En medio de la desastrosa gestión
británica de los atentados del sábado noche en Londres, y la inmisericorde
actitud con los familiares de las personas desaparecidas tras el ataque (el
español Ignacio Echevarría y otro par de extranjeros, franceses creo recordar)
la noticia sorpresa de la semana ha sido el boicot que Arabia Saudí y sus
satélites han impuesto a Qatar, monarquía teocrática que rige uno de los
estados del Golfo Pérsico, cuya principal distinción con el reino saudí es la
de la dimensión del país y la cuantía de la arena sobre la que se asienta la
dictadura de ambas naciones. Como mínimo, estamos ante un mayúsculo ejercicio
de hipocresía.
La orden de los saudíes,
secundada rápidamente por Bahrein, EAU, Egipto, y a la que se han unido
posteriormente otras naciones musulmanas, árabes o no, parte de las acusaciones
contra el régimen de Qatar de ser una de las fuentes de financiación del terrorismo
yihadista. Por ello, los saudíes y el resto de naciones han decretado la
ruptura de relaciones diplomáticas, el decreto de expulsión, en dos semanas, de
los residentes qataríes que se encuentren en los países acusadores y un bloqueo
comercial en toda regla que, creo, incluye la prohibición de operar a las
líneas aéreas del emirato, que son muy famosas en España por patrocinar a un
equipo de fútbol. El impacto inicial de esta andanada ha sido serio, con caídas
de la bolsa de Qatar de un 8%, poca cosa si lo comparamos con el Popular, pero
mucho si uno tiene allí sus ahorros, y una cierta sensación de pánico y
desabastecimiento en la población del reino afectado, porque estos países del
Golfo lo importan todo, empezando por la comida. ¿Por qué digo que esto es un
enorme ejercicio de hipocresía? Porque tiene su gracia (ninguna, la verdad) que
sea Arabia Saudí, la mayor de las dictaduras de la zona, la encargada de
exportar a todo el mundo musulmán el wahabismo, esa versión rigorista y fanática
de la religión que tan bien se adapta a objetivos terroristas, que sea el reino
de los Saud, el mayor financiador global de causas extremistas en el mundo, el
que encabece una revuelta contra uno de sus países vecinos que, la verdad,
practica las mismas y nefastas políticas, solo que a escala. Me da en la nariz
que lo único que hay en este conflicto es un juego de poder regional, y el
deseo de los Saud de atar el corto a un emirato, Qatar, que empezaba a
disputarle la competencia por el poder económico regional. En una época de
precios del petróleo a la baja, Qatar ha sido de los primeros países de la zona
que ha visto, y logrado en parte, desarrollar una economía diversificada, con
alternativas al crudo. Su nombre se asocia a eventos deportivos (compraron el
mundial de 2022) y culturales, y su aerolínea es de las más competitivas del
mundo. Dada la dimensión del país su nombre es mucho más relevante de lo que le
corresponde, y eso quizás haya alarmado a los saudíes, que se enfrentan a la
necesidad de esa misma diversificación, y lo que menos pueden consentir es
tener un competidor a las puertas de casa. Sumen a eso la necesidad de Riad de
convertirse en el líder mundial del islam suní frente al odiado chiismo iraní y
tendrán otro motivo para que los Saud actúen como gallitos en lo que creen que
es su corral. Y para dar más argumentos, el inefable Trump. En la visita de
hace un par de semanas al reino, Trump firmó alucinantes contratos de venta de
armamentos con unos importes tan apabullantes como el calor que se vive en las infinitas
arenas de la península arábiga (y este fin de semana en España). Sale
ahora Trump todo orgulloso de este acto de hostigamiento a Qatar, y dice que es
por influencia suya…. ¿Se negaron los qataríes a participar en acuerdos
comerciales con Trump y ahora lo pagan con el boicot? No lo descarten.
Y sobre el tema aducido para la
medida, la financiación terrorista, me moriría de risa si no fuera porque
estamos ante un tema tan trágico y serio. No hay pruebas concluyentes, y si las
hubiera no se darían a conocer, porque hay que llenar el depósito del coche
todos los días, pero la colaboración de todas las monarquías teocráticas del
Golfo con movimientos como Al Queda o DAESH es algo más que un extendido rumor
global. Y al frente de todas ellas está Arabia Saudí. Nunca olvidemos hasta qué
punto todos esos países no son otra cosa que enormes y crueles dictaduras, regímenes
familiares que someten a sus ciudadanos a estilos de vida semifeudales, que
sobreviven gracias a que los coches en todo el mundo se mueven con petróleo, y
que el del Golfo es el más barato, sencillo y accesible de los existentes. Ese,
sólo ese, es su poder y garantía de existencia futura.
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