viernes, mayo 12, 2017

Bankia y el papel del regulador

Ayer el juez Fernando Andreu dio por concluida la instrucción del caso Bankia, otra muestra de que, lenta pero segura, la justicia avanza, y redactó un escrito solicitando penas y preparándolo todo para la apertura del juicio oral. La cúpula de la entidad corre con todas las acusaciones posibles, encabezada por Rodrigo Rato y Jose Luis Olivas, este último expresidente de la valenciana Bancaja, una de las piezas que formaron el Frankenstein bancario. En su escrito, Andreu exime de culpa a dos instituciones muy relevantes, el Banco de España y la Comisión Nacional de los Mercados y Valores, la CNMV, y creo que ahí se equivoca estrepitosamente.

Una democracia, y una economía de mercado, requieren de instituciones fuertes y solventes. Hasta los fanáticos más acérrimos del liberalismo saben que son imprescindibles unas instituciones mínimas que, por ejemplo, velen por el cumplimiento y defensa de los derechos de propiedad. La dimensión y el alcance de dichas instituciones es objeto de debate desde hace siglos y, aparecer, de imposible acuerdo, pero es innegable su importancia. En economía, el papel de los reguladores es aún si cabe más importante, porque en todo momento en el mercado se encuentran agentes que poseen distintos grados de poder, incentivo, motivación e información. Si estos reguladores no hacen bien su trabajo será inevitable que unos acaben estafando a otros. Y la solidez, independencia y coherencia del regulador nos dirá mucho sobre la calidad de esa economía de mercado, de hasta qué punto es algo así o se parece más a un casino o a lo que también se conoce en la literatura, y no sólo ahí, como capitalismo de amiguetes. Si quieren leer algo ameno e instructivo al respecto, no se pierdan “Por qué fracasan los países” de Daron Acemoglu, James A. Robinson, una joya de libro. Pues bien, el caso Bankia es un ejemplo, también de libro, de fallo de los reguladores, de fracaso en su papel de vigías y controladores en todos los puntos en los que debían haber estado atentos y les correspondía por sus competencias. A quien más culpa se le puede atribuir en todo esto es al pobre Banco de España, cuyos inspectores ya advirtieron que las cuentas de Bankia eran menos creíbles que las charlas homeopáticas, y que era altísimo el riesgo de quiebra de una entidad a todas luces inviable. Esos avisos, que circulaban por el caserón de Alcalá, no fueron escuchados por los directivos de la entidad, prestos al servicio del gobierno de turno y, si fueron oídos, se olvidaron con la misma velocidad con la que el dinero se perdía en la antigua Caja Madrid. Una vez que el Banco de España da su incomprensible visto bueno, entra en escena la CNMV, al producirse la salida a bolsa de la entidad. No éramos pocos los que decíamos que eso era un disparate, y que iba a arruinar a los que, pobres, cayeran en esa trampa. Es labor de la CNMV proteger al pequeño accionista no de las pérdidas, porque el riesgo es de quien se mete en la bolsa, pero sí de las estafas, cuando se vende como sólida y segura una acción de una entidad que estaba en la quiebra. Se admite ahora que el folleto explicativo de la salida a bolsa estaba lleno de inexactitudes, datos falsos y mentiras enormes, que en definitiva era un bulo para captar a ingenuos y desplumarles en la esperanza de que fuera su dinero el que salvara a la entidad y, por supuesto, a sus dirigentes. Y ante semejante riesgo, la CNMV no hizo nada, Avaló todo el proceso, le dio una aura de seguridad y permitió que pequeños (y no tanto) accionistas cayeran en la trampa de Bankia. Tanto por acción como por omisión, los dos organismos reguladores fracasaron en sus labores, no hicieron lo debido, contribuyeron a aumentar aún más la dimensión del problema, y perdieron gran parte de su imagen y prestigio en el desastre que se produjo pocos meses después del inicio de cotización de la entidad.

Por ello, es incomprensible e injusto que ambas instituciones no sean acusadas en el escrito de instrucción, porque su parte de culpa tienen, y no poca, en todo lo sucedido. Seguramente fueron presiones políticas de primer nivel las que les obligaron a actuar así, pero aunque eso explique lo sucedido, ni las justifica ni, desde luego, exculpa. La acusación popular, con Andrés Herzogg a la cabeza, ya ha dicho que va a recurrir el auto para que esos dos organismos se sienten también en el banquillo, den explicaciones claras y se enfrente a la justicia, para que esta decida las penas que les corresponden por su negligencia y traición a la trascendental labor que tienen como partes fundamentales a la hora de crear mercado y delimitar sus funciones. El fallo institucional de Bankia fue de primera magnitud.


El lunes 15 es fiesta en Madrid y me cojo de vacación el martes 16. Si no pasa nada raro, nos leemos el miércoles 17, con los previstos calores de mayo

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