lunes, mayo 08, 2017

Macron ya es presidente de Francia

Una vez oí decir a alguien, no recuerdo quien, que los franceses, en su revolución, habían decapitado al Rey, pero que se habían quedado con las ganas de tenerlo, y por eso la república que habían creado elegía cada cierto tiempo a un monarca, dotado del poder, boato y pompa de los antiguos borbones. Viendo las escenas de ayer en París, en la noche, con la pirámide del Louvre de fondo, que enmarcaban a un Macron poderoso, dándole el aire y aura de presidenciable, uno no podía sino compartir esa impresión. Francia, en estos aspectos, mantiene unas costumbres y maneras de imperio de toda la vida, aunque ya no lo sea.

Tal y como se esperaba, Macron ganó las elecciones, con una diferencia superior a los veinte puntos sobre Le Pen, que parece mucho, pero apenas es nada. El último duelo comparable, el de 2002, que enfrentó a Chirac contra Le Pen padre, se saldó con la victoria de la democracia frente a los totalitarios por más de sesenta puntos. Desde entonces el radicalismo del Frente Nacional no ha ido sino aumentando su poder en una Francia, y Europa, convulsa y desnortada. Le Pen perdió, sí, pero se sabe ganadora de un amplio respaldo, y de lo que se ha llamado la “desdiabolización” de su movimiento, el que sea considerado como otro partido más, cuando no lo es. Pese a la derrota, puede considerarse satisfecha, y eso es una mala noticia, y nos tiene que hacer reflexionar sobremanera el que tanta gente en un país tan rico y culto como Francia vote a una opción no ya rupturista, sino simplemente neonazi. Macron ha ganado, lo que es una muy buena noticia. De todos los candidatos que se presentaban a los comicios, era mi favorito, por su discurso proeuropeo y por presentar una imagen que combina la renovación con la seriedad. Creador de un movimiento a su servicio hace apenas un año, con sólo 39 cumplidos, MAcron ha protagonizado el más fulgurante ascenso al poder en Francia visto desde la época de Napoleón, y está por ver si acabará de una manera tan sonada, aunque es casi seguro que sea de forma mucho más pacífica. En el semblante del discurso de ayer asomaba una seriedad, fruto quizás de la responsabilidad por el cargo que asume, y de miedo por lo que le viene. Habló a los reunidos en la explanada del Louvre para recordarles que los retos que tienen por delante son inmensos, y en verdad que los son. Recibe una Francia temerosa ante el terrorismo, dividida y con tendencias extremistas muy poderosas en lo político, partida en dos entre las grandes ciudades europeístas y globalizadoras frente a un interior que añora viejos tiempos y ve en la apertura de fronteras todos sus males, y una economía nacional que, aun siendo muy poderosa, poco puede hacer frente a la desatada potencia de su vecino alemán. El reto de Macron es, cierto, inmenso, lo que unido a las expectativas que ha deparado lo hace más proclive a la decepción que al éxito, pero cierto es que en la biografía de este hombre abundan los saltos al vacío que siempre acaban en mullido colchón de rosas, y que una vez que ha alcanzado la presidencia no tiene por qué tener muchos reparos a la hora de poner en marcha las medidas de política que ha anunciado, medidas que de momento son un mejunje entre izquierda y derechas, liberalismo y social democracia, lo que no tiene que ser necesariamente algo malo. Las recetas hay que usarlas con inteligencia, y ante unos problemas buenas son unas, y mejores otras ante restos distintos. En la elección de su primer ministro y gobierno veremos las primeras concreciones de su discurso y por dónde va a caminar en los próximos meses.


El sistema francés, pese a ser muy presidencialistas, tiene una asamblea nacional elegida por sufragio universal, como nuestras cortes, que también decide mucho. La elección de esa asamblea tendrá lugar en junio, dentro de un mes, y es casi seguro que en ella Macron no tendrá mayoría, lo que le obligará a pactar y ceder. De hecho tendrá que conseguir candidatos para las circunscripciones de manera apresurada, dado lo improvisado de su movimiento. En esa elección de junio se volverá a ver la fuerza que pueda tener Le Pen, la izquierda dividida y la derecha clásica, herida por la división y corruptelas varias. Volverá a ser un momento determinante para la política francesa. De momento, ayer sonó el himno de la UE en la explanada del Louvre para recibir a Macron, y eso me sabe a victoria.

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