Bastantes
malas noticias estamos recibiendo en el plano económico en el inicio de este
curso, y si se fijan todas provienen de un exterior que impacta directamente en
nosotros. Eso nos vuelve a recordar que, aunque queramos negarlo, el mundo es
global, para lo bueno y para lo malo. Tristemente nuestros dirigentes políticos
siguen anclados en épocas arcaicas y pensamientos trasnochados, (lo
que dijo ayer Díaz Ayuso es de juzgado de guardia, metafórica y mentalmente
hablando) mientras que el mundo real de hoy en día camina en otra dirección;
China va hacia el liderato global, la tecnología nos supera sin freno y lo
transforma todo, la revolución verde empieza a ser una exigencia y una
oportunidad, la inteligencia artificial despunta, etc.
El
que por un conflicto entre dos empresas aeronáuticas un olivarero de Jaén vaya
a ver cerrado el mercado de exportación de EEUU es una muestra de lo compleja
que es la urdimbre económica en la que nos movemos y lo difícil, cuando no
directamente imposible, que resulta hacer previsiones sobre su evolución
futura. Analizando
un poco en detalle los sectores, productos y estimaciones de impacto de los
aranceles que ha aprobado el gobierno de Trump encuentra uno una retahíla
de sectores y zonas que van a sufrir de lo lindo, y es que el agroalimentario
es uno de nuestros principales sectores económicos, y genera riqueza, empleo y
divisas a lo largo de todo el país. Los invernaderos de Almería o la huerta
murciana o Valenciana son máquinas de generar dinero, y llenan los mercados
europeos de sus productos, siendo imprescindibles para que en el continente se
puedan consumir frutas y verduras, el mayor viñedo del mundo es La Mancha que,
junto al resto de denominaciones de origen nacionales, copan mercados
vitivinícolas en todo el mundo, somos el primer productor mundial de aceite de
oliva y sus ventas en el exterior no dejan de crecer…. Y así podríamos estar un
buen rato cantando las alabanzas propias y, sobre todo, analizando regiones,
empresas, inversiones y empleos que son los que permiten esas cosechas,
producciones y exportaciones. Cerca de mil millones de euros están implicados
en los sectores sometidos a arancel, que no es poca cosa, y tras ellos existen
empresas y familias que viven de esos negocios. La decisión norteamericana es,
además, perversamente dañina, porque ha decidido que serán los cuatro países
que participamos en el consorcio Airbus los penalizados, y esto afecta a
Alemania, Francia, Reino Unido y España, pero, ojo, no a otros como Grecia o
Italia. Y es precisamente Italia nuestro gran competidor en muchas de las
producciones que antes señalaba, especialmente en vino y aceite. Como buen país
mediterráneo, los transalpinos también producen mucho y muy bueno en ambos
sectores y, no nos engañemos, han sido más listos y hábiles que nosotros a la
hora de posicionarse en los mercados exteriores. En los últimos años España ha
hecho un enorme esfuerzo para superar esta desventaja comercial, que se ha
traducido en incrementos constantes de volumen y cuota exportadora, pero ahora
estos aranceles pueden ser muy dañinos. Artificialmente, nuestros productos
quedan penalizados frente a los de la competencia italiana, y el comprado de
EEUU, que no es muy capaz de distinguir entre unos y otros, ni realmente lo
necesita, optará lógicamente por el más barato. Si se fijan esto también es una
manera de meter una cuña en la posibilidad de respuesta de la UE como entidad,
porque es de suponer que cuando este asunto se discuta en Bruselas la opinión
será distinta en función de si el país sale beneficiado o perjudicado. Imagino
a italianos y griegos apaciguadores frente a cabreados españoles y franceses, y
eso lo perturbará todo aún más. Es bastante probable que, a la hora de
determinar qué productos y que países van a ser sancionados los norteamericanos
hayan sopesado este factor.
Otro
detalle colateral de este problema económico es que afecta a todo el país,
porque no hay región que no posea explotaciones agrarias de alguno de los
productos señalados, y para más ataca con fuerza no las zonas urbanas, sino las
ya debilitadas áreas rurales de la España vacía, que tienen en la agricultura
uno de los mayores motores económicos, en muchos casos el único. Si estos
aranceles finalmente se imponen y generan algunos de los efectos temidos, las
zonas rurales sufrirán aún más, y en algunos casos ese puede ser el último sufrimiento
que vean, porque signifique el cierre de empresas y el despoblamiento absoluto.
Toca hacer cuentas, ver cómo se responde y, sobre todo, buscar mercados
alternativos de exportación, trabajo difícil y lento donde los haya. Nos va a
tocar sudar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario