Ayer, festivo en Madrid capital,
todos los ojos de la actualidad estaban puestos en el Tribunal Supremo, donde
comparecían Carma Forcadell y el resto de miembros de la mesa del Parlament. Tras
haber traicionado a la Constitución que juraron, Forcadell y resto decidieron
traicionar a sus compañeros de sedición para eludir la cárcel y salvar su
pellejo, por lo que preventivamente han sido condenados al pago de fianzas
que les otorgan la libertad. Sólo Forcadell ha pasado esta noche en la cárcel.
Previsiblemente abone hoy los 150.000 euros exigidos (se
los puede pasar Xavir Trias de su trust) y saldrá a la calle
A donde no miraba ayer ojo alguno
era a la torre Agbar de Barcelona, edificio moderno diseñado por Jean Nouvell,
que se encuentra al principio de la Diagonal: Ese rascacielos con iluminación
llamativa y cierto aspecto fálico, ahora vacío, va a seguir así durante un buen
tiempo, y es una pena. Era la sede, flamante, emblemática, de lujo, que ofrecía
Barcelona a la UE para alojar la Agencia Europea del Medicamento, EMA en
inglés, que dejará Londres tras el Brexit. Varias son las ciudades europeas
candidatas a alojar esta agencia, y Barcelona era la indiscutible favorita para
llevarse el gato al agua, antes de que la deriva soberanista y su locura lo
ensombrecieran todo. Con el paso de los meses, y a medida que se acercaba el momento
de defender oficialmente la candidatura, cosa que sucedió hace pocas semanas,
el optimismo de la delegación española se tornó en amarga realidad. Todo era la
bronca y disturbios del 1O, las soflamas de Puigdemont y el espectáculo de la
intolerancia nacionalista. A Bruselas acudieron representantes del gobierno
central, CCAA y ayuntamiento, tratando de hacer piña, pero sus caras eran
reflejo de un fracaso anunciado. Ayer
el FT daba por descartada a la ciudad condal y otorgaba a Bratislava y,
especialmente, Milán, como finalistas de la carrera. Cerca de mil
profesionales de alto nivel económico y conocimientos forman parte de esta
agencia, y junto a ellos se desplazarán numerosos representantes del sector,
uno de los más potentes del mundo en inversiones, I+D+i y capacidad de lobby,
en lo que será uno de los polos de generación de riqueza más obvios y jugosos
imaginables. La EMA, junto a la EBA, la agencia bancaria, son las dos joyas que
estaban situadas en Londres (chicos listos los británicos, se quedaron con lo
que más dinero otorga) y la marcha de ambas, además de un golpe para la capital
británica, será un regalo para las ciudades que las acojan, sonando Frankfurt
como destino obvio del organismo financiero. Empleos de calidad, riqueza,
relevancia internacional, peso específico en el sector y todo tipo de sinergias
y oportunidades asociadas se dan en la localización de estas instituciones, y
Barcelona las ha perdido de golpe gracias a la irresponsable actitud de su dirigencia,
por así llamarla. Y decir que Barcelona las ha perdido es decir que España las
ha perdido, en lo que es otro fracaso, en esta ocasión por causas diferentes, a
la hora de otorgar a nuestro país una representación en las instituciones
comunitarias acorde a la dimensión de nuestra economía y sociedad. Estamos
infrarrepresentados en la dirigencia europea, tanto por el hecho de que no nos
valoran lo debido como que no nos lo trabajamos, y una cosa con otra generan
vacíos que otros estados miembros ocupan con gran celeridad. Lograr la EMA
hubiera sido un triunfo para el país, y perderla es, otra vez, un fracaso en el
juego de poder europeo. Y gracias al procés y la imagen que los
independentistas están sembrando de nuestro país, no esperen que logremos nada
en mucho tiempo.
Hoy Puigdemont, Junqueras,
Forcadell, Anna Gabriel y todos los que forman parte de la locura
independentista debieran explicar a los vecinos de Barcelona el por qué la
ciudad no va a acoger una inversión tan beneficiosa, y va a dejar escapar miles
de empleos de calidad, todo por su locura secesionista. El nacionalismo sólo
genera pobreza, fracaso y frustración, y eso en el mejor de los casos. Cataluña
está perdiendo muchísimo dinero, cada día, por la ceguera identitaria de todos
esos alocados personajes, y dinero que pierde Cataluña es dinero que perdemos
todos los españoles. Qué fracaso más grande el de todos, que envidia de los que
acojan la EMA. Nos deben una copa, porque se la hemos regalado.
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