Hace una semana me refería al fuego
criminal y asesino que mataba y destruía en Portugal y Londres. En aquellos días,
ante la catástrofe portuguesa, fueron varias las voces que se alzaron para
decir que en España estamos más preparados ante los incendios y que nuestros
sistemas de vigilancia, prevención y extinción son de los mejores. No soy
experto en la materia, por lo que no opinaré al respecto, pero lo que sí
reclamaba cuando hoy estas palabras era prudencia, prudencia porque un
incendio, provocado o no, tiene un comportamiento caótico e imprevisible, y si
todo se pone en contra no hay medio que sirva para atajarlo.
Siete
días después, la tragedia forestal se vive en nuestro país, y a las puertas del
Parque de Doñana, uno de los espacios naturales míticos cuya supervivencia
siempre se encuentra bajo amenazas de todo tipo. El fuego comenzó en la noche
del sábado, mientras yo asistía en Madrid al final de fiesta de las nueve
novenas organizado por el CNDM en el Auditorio y aledaños, y si allí los
urbanitas contemplábamos fuegos artificiales para despedir el espectáculo
musical, en Mazagón y alrededores era fuego de verdad lo que los aterrados
vecinos contemplaban desde sus casas, llamas violentas, agitadas por un viento
racheado y cambiante que las hace bailar sin orden ni concierto, saltando de
copa en copa y extendiéndose en múltiples frentes sin que el trabajo sin
descanso de cientos de profesionales y voluntarios sea capaz, por el momento,
de perimetrar el fuego y, aún menos, controlarlo. La zona, que no conozco,
ofrece por las imágenes un paisaje lleno de pino mediterráneo, de estrecho y
resinoso fuste y ancha copa, que arde con facilidad cuando el fuego le alcanza.
Parece un paisaje relativamente llano y muy humanizado, por lo que los medios
terrestres no tienen muchas dificultades para acceder a los focos del fuego y
montar, en su caso, cortafuegos o barreras que traten de páralo. Es el viento
el enemigo, el que lo está complicando todo y hace que la lucha sea, por
momentos, estéril. Y luego está el miedo de los ciudadanos, miles de personas
en una zona de localidades turísticas no pequeñas, y que a estas alturas del
año ya a cogen a miles de visitantes, con el atractivo de las playas, dunas y
el bosque que ahora arde ante sus ojos. El miedo de muchos residentes,
agudizado tras lo visto en Portugal, que se convierte en histeria cuando se
anuncia el cierre de carreteras y el consiguiente aislamiento de localidades
que, remansos de paz hasta hace unas horas, se convierten en prisiones rodeadas
por el fuego. La propia Mazagón o Matalascañas han estado, por algunas horas,
bloqueadas, con las entradas y salidas cerradas y todo tráfico suspendido para
evitar que suceda cualquier tipo de desgracia. Y hay que reconocer que, de
momento, no ha habido heridos ni fallecidos en este desastre, lo cual es muy
meritorio, dado como señalo la cantidad de gente que reside en ese entorno y los
cientos y cientos de personas que trabajan contra el fuego, en condiciones de
una dureza difícil de imaginar, arriesgando sus vidas en cada momento y, en
muchos casos, a merced de su pericia y la suerte. Hace una semana eran esos
bomberos y otros profesionales los héroes en Portugal. Hoy son otros bomberos,
la UME, protección civil, voluntarios, pilotos de aviones y helicópteros, y
muchos otros, los héroes a los que debemos apoyar y rendir nuestra más sincera
admiración. Es durísimo y muy peligroso el trabajo que están desarrollando, e
inmenso el mérito que contraen al llevarlo a cabo.
Frente a esos héroes, los
malvados que, probablemente, estén detrás de este y de otros incendios. Es
pronto para hablar de las causas, pero se comenta que el término “provocado”
circula por muchas bocas en el entorno del desastre. Si es así, me da igual la
causa, sea agrícola, inmobiliaria, imprudente, venganza o el argumentario que
quieran utilizar. Todo incendio es un desastre, un atentado a la naturaleza, al
patrimonio y a la vida de la zona en la que se desarrolla, el más cruel y letal
atentado que imaginarse uno pueda. La justicia sigue sin perseguir ni castigar
como es debido a los autores e inductores de estos desastres, algunos de los
cuales debieran pasarse el resto de sus vidas encerrados, viendo que es ese el largo
tiempo que necesita la naturaleza para tratar de regenera las heridas que se le
han hecho.
2 comentarios:
Muchas gracias David por tu apoyo, hemos pasado un fin de semana infernal, con el miedo de perderlo todo.
Las llamas han pasado muy cerca, pero gracias a toda la organización, voluntarios, bomberos, militares, guardia forestal, etc... No debemos lamentar perdidas humanas. Ya veremos que ocurre con los habitantes del bosque, me consta, que ha habido algunos rescates también, liebres, linces, caballos, etc...
Personalmente, me he dado cuenta de que al final, me importaba muy poco perder lo material, a pesar de ser evacuados dos veces hemos conseguido ser "felices" dentro de toda esta catástrofe, nuestra familia, vecinos, amigos, conocidos, turistas... Todos estábamos a salvo de las llamas y lo celebramos sentados en el suelo, sin nada, solo nosotros y nuestra comunidad.
Gracias a vosotros por mantener ese espíritu en medio de la devastación. Ahora toca reconstruir lo destruido, con mucha paciencia y trabajo. Todo el ánimo y apoyo del mundo para esa tarea ya no tan visible en los medios, pero tan necesaria.
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