Imagino desesperados a los
guionistas de Hollywood o de las series televisivas. Se pasan todo el día
devanándose los sesos, tratando de crear tramas confusas, apasionantes, que
enganchen al espectador, y cada mañana de estos últimos días se desayunan con
unas noticias en los periódicos que dejan a sus argumentos de intriga a la
altura de meras comedias infantiles. Ver como todos los días siglas como las de
NSA, CIA, o M16 y generales de alta graduación responsables de dichos
organismos hacen declaraciones sobre secretas redes de espionaje y sus
tentáculos mundiales hacen que sea innecesario ver películas de intriga o
espionaje. Ya vivimos inmersos en una de ellas.
En todas las informaciones que
salgan sobre este tema hay que tener mucho cuidado porque, por definición, no
se sabe lo que es cierto, mentira o intoxicación. Así, con esta salvaguardia
siempre en mente, resulta interesante observar la evolución de las
declaraciones del gobierno norteamericano al respecto de las filtraciones, y
como su versión cambia cada más o menos tres días, lo que da una muestra del
resbaladizo terreno en el que nos movemos. La semana pasada, los portavoces
autorizados de los organismos oficiales norteamericanos hacían lo que era de
esperar. Negar la mayor y decir que las informaciones eran falsas. Obviamente
nadie se creyó esas afirmaciones. Pocos días después la versión variaba,
haciéndose más creíble, afirmando que espiar espían todos y que no debíamos
escandalizarnos por ello. Esta declaración era una forma de echar balones
fuera, sí, pero era cierta, y ha sido la base de mi argumentario a lo largo de
estos últimos días. A medida que el escándalo crecía y que se sospechaba de que
la lista de la compra de Angela Merkel era motivo de apuestas en los cuarteles
de la NSA y los millones de llamadas telefónicas intervenidas en España daban
un cariz muy distinto a lo sucedido, las autoridades de EEUU dieron una tercera
versión, la más incierta y equivocada de todas, que venía a decir que el
Presidente Obama no estaba al tanto de todo lo que hacía la NSA y que, en
cierta manera, el espionaje estadounidense se había extralimitado e ido mucho
más allá de lo debido. Estas afirmaciones, de ser ciertas, serían muy graves,
porque si mal está que se nos espíe por parte de un gobierno ajeno peor es aún
que dicho espionaje se haga a espaldas de ese propio gobierno externo, como
queriendo decir que el poder del espionaje es superior al del gobernante de
aquel país y que el control de la nación realmente no está en los poderes
elegidos para ello. Algunos opinan que esto es realmente lo que sucede, y argumentos
no les faltan, pero asumir esto sería un paso muy peligroso de cara a valorar
el funcionamiento de nuestras naciones y la legitimidad de los poderes en las
que se asientan las instituciones, y no lo voy a dar. En todo caso, esas
afirmaciones, que trataban de librar a Obama de este marrón, lo ensucian aún más.
Ante el revuelo organizado, creciente por momentos, alimentado por un
sentimiento de paranoia siempre presente en determinados núcleos de población y
que se ve espoleado por noticias como estas, las últimas declaraciones provenientes
del otro lado del Atlántico, emitidas por el general responsable de la
todopoderosa NSA ante el Congreso norteamericano (¿Qué envidia, verdad?) que
suponen la cuarta versión sobre este asunto, enturbian un poco más si cabe el
panorama, dado que el
general Keith Alexander, que así se llama el alto mando, ha acusado a las
organizaciones de espionaje europeas propias de cada país de ser las que
realmente procedían a realizar esas escuchas, interceptaciones o espionaje,
y que luego compartían los datos con la NSA, de tal manera que los americanos “sólo”
recopilaban y utilizaban la información que era obtenida, en cada país, por
parte de los servicios locales.
Es decir, que desde ayer no sólo el espionaje
norteamericano se encuentra bajo la acusación de haber violado nuestra
intimidad, sino que el CNI español en España, el M16 en Reino Unido y así uno
por uno los servicios europeos de espionaje se encuentran, de golpe, implicados
presuntamente en unas tramas de espionaje que violan en gran medida cada una de
las legislaciones nacionales, si finalmente se demuestra que todo esto es
cierto, o alguna parte, o un trozo. Los
documentos filtrados por la red de Snowden que hoy se publican señalan que sí
existe esa colaboración estrecha y activa entre servicios de inteligencia,
lo que por otra parte tampoco sería una gran sorpresa, pero contribuye a
enmarañar aún más una historia que, lejos de aclararse, se oscurece a cada paso
que da.
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