lunes, septiembre 28, 2015

Resaca electoral en Cataluña

Les confieso, aunque debiera darme pudor dado el mundo en el que vivimos, que no me he emborrachado nunca, por lo que no se lo que es la presunta sensación de euforia que se vive en pleno éxtasis alcohólico ni, obviamente, la resaca posterior. Pese a ello creo que hoy muchos catalanes se levantan con la sensación de una inmensa resaca, de un agotamiento absoluto, y más en el caso de los partidarios del proceso independentista, que convocan elecciones con una frecuencia que ni en Grecia, para ir perdiendo posiciones en cada una de ellas. Los resultados de ayer fueron muy interesantes y, en gran parte, inesperados.

Me gusta cómo titula hoy El País, Los independentistas ganan las elecciones pero pierden su plebiscito. Ellos fueron los que trataron de convertir estas elecciones en un plebiscito, en la consulta que no pudieron efectuar el 9N, y ellos son los que han destrozado una campaña electoral, en la que los partidos deben exponer a los ciudadanos sus ideas para solucionar su problemas, en un soniquete continuado sobre la independencia sí o también, sobre la desconexión y la huida. Esa irresponsable campaña ha hecho que el desempleo, el primer problema de los catalanes, como el del resto de los españoles, ni haya aparecido en los debates, y mucho menos la corrupción, de la que mucho debieran explicar algunos de los independentistas, empezando por Mas, su jefe en la sombra. Con 62 escaños, la lista de Junts per Sí gana las elecciones, pero comparados con la suma de que disponían anteriormente CiU y Esquerra, pierden bastantes. Nuevamente, Mas obtiene menos escaños a cada elección a la que se presenta. La suma de los partidos independentistas, (Junts y la CUP) alcanza la mayoría absoluta, situada en 68, con 72 escaños, pero no olvidemos que en esa suma se encuentran grupos de la derecha de toda la vida (como Artur Mas y sus huestes) y extremistas anarquistas que conforman gran parte de la CUP, y en medio un revuelto de izquierdas que se lleva mal consigo mismo. Lo que quiero decir es que si esa presunta mayoría quiere encabezar un gobierno es muy probable que acabe dividida y enfrentada entre sí. Esa victoria en escaños NO es en votos porque la ley electoral catalana, como casi todas, prima el voto rural a la hora de la representación. Así, la suma independentista obtiene 1.952.482 votos, un montón, frente a 1.964.350 de los no independentistas, a los que hay que sumar los algo más de 200.000 votos obtenidos por Unió, que no ha logrado representación parlamentaria. Por tanto, si Mas quiere ver lo de ayer como un plebiscito, no tiene más remedio que darlo por perdido, pese a las soflamas que soltó por la noche, un conjunto de falsedades en las que se otorgaba una mayoría social que no posee y que le hace subir muchos puestos en el ranking de los demagogos, en donde ya ocupaba un lugar de privilegio. Mas tendría que estar ahora en el rincón de pensar, junto a los otros dos grandes derrotados de la noche, el PP de Rajoy y Pablo Iglesias. Los antagonistas de la P, si quieren llamarlos así, cosecharon un resultado desastroso. La unión de Esquerra con Podemos obtuvo dos diputados menos que lo que sacó Esquerra en la pasadas elecciones y el PP perdió 8 diputados, pasando de 19 a 11. Es el penúltimo partido en votos y sale, de cara a las generales, muy tocado. En Cataluña, segunda comunidad por población de España, es un partido al borde de lo residual.

Los ganadores de la noche son tres. La CUP, que triplica representación, y vuelve a mostrar que cuando el panorama se radicaliza son los más radicales los que sacan más tajada, el PSC, que se consuela con una bajada de cuatro escaños que, vistas las encuestas que le daban una pérdida mucho mayor, saben a victoria (l baile de iceta ha sido rentable) y Ciudadano, el gran vencedor de la noche, segunda fuerza política, veinticinco escaños y ganadora en numerosas ciudades del área metropolitana de Barcelona. Rivera y Arrimadas han dado un golpe sobre la mesa, han logrado parar el independentismo y, de cara a las generales, se presentan con todo el terreno por delante. Una sorpresa, a media, tras unas elecciones que dejan claro que la independencia puede ser un juego de exaltados y señoritos ricos, pero no la desea la ciudadanía.

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