jueves, mayo 25, 2017

¿Hay un comando yihadista en Reino Unido?

Continúa la investigación en torno al cruel atentado de la noche del lunes en Manchester. De momento están siendo detenidos los familiares directos del asesino, residentes en Libia, de donde provenía la familia, que huyó de Gadafi para encontrar acogida en Reino Unido. Se intenta saber si en la radicalización del autor estos familiares jugaron un papel activo o no tuvieron nada que ver, y cuáles eran los lazos de amistad del autor con otros individuos. Cada pesquisa de este tipo abre un árbol de confluencias y enlaces que puede llegar e espesarse muy rápidamente, impidiendo avanzar en la investigación. Muchas veces son sujetos fichados los que se encuentran en esas ramas, pero no tiene por qué suceder eso siempre, ni mucho menos.

Algunos expertos han empleado la expresión “salto cualitativo” para referirse a este atentado, tanto por su objetivo como forma de actuación, y no estoy de acuerdo. Creo que “el salto” se produce cuando uno está dispuesto a matar, cuando da ese paso en el que decide que la vida de los demás no importa. El resto son graduaciones, formatos, estilos, caminos, pero que parten de la base de que se ha decidido matar. Más allá de este debate, lo cierto es que este atentado tienen características propias que lo hacen más peligroso si cabe que los anteriores. Tras los sucesos de Bataclán de noviembre de 2015 hemos vivido en Europa numerosos ataques, pero con un denominador común, la ausencia de armamento. Individuos fanatizados, que daban “el salto” y decidían matar, pero que carecían de estructura terrorista dee apoyo, y le daban al ingenio (malditos sean) para lograr su objetivo. Coches, camiones, atropellos… esos ataques, algunos de una crueldad sádica, como el del 14 de julio en Niza, mostraban un cierto toque de desesperación y aislamiento. Parecía que, desde Bataclán, las fuerzas y cuerpos de seguridad habían logrado, al menos, impedir que fusiles de asalto, explosivo y armamento de cualquier otro tipo llegaran a suelo europeo, por lo que el balance de víctimas podía contenerse. El goteo de atropellos con vehículos ha disparado el número de maceteros y bolardos en las calles, generaba terror entre la población, y causaba víctimas, pero eran en cierta manera atentados “improvisados”. Impredecibles, efectivos, pero de una menor dimensión. Lo de Manchester nos vuelve a poner sobre la mesa un escenario Bataclán, con un sujeto que posee el acceso a un armamento, en este caso explosivo, una bomba que no es precisamente un juguete de feria, que ha sido elaborada con detalle por alguien o varios sujetos, que saben lo que hacen, tienen acceso a los materiales y disponen de tiempo y un espacio preparado para ello. En alguna parte de, lo más seguro, Reino Unido, hay un piso o una lonja en la que se montó la bomba que mató de manera tan salvaje el pasado lunes, y el miedo obvio, y racional, es que no sea esa la única bomba que se haya podido crear en esa localización, por ahora misteriosa. Encontrar ese maldito sitio es ahora mismo una de las obsesiones de la policía y ejército de las islas, y no dejan de rastrear pistas e indicios que les puedan llevar hasta allí. La muerte, más bien desintegración del terrorista, nos cierra la puerta más sencilla para saber quién o quienes le han ayudado a la hora de cometer el atentado, cómo y cuándo le fue suministrada la bomba, si fue adiestrado para utilizarla o usado como mero porteador mortal de un dispositivo que iba a explotar de todas todas. Como ven, las preguntas no dejan de acumularse y, en el fondo, hay una de ellas que rodea a todas las demás. ¿Hay un comando yihadista instalado en Reino Unido? ¿Hay una célula activa que trabaja para cometer más atentados?


La respuesta más sencilla, basada en la lógica y en las medidas puestas en marcha la noche del martes por el gobierno de Theresa May, es que sí, que la hay, y que va a volver a actuar. Y eso es lo que genera la sensación de miedo y de aumento de riesgo que se vive ahora mismo en Reino Unido. La experiencia española a la hora de desarticular comandos etarras, recuerden la permanente búsqueda del comando Madrid o el Donosti, ilustra a las claras lo difícil que puede ser desarticular una célula de este tipo, dar con sus componentes y encontrar sus infraestructuras logísticas y suministradores, y eso que en aquellos casos el terrorista, que por definición buscaba salvarse, dejaba inevitablemente pruebas tras huir del escenario de sus crímenes. Difícil reto el de la policía británica, pero su éxito se traducirá en menos atentados, menos muertes y mucho menos dolor. Ojalá encuentren pronto a este atajo de malditos criminales.

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