viernes, mayo 26, 2017

El macarra de Trump por el mundo

Qué bien le ha venido a Trump la gira internacional que desarrolla esta semana para huir de un Washington en el que las acusaciones relacionadas con el contubernio ruso no hacen más que crecer. Investigadores, fiscales y medios revelen día a día noticias de enorme gravedad y ante ello, la espantada presidencial permite a Trump y su séquito vivir unos días ajenos al tumulto. Y de paso firmar infinitos contratos con las monarquías del golfo, y acudir a visitar lugares santos relacionados con las tres religiones monoteístas y asistir a las cumbres internacionales de la OTAN y del G7, en los que afirmó no creer, pero que por lo visto, considera importantes. Al menos para abroncar a los presentes.

Si alguien esperaba ayer en Bruselas a un Trump distinto al que nos imaginábamos se llevó un chasco, pero al contrario, si quería espectáculo y formas típicas de la prepotencia que ha sido marca de la casa durante toda su vida, se lo pasó en grande. La escena en la que Trumo empuja al Primer Ministro de Montenegro para ponerse delante es, además de asombrosa, una pura definición del personaje. Un comportamiento típico de macarra, de bruto de colegio, de niño malcriado que quiere su juguete, o bien un trenecito o figurar el primero en la foto, y que se salta a la torera normas, convenciones, formas y demás estilos educados de los adultos que le rodean. Esa escena resumen muy bien todo lo vivido ayer, durante la inauguración de la nueva sede de la Alianza Atlántica en las afueras de Bruselas y, de paso, un monumento conmemorativo del 11S. Muchas caras nuevas en ese encuentro, especial interés por ser la primera cita europea del recién elegido presidente francés Macron, pero sobre todo, Trump. La OTAN, no nos engañemos, es EEUU y unos mariachis europeos que aportan poco y que, hasta hace no muchos años, veían en esa organización la salvaguardia de su seguridad frente a las amenazas del oso ruso. Por decirlo de una manera muy sencilla, Europa ha subcontratado desde el final de la IIGM su seguridad a EEUU a cambio de no tener voto ni poder de decisión, y de paso ahorrarse un dineral en inversión militar. Por eso, el discurso de fondo sobre la necesidad de que Europa realizase aportaciones más importantes de sus presupuestos a la defensa común y corra con los gastos de una manera más ecuánime no es nuevo, y tiene bastante razón, y de paso serviría para garantizarnos una cierta independencia de seguridad, que ahora mismo no existe. Sin embargo, esta idea y cualquier otra, se ven completamente saboteadas si un patán como Trump pone sus manos en ella y la manosea con su estilo. La imagen de los líderes europeos escuchando el discurso de Trump, oyéndose abroncados por alguien que casi les trata como si fueran sus empleados, resultó bochornosa, y no tanto por, como algunos han comentado, la sensación de humillación ante el emperador norteamericano, que también, sino sobre todo por el destrozo, la ruptura de puentes de confianza y colaboración que cada palabra mal dicha por Trump generaba en esa Alianza Atlántica que, como un paquebote viejo, empieza a tener riesgo de naufragio en las aguas de ese océano. De golpe y porrazo asumimos que el desgobierno que se ha instalado en Washington perturba en todas las áreas posibles, no sólo la política doméstica norteamericana, al borde del desquicio. El sucio incidente de May con los servicios de inteligencia norteamericanos a cuenta de las filtraciones de información relacionadas con los atentados de Manchester nos revela hasta qué punto empieza a no ser fiable el socio más poderoso de todos los acuerdos y alianzas que tenemos firmados en el mundo. Es como para echarse a temblar.

Supongo que a Trump esto no le importa demasiado. Consiguió salir en la foto delante de todos los demás, y seguro que aún no sabe quién es el sujeto al que empujó para hacerse sitio. Y ni le importa. Su actitud y sus modos, con todo, ya ven que no son lo más preocupante de su ejercicio del poder. ¿Cuántos destrozos ocasionará este sujeto antes de que, de manera electoral o legal, sea apartado del poder? ¿Se puede permitir EEUU a un presidente que no hace sino destrozar a cada paso la imagen del país en el mundo? ¿Y los demás países de occidente, los mariachis, cómo podremos estar seguros cuando nuestra potencia “amiga” se embarca en el camino del desquicio? La gira europea de Trump nos deja demasiadas preguntas, y todas ellas muy incómodas. Ninguna es novedosa, pero cada vez urge más tratar de encontrarles respuesta.

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