miércoles, octubre 30, 2013

El espionaje que se espía a sí mismo


Imagino desesperados a los guionistas de Hollywood o de las series televisivas. Se pasan todo el día devanándose los sesos, tratando de crear tramas confusas, apasionantes, que enganchen al espectador, y cada mañana de estos últimos días se desayunan con unas noticias en los periódicos que dejan a sus argumentos de intriga a la altura de meras comedias infantiles. Ver como todos los días siglas como las de NSA, CIA, o M16 y generales de alta graduación responsables de dichos organismos hacen declaraciones sobre secretas redes de espionaje y sus tentáculos mundiales hacen que sea innecesario ver películas de intriga o espionaje. Ya vivimos inmersos en una de ellas.

En todas las informaciones que salgan sobre este tema hay que tener mucho cuidado porque, por definición, no se sabe lo que es cierto, mentira o intoxicación. Así, con esta salvaguardia siempre en mente, resulta interesante observar la evolución de las declaraciones del gobierno norteamericano al respecto de las filtraciones, y como su versión cambia cada más o menos tres días, lo que da una muestra del resbaladizo terreno en el que nos movemos. La semana pasada, los portavoces autorizados de los organismos oficiales norteamericanos hacían lo que era de esperar. Negar la mayor y decir que las informaciones eran falsas. Obviamente nadie se creyó esas afirmaciones. Pocos días después la versión variaba, haciéndose más creíble, afirmando que espiar espían todos y que no debíamos escandalizarnos por ello. Esta declaración era una forma de echar balones fuera, sí, pero era cierta, y ha sido la base de mi argumentario a lo largo de estos últimos días. A medida que el escándalo crecía y que se sospechaba de que la lista de la compra de Angela Merkel era motivo de apuestas en los cuarteles de la NSA y los millones de llamadas telefónicas intervenidas en España daban un cariz muy distinto a lo sucedido, las autoridades de EEUU dieron una tercera versión, la más incierta y equivocada de todas, que venía a decir que el Presidente Obama no estaba al tanto de todo lo que hacía la NSA y que, en cierta manera, el espionaje estadounidense se había extralimitado e ido mucho más allá de lo debido. Estas afirmaciones, de ser ciertas, serían muy graves, porque si mal está que se nos espíe por parte de un gobierno ajeno peor es aún que dicho espionaje se haga a espaldas de ese propio gobierno externo, como queriendo decir que el poder del espionaje es superior al del gobernante de aquel país y que el control de la nación realmente no está en los poderes elegidos para ello. Algunos opinan que esto es realmente lo que sucede, y argumentos no les faltan, pero asumir esto sería un paso muy peligroso de cara a valorar el funcionamiento de nuestras naciones y la legitimidad de los poderes en las que se asientan las instituciones, y no lo voy a dar. En todo caso, esas afirmaciones, que trataban de librar a Obama de este marrón, lo ensucian aún más. Ante el revuelo organizado, creciente por momentos, alimentado por un sentimiento de paranoia siempre presente en determinados núcleos de población y que se ve espoleado por noticias como estas, las últimas declaraciones provenientes del otro lado del Atlántico, emitidas por el general responsable de la todopoderosa NSA ante el Congreso norteamericano (¿Qué envidia, verdad?) que suponen la cuarta versión sobre este asunto, enturbian un poco más si cabe el panorama, dado que el general Keith Alexander, que así se llama el alto mando, ha acusado a las organizaciones de espionaje europeas propias de cada país de ser las que realmente procedían a realizar esas escuchas, interceptaciones o espionaje, y que luego compartían los datos con la NSA, de tal manera que los americanos “sólo” recopilaban y utilizaban la información que era obtenida, en cada país, por parte de los servicios locales.

Es decir, que desde ayer no sólo el espionaje norteamericano se encuentra bajo la acusación de haber violado nuestra intimidad, sino que el CNI español en España, el M16 en Reino Unido y así uno por uno los servicios europeos de espionaje se encuentran, de golpe, implicados presuntamente en unas tramas de espionaje que violan en gran medida cada una de las legislaciones nacionales, si finalmente se demuestra que todo esto es cierto, o alguna parte, o un trozo. Los documentos filtrados por la red de Snowden que hoy se publican señalan que sí existe esa colaboración estrecha y activa entre servicios de inteligencia, lo que por otra parte tampoco sería una gran sorpresa, pero contribuye a enmarañar aún más una historia que, lejos de aclararse, se oscurece a cada paso que da.

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