Muy curioso fue lo que pasó ayer
en Génova 13, la sede madrileña del PP, y revelador del grado de enfrentamiento
que existe dentro del partido y, en general del país, dado que nos hemos
convertido en una banda de pobres, egoístas y cicateros, y en momentos de
necesidad como los presentes no vemos más allá de nuestro interés particular y
el más corto de los plazos. La
jornada empezó con la discusión de una propuesta presentada por Alicia Sánchez
Camacho, líder del PP en Cataluña, para repensar el modelo de financiación y
acabó con Sánchez Camacho desautorizada y todos enfrentados.
Muy ingenua creo que es Sánchez
Camacho si piensa que la bola soberanista creada en Cataluña, de manera
artificial, pero que ha adquirido consistencia, se va a desinflar con una
modificación del sistema de financiación autonómica, modificación que, por otra
parte, es obligatoria hacer dado que el modelo vigente, fracasado, ya no da más
de sí. Por lo que he visto la propuesta de Camacho se basa en dos principios:
Ordinalidad, que significa que el orden de recepción de los ingresos por parte
de las CCAA se desvíe lo menos posible del orden de aportaciones (las que más
pagan estarán entre las que más reciben) por lo que se limita el “volumen” de
solidaridad del sistema en su conjunto, y un trato diferenciado a Cataluña
respecto al resto de CCAA del territorio común. Lo primero es discutible porque
es una cuestión de grado y reparto, pese a que genera mucha polémica, pero lo
segundo lo veo mucho más difícil, y eso que vivimos en un país que,
constitucionalmente, define ciudadanos de dos clases. Aquellos que viven en
territorio foral, País Vasco y Navarra, que cuentan con régimen fiscal propio y
pagan los costes generales del estado vía cupo, y el resto, ese llamado
territorio común, en el que un mismo sistema sirve para ingresar, distribuir y
gastar, independientemente del territorio. Si a Cataluña se le saca del
conjunto común no se le puede incorporar al régimen foral, porque la constitución
no lo contempla, y porque, ahora que no nos oye nadie, el conjunto de las
finanzas españolas no podrían sobrevivir con una Cataluña que liquide cupo y
nada más. Por ello es difícil, jurídicamente hablando, establecer un encaje
intermedio, y no les cuento políticamente, porque una situación de privilegios
para uno es vista de manera inmediata como una situación de agravio por el
resto, y empiezan las broncas, peleas y palabras gruesas. Les confieso que me
hubiera gustado mucho estar ayer en la reunión de Génova, o al menos haber
podido oírla en directo, porque a buen seguro se tiraron varios trastos a la
cabeza unos y otros. Hasta ahora el PP mantenía una postura unitaria y firme en
lo referente a la financiación autonómica, y el PSOE cambiaba de idea más o
menos cada trimestre. Desde ayer tengo claro que nadie tiene ya clara su
postura al respecto, y que a medida que pase el tiempo vamos a escuchar mucho
más a los barones regionales de cada territorio, de ambos partidos,
reclamándolo todo para sus regiones y nada para las demás, que son todas unas
insolidarias. Y se quedarán muy a gusto al decirlo y tendrán el pagado coro de
aduladores, vestidos en ocasiones de manera pintoresca y tradicional, alabando
la firmeza mostrada. En fin, como en una comunidad de vecinos mal avenida,
llena de inquinas, roces y, por lo visto, mensajes grabados a punta de navaja en
la puerta del ascensor.
Y todo esto en medio de un panorama decadente y
de depresión económica, que hace inviables varias de las CCAA existentes, que debieran
optar por la disolución antes de seguir absorbiendo recursos ingentes
destinados a mantener la falacia de un entramado institucional que no se sostiene,
que creció de manera salvaje en la era de la burbuja y que no podrá seguir
existiendo en la época de la escasez en la que nos va a tocar vivir muchos
años. Ese es el problema de fondo de la financiación autonómica, que no hay
fondos, y no se quiere ni ver ni afrontar de manera seria y razonable. Nos
quedan por delante muchas jornadas de demagogia regionalista barata. Les aconsejo
que, en cuando empiecen a oírla, cambien de emisora, por el bien de su salud
mental y el de su bolsillo.
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