Las redes sociales sirven para
muchas cosas, y una de ellas, quizás la más tonta, es para extender hasta el
infinito las polémicas y broncas de todo tipo, convirtiendo a veces esas redes
en una inmensa charca llena de mosquitos chapoteantes de la que uno desea huir
sin pensárselo dos veces. Es una pena, pero resulta más habitual de lo que
parece. Mi actitud ante estos temas se parece bastante a la que aplico en la
realidad. Rehúyo la bronca, la eludo, no participo y, si puedo, no la sigo. A
veces es imposible no enterarse de ella y pensar en una postura al respecto,
pero no la expongo ni interactúo, por no verme envuelto en una trifulca en la
que, pase lo que pase, soy débil y acabaré perdiendo.
La
última batalla se ha dado al respecto del este artículo sobre los millenials
publicado en El País. Se considera que la generación “millennial” son los
nacidos entre 1981 y 1997, por lo que en este año 2017 se estima que están en
la franja de edad de los 20 a los 35 años. El artículo, que plantea una
reflexión de fondo bastante interesante, se ceba demasiado en un argumento que
todos hemos escuchado alguna vez y que, a partir de cierta edad, empleamos como
propio, y es la escasa capacidad de la generación que nos sigue, lo poco
preparados que están lo más jóvenes y el destino ruinoso del mundo que será
inevitable cuando caiga en sus manos. Ya Cicerón estaba preocupado de la
decadencia romana cuando observaba el comportamiento de sus jóvenes, por lo que
se puede decir que es este un argumento universal, basado en la falacia de que
no hay nada mejor que uno mismo ni la generación que uno encarna. En tiempos
como estos de cambios de alta velocidad y sentido confuso, esa sensación se
acrecienta aún más si cabe. Parece que los años estables del pasado fueron una
arcadia ante el caos que vivimos ahora, que el dominio tecnológico que nos
rodea es una perturbación de la naturaleza humanan y sus virtudes, y que ese
añorado pasado que uno encarna, y que vivió en persona, era el punto ideal. No
nos engañemos, esa sensación es errónea. Mi padre usaba idénticos argumentos,
expresados de una manera bastante más burda, eso sí, para calificar como
inútiles a todos los que eran más jóvenes que él, “porque no sabíamos hacer
nada ni nada sabíamos de la vida”. ¿Tenía razón? En parte sí, pero en gran
parte no. El mundo que conoció en su juventud sólo existía en fotos tomadas en
aquella época, y creo que gran parte de su crítica exponía sobre todo su
sorpresa ante cómo afrontar un mundo que no acababa de entender. A los que
somos de la generación llamada X, la antecesora de los “millennials”, nacidos
entre 1965 y 1980, y que ahora tenemos entre los 35 y 50 años, nos encanta
rememorar lo que hacíamos en, por ejemplo, EGB, y como ahora nuestra franja de
edad es la que empieza a ser la poseedora de las rentas e ingresos más altos de
la sociedad, nuestros gustos imponen modas comerciales. Dentro de quince años es
muy probable que se viva un proceso de añoranza de la “grandiosa ESO” que era
lo mejor de lo mejor, no como eso que hay ahora (a saber lo que habrá entonces)
y desde luego mucho más avanzada que esa carca de la EGB, que ya pocos recordarán,
como ahora no se habla mucho del PREU, salvo entre los jubilados que lo
tuvieron que realizar en sus tiempos. Y así hasta el infinito. Como en la película
de Woody Allen “Midnight in Paris” cada generación añora un pasado mítico que
no lo fue, y que en su momento se veía como decadente respecto a un pasado
anterior que, ese sí, era genial. Este tipo de engaños mentales sólo conducen a
la melancolía.
No se cuál será el destino de los
“millennial”, ni del mundo que les tocará gestionar, igual que no se ni cuál es
mi propio destino ni lo que hacer en gran parte con mi vida. Creo que la
formación que posee esa nueva generación es inferior a la nuestra, pero que se
van a enfrentar a retos distintos, propios, y que tendrán que superar como
puedan. En ella se esconden miles de individuos con característica, sueños,
limitaciones y posibilidades muy distintas. Cometerán errores viejos y otros
nuevos, solucionarán problemas viejos y crearan nuevos, como lo han hecho todas
las generaciones habidas, y no dejarán de oír en todo momento la crítica de las
generaciones mayores. Ya les tocará a ellos mirar mal y criticar con saña a los
nacidos a partir del año 2000, que eso seguro que serán mucho mucho peores….
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