Llevamos
ya más de un día de frágil, insegura, pero cierta tregua entre Israel y Gaza,
tras un recrudecimiento de la tensión que ha llevado al mayor choque bélico
desde la guerra de 2014. El constante lanzamiento de cohetes desde la franja
por parte de las milicias islamistas de Hamas y la respuesta contundente del
ejército israelí dejan un balance de cuatro israelíes y veinte palestinos
muertos, cifras que sorprenden sobre todo por parte del bando israelí, donde
las víctimas suelen ser muy reducidas en este tipo de choques, a veces
inexistentes. Nuevamente el papel de Egipto parece haber sido determinante para
que las hostilidades no vayan a más.
Bueno,
y en esta ocasión a las buenas artes de la diplomacia egipcia se debe sumar un
factor ajeno, novedoso, que puede parecer ridículo, pero que no lo es en
absoluto, y es la celebración en Tel Aviv del festival de Eurovisión. Si no
recuerda mal ese evento tendrá lugar el próximo sábado 18 de mayo, y el mero
hecho de que delegaciones y turistas de casi toda Europa, y de lugares tan cercanos
como Australia viajen allí a celebrar el acontecimiento supone una presión
enorme para Israel como anfitrión. La seguridad del evento se puso en primera
línea del debate sobre el festival nada más conocerse el resultado del año
anterior, que daba el triunfo a la cantante israelí, cuyo nombre no recuerdo,
que cantaba una cosa machacona y coreografía algo horrible que tenía relación
con el baile del pollito, no estoy seguro. Ganó con gran claridad, y desde
entonces se discutió si era una buena idea juntar a tanta gente en un país en
el que el tema de la seguridad es un problema de primer orden. Normalmente Tel
Aviv, donde se celebra el acontecimiento, la capital oficiosa y el emblema de
la modernidad y la sociedad abierta que hay en Israel, se encuentra ajena a
ataques islamistas desde Gaza y a otro tipo de asaltos terroristas, mucho más
frecuentes estos últimos en Jerusalén, donde no cesan las disputas religiosas,
pero eso desde luego no supone una ausencia total de riesgos. Que una reedición
de la guerra con Hamas se produzca en medio de los ensayos y el festival es una
pesadilla para los organizadores de semejante acto y, en conjunto, para las opiniones
públicas europeas, que reniegan cada dos por tres de eurovisión pero que le
otorgan año tras año una audiencia más que respetable, casi nunca por el interés
musical y casi siempre por el morbillo de ver quién hace la puesta en escena más
chocante o, directamente, absurda. Por ello, no resulta nada extraño imaginar que
en esta ocasión, a la diplomacia de El Cairo se le habrán sumado presiones de
todo tipo, y de muchas cancillerías europeas, para rebajar la tensión entre las
partes, atemperar al gobierno israelí para que frene su ofensiva de ataques aéreos
y buscar que Irán, que es el duelo de Hamas y de la franja, obligue a su brazo
armado local a frenar sus lanzamientos. Si eso es así y al menos, durante un
par de semanas, se consigue parar una incipiente guerra, algo bueno habrá
conseguido el evento eurovisivo de este año, al margen de las canciones que en él
se presenten (probablemente tan nefastas como un bombardeo) pero queda la duda
de cómo garantizar la seguridad de la propia ceremonia eurovisiva, larga,
compleja y con muchísima gente participante en calidad tanto de público como
profesionales e invitados. El reto para Israel es enorme.
¿Y
después? Apagados los ecos de las canciones, algo que sin duda agradeceremos en
no pocos casos, ¿nada frenará un posible nuevo conflicto? La respuesta es
amarga, porque parece que así sería. La situación política en la zona es de
estancamiento, cuando no involución. Netanyahu ha conseguido ganar las
elecciones, pero el parlamento israelí está profundamente dividido y las minorías
religiosas siguen teniendo mucho peso. Hamas sigue fuerte en Gaza y su discurso
de odio no cesa, y en Cisjordania la Autoridad Nacional Palestina cada vez
tiene menos de autoridad y casi nada de nacional, con un Mahmud Abás
atrincherado en un cargo para el que ya carece de capacidad de ejercicio. La
solución de los dos estados agoniza y la actitud de Trump aquí (y dónde no) es
una fuente constante de problemas. Casi es deseable que en las votaciones de
eurovisión haya empate y al final tenga que repetirse para que la tregua dure más.
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