y una tercera vía de competencia es la que supone Uber, con su plataforma de conductores asociados, que trabaja en una situación legal algo más compleja y polémica que las anteriormente citadas, pero que funciona día a día y tiene elevada demanda. Por lo tanto, en el plazo de apenas un par de años, y gracias principalmente a la explosión del uso y utilidades asociadas a los smartphones (geolocalización incluida) un sector tradicional, regulado, que ejercía un monopolio de facto sobre el transporte urbano privado como el taxi, que sólo tenía como competencia al transporte público, ha visto como le han surgido, casi de la nada, alternativas que socaban su posición dominante. Los precios de las licencias de taxi, habitual indicador de hasta qué punto el mercado para el que se adquirían era cautivo, tradicionalmente disparadas, han tocado techo y empiezan a caer, porque el sector ve que los años de oro del negocio declinan y empiezan a ser historia. Y todo esto se produce antes de que los vehículos sin conductor, de los que tanto se habla, puedan llegar a nuestras calles y vidas. Se menciona la fecha de 2020, apenas tres años quedan, como la que verá hecha realidad la existencia de ese tipo de vehículos plenamente autónomos, lo que en el argot se denomina nivel 5 de autonomía, en los que no es necesario que el coche disponga de mandos para que el usuario pueda usarlos. Sea en ese año o no, lo cierto es que la tendencia a la autonomía y automatización de los trayectos va a más, y esto va a suponer una revolución inmensa en todo lo que tiene que ver con la movilidad, la mayor desde que se inventaron los propios coches, hace un siglo. Taxistas, chóferes de autobuses, transportistas, camioneros, el número de sectores profesionales potencialmente afectados por esta revolución es enorme y, las consecuencias económicas de la misma pueden serlo aún más.


Por ello, me temo, veremos muchas más acciones de terrorismo ludita como la que hemos presenciado este fin de semana en Sevilla. Muchos coches autónomos, cuando lleguen a nuestras vidas, serán perseguidos y destruidos por aquellos a los que su implantación condene al desempleo y, desde luego, elimine privilegios que hasta ahora parecían intocables. Mi consejo a esas personas es que vayan preparándose desde ya, buscando alternativas, porque el proceso que viene parece imparable y la idea de ir quemando coches por las calles sólo les va a traer perjuicios adicionales, de imagen y de todo tipo. No se cómo serán las ciudades dentro de diez años si los coches autónomos funcionan como dicen, pero casi me atrevo a asegurar que las carísimas licencias de taxi apenas valdrán nada.

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