Ayer
fue un día en bolsa de esos que Daniel Sánchez Arévalo definiría como azul
oscuro casi negro. Lo que era una mañana de bajadas suaves se convirtió en
un mediodía de descenso consolidado y en una tarde de perforación en la que el
Ibex, con una pérdida del 2,7% no fue ni mucho menos el más castigado de los
índices europeos, así que imagínense. Wall Street abrió también a la baja y
aunque no llegó a registrar pérdidas tan elevadas, su descenso del 1,8% es más
que notable, sumado a la bajada del día anterior. Es triste para el inversor
comprobar lo que le cuesta subir al Ibex y lo fácil que cae, lo duro que es
franquear la barrera de los 9.000 y con qué facilidad se vuelven a dejar atrás.
¿A
qué se deben bajadas como las de ayer? ¿Qué significan? Es más sencillo
contestar a la segunda pregunta que a la primera, porque es de carácter general
y no condicionada al resultado de un día. De hecho, ayer a las nueve menos
cuarto de la mañana, ¿cuántos analistas veían la posibilidad de un movimiento
correctivo tan brusco? Hoy seguro que muchos afirmarán que ellos sí, pero ya se
imaginan la realidad. La respuesta de tono largo, el significado, es que
estamos en una coyuntura económica complicada, con riesgos y peligros. Han
vuelto a salir indicadores de actividad manufacturera en Europa y EEUU y dicen
que el sector se contrae, reduce sus producciones y facturaciones previstas, y
eso es síntoma de bajada de la economía. Las naciones se enfrentan al más que
probable final del largo ciclo expansivo que empezó tras la supervivencia al
derrumbe de 2008 y, si bien nadie es capaz de ponerle fecha a ese final de
ciclo y la intensidad de la inevitable bajada que vendrá tras él, no se duda de
que algo así ocurrirá. Ese es el marco de inestabilidad en el que se mueven las
bolsas, que a veces suben, otras bajan y otras se desploman, pero generan
ratios anuales que son decepcionantes (en Europa, en EEUU la cosa no tiene aún
mucho que ver) y avisan de que la complacencia se ha acabado. Este año se ha
puesto complicado para el inversor largo, el que se asienta en un título por
tiempo, para sacar réditos de sus compras, y los que han hecho negocio, muchos,
los hay, están jugando pillando precios baratos tras estas caídas bruscas y sacando
márgenes en la recuperación. Más allá del juego bursátil, las economías se
enfrían, y aunque usted crea que ni tiene dinero en bolsa ni lo que allí suceda
le afecta, debe saber que ambas suposiciones son falsas. En general, y con un
tiempo de desfase, el ciclo bursátil adelanta al ciclo económico y sirve de
indicador de coyuntura, y lo que ahora señala son curvas. Curvas motivadas,
como antes señalaba, por la propia madurez de un ciclo de crecimiento que no
puede ser eterno, y curvas generadas por los volantazos de los responsables
políticos que, con sus medidas, quizás no fomenten el crecimiento, pero desde
luego pueden ayudar a que descarrile. La guerra comercial entre EEUU y China
pilla a Europa en medio y la convierte en una de las grandes perjudicadas, y
eso cuando no son los productos europeos los sometidos a gravámenes, cosa que
va a empezar a pasar casi ya después de la decisión adoptada ayer por EEUU.
Nuevas tasas se van a imponer desde Washington que van a lesionar a muchos
productos, entre ellos vino, quesos, uvas y otras producciones que van a
lesionar seriamente a Francia y, sí, a nosotros. Las guerras son así, generan
destrozos, da igual que no te salpiquen las bombas, pero es que cuando
directamente te impactan la avería es mucho mayor. Se espera que estas
sanciones empiecen a funcionar a partir del 18 de octubre, y el daño que
generen se extenderá en el tiempo. Alemania, el motor de la UE, está bordeando
la recesión por el frenazo de sus exportaciones en los mercados globales, que
se resienten por estas disputas, y es imposible que consigamos remontar si los
germanos y el resto de naciones de la UE se ven envueltos en semejante maraña
de sanciones que, como las guerras de verdad, sólo generan represalias y contra
represalias que aumentan el daño sin cesar.
Los
datos que va mostrando la economía española son de enfriamiento no se si
acelerado, pero sí constante. La atonía del mercado de trabajo es persistente y
el ahorro de las familias ha crecido, lo que es bueno, pero lo ha hecho no por
una conversión al virtuosismo germano, sino por inquietud ante un panorama que
se oscurece. El infantil esfuerzo del gobierno en funciones y campaña de
minimizar lo que sucede en la economía es otro síntoma de que las cosas no van
bien, entre otras causas porque empieza a recordar, a escala, a otros célebres
negacionismos de crisis que quedaron sepultados por los escombros de nuestra
economía desplomada. La bolsa hará más o menos lo que quiera, pero el mensaje
que lanza es de precaución, y mucha. Así están las cosas y no parece que,
acorto plazo, vayan a cambiar de rumbo.
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