Convocó Theresa May hace unas
semanas, de manera anticipada, elecciones en el Reino Unido, con un motivo
oficial y otro oficioso. El oficial era reforzar la mayoría absoluta de la que
disfrutaba el partido conservador para obtener así un aval adicional en la
negociación del Brexit frente a las autoridades de Bruselas. El oficioso es que
ni ella ni su gobierno habían ganado las anteriores elecciones, eran el
reemplazo de un desnortado Cameron, arrasado por la suicida idea del referéndum
del Brexit. Buscaba más legitimarse a sí misma que al proyecto conservador,
metido como casi todos los proyectos políticos de hoy en día en un lío
monumental. Cuando convocó las encuestas le anticipaban una clarísima mayoría
absoluta.
A esta hora de la mañana del
viernes 9 continúa el escrutinio en Reino Unido, mostrando una vez más que
algunas cosas que en la ineficiente España se hacen en un par de horas se
pueden prolongar muchas muchas más en la moderna y avanzada (y pérfida) Albión.
Supongo que May estará dándose cabezazos contra la mesita en la que deposita
sus pastas de te, dado el resultado obtenido. Los
conservadores pierden la mayoría absoluta de la que disfrutaban, y de
momento alcanzan los 311 escaños sobre los 650 que componen la cámara de
Westminster. Los laboristas, encabezados por un Corbyn que no ha logrado salir
de su discurso más propio de los años setenta que de esta época en la que
vivimos, recogen parte del descontento popular y suben mucho, hasta los 260
escaños, pero pierden las elecciones que, en un principio, vieron como un
calvario para, a medida que avanzaba la campaña, convertirse en oportunidad de
gobierno. El resto de partidos bajan, salvo los liberales, peo su ascenso de
ocho a doce escaños refleja cuál es su posición en el electorado británico.
También desciende, y mucho, el SNP, el partido nacionalista escocés, que pierde
19 escaños y pasa a tener 35, en lo que puede interpretarse como un voto de
castigo del electorado después del Brexit y la no concreción del referéndum o,
más probablemente, un hartazgo del discurso nacionalista, que resulta cansino
en todas partes. Bajan, y muchísimo, los votos que ha recibido el UKIP, el
partido ultranacionalista que logró un sí en el conjunto del país en el referéndum
del Brexit, pasando del 12,6% de los sufragios a apenas un 2%, en lo que puede
considerarse una buena noticia. Al parecer los conservadores han logrado que
gran parte de ese voto ultra que les había abandonado vuelva al partido de toda
la vida, con lo que la bajada en escaños de May se ve compensada por el ascenso
en voto porcentual que experimenta su partido, que pasa del 36,9% al 43%. El
sistema electoral británico, mayoritario puro en cada una de las 650
circunscripciones que escogen candidato, tiende a crear parlamentos estables y
poco fragmentados, y los resultados que estamos viendo nos vuelven a poner
sobre la mesa un escenario bipartidista, tras un periodo de ascenso de
formaciones ajenas a los dos grandes, tanto racionales como ilógicas, pero sin
mayoría estable que permita un gobierno sólido. No conozco bien a alguno de los
pequeños partidos que han logrado representación, que pueden ser decisivos,
como los liberales, para llegar a acuerdos de gobierno, pero esa sensación de
falta de mayoría se traducirá en indeterminación, necesidad de pactos y un
Parlamento con mucho más peso en la vida diaria, a la vez que más complejo de gestionar.
Se habla ya del “hung parlament” o Parlamento colgado, haciendo referencia a la
falta clara de tendencia de gobierno que arrojan a esta hora los resultados.
De cara a la negociación del
Brexit, la ausencia de mayoría clara debilita notablemente la posición de Reino
Unido. Si hubiera salido exitosa de su envite y logrado revalidar una mayoría
absoluta, May podría exhibir una posición de fuerza negociadora que nos hubiera
hecho más daño al resto de europeos (y desde luego, aunque ella no fuera
consciente, a los propios británicos). Este resultado complica el panorama
negociador y le añade, si cabe, aún más incertidumbre. El futuro de la propia
May está algo en el aire, después del chasco que han supuesto estos resultados
frente a sus aspiraciones. Ha ganado, sí, pero en el fondo ha perdido. ¿Seguirá?
¿renunciará? Su futuro se ha complicado mucho más de lo que esperaba.
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