miércoles, junio 21, 2017

Nos acostumbraremos al terror yihadista

La secuencia es constante, pertinaz y acelerada. En la noche del domingo al lunes, un ataque terrorista islamófobo en Londres, con el empleo de un vehículo para atropellar a creyentes que salían de una mezquita. En la tarde del lunes, un frustrado atentado contra una patrulla policial en los Campos Elíseos de París, con el saldo de un muerto, el atacante. Ayer por la noche otra intentona, aparentemente frustrada, esta vez en la estación central de ferrocarril de Bruselas, donde un individuo hizo estallar una maleta bomba, tras lo que fue abatido por patrullas del ejército que vigilan la zona de manera constante. Y hoy, a saber qué.

Al final nos acabaremos acostumbrando a los zarpazos del terrorismo islamista, y eso será bueno. Esta frase que acabo de escribir requiere muchas explicaciones y matices, porque leída así de seguido parece contener un grado de resignación y aceptación que es dañino, y no es ese el sentido que quiero darle. Por acostumbrar no quiero decir aceptar, normalizar, asimilar o cosas por el estilo, sino más bien referirme a una actitud para gestionar este tipo de hecho, actitud que, por desgracia, sabemos muy bien cómo llevar en España. Durante décadas los zarpazos de ETA estaban ahí, a veces de manera explícita, con disparos, bombas y matanzas, pero siempre en el ambiente. ETA era una realidad con la que se convivía. Se mantenía una lucha constante contra ella por parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad, y poco a poco la población se fue encarando frente al terror, pero siempre estaba ahí. En cualquier momento podía saltar la noticia, los teletipos de urgente eran asociados, por defecto, a atentados etarras, y en pocas ocasiones ese vínculo resultaba ser erróneo. Pese a ello la sociedad no se detenía, el miedo no nos paralizaba. Madrid, esta ciudad, que sufrió atentados de un salvajismo difícil de imaginar, se mantuvo vivo y en auge mientras que un comando homónimo se paseaba por sus alcantarillas maquinando desgracias y, en algunos casos, ejecutándolas. Pocos son los paralelismos que existen entre el terrorismo yihadista y el etarra, pero uno es el fundamental, la generación de víctimas y, con ello, la manera en la que la sociedad debe gestionar el miedo que provocan. El yihadista va a intentar atacarnos cuándo, cómo y cuánto pueda, disponga de medios para ello o no, y la sociedad debe estar preparada para resistir esos golpes, para mantenerse serena, para no dejarse llevar por la histeria y no responder de la misma manera. Esto último es uno de los deseos más profundos de todo terrorista, y supone una de sus victorias si al final se produce. Responder al terrorismo con terrorismo sólo beneficia a los terroristas, y esta lección también la hemos aprendido, desgraciadamente, en España. Cierto es que frente al terrorismo clásico de objetivos limitados, el actual yihadismo crea una sensación de pánico colectivo que impide actuar muchas veces con serenidad, tanto como individuos como, sobre todo, como sociedad, pero debemos mantener la sangre muy fría. Esta semana se han recordado los treinta años de la matanza de Hipercor, en la que ETA dio una lección práctica a los futuros yihadistas de cómo se puede asesinar en masa y de manera indiscriminada. En medio de declaraciones estúpidas, fruto de un nacionalismo enajenado, las víctimas de Hipercor representaron en su momento el terrorismo aleatorio, indiscriminado, total, generador de ese pánico social que ahora asociamos al yihadismo. No olvidemos, por tanto, que no nos enfrentamos a algo completamente nuevo, aunque así nos lo parezca.


Durante el Blitz, el bombardeo alemán sobre Londres de la primera fase de la IIGM, el gobierno de Churchill creó ese lema “Keep calm and carry on” que ahora se ve versionado en camisetas por todas partes (daría para otro artículo la moderna banalización de estos y otros símbolos) para que la gente siguiera con sus actividades normales y la ciudad no se detuviera. Londres logró no pararse, y eso también contribuyó a su victoria. Ante ese enorme reto los londinenses nos dieron una lección a todo el mundo, nos mostraron un camino, muy difícil, para ganar al terror. Sigamos su ejemplo. No cesan de trabajar quienes nos protegen y persiguen a la amenaza, pero cada uno de nosotros, desde nuestro modesto lugar, mantengamos la calma y venzamos al terrorismo con nuestra actitud diaria.

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