jueves, octubre 17, 2013

Fagor, otro símbolo arrasado por la crisis


Elorrio, mi pueblo de origen, está apenas a diez kilómetros de Mondragón, aunque parezcan más ya que hay que subir y bajar el puerto de Campazar, que divide al provincia de Vizcaya y Guipúzcoa, en el camino entre una y otra localidad. Por ello, las industrias de la cooperativa Mondragón tienen una inmensa presencia en toda la zona, de tal manera que la central de Eroski está en la carretera de salida de Elorrio hacia Durango, cabecera de comarca, y bastantes son los trabajadores de Elorrio que día tras día suben y bajan el puerto camino a su trabajo en las cooperativas, industriales, de servicios, educativas y de otras muchas ramas.

Por eso me imagino que, tras conocerse ayer la noticia de que Fagor electrodomésticos ha solicitado acogerse al preconcurso de acreedores muchas conversaciones de temas diversos cesaron y el monotema empezó a llenarlo todo. Origen del movimiento cooperativo, Fagor es la rama industrial más potente de todo el grupo, poseedora de diversas líneas de producción, tanto de electrodomésticos como de prensado de piezas, fundición y otras actividades metalúrgicas. Es la primera de estas líneas, la más conocida por el gran público, la que se ha arrojado a la lona tras recibir muchos golpes por parte de una crisis que no cesa y que ha dejado esquilmado el bolsillo del consumidor, el demandante de los productos para el hogar que Fagor elaboraba. Agobiada por las deudas, que no dejan de crecer, y aparentemente incapaz de competir en el extranjero, tratando de encontrar mercados que suplan la demanda de la deprimida España, la situación del negocio es, ahora mismo, prácticamente inviable. Con unas pérdidas operativas de entorno a sesenta millones de euros en el primer trimestre de 2013, y una deuda acumulada que diversas fuentes cifran entre ochocientos y mil millones de euros, es poco lo que, en apariencia, se puede salvar de la marca y de la empresa. Las diversas inyecciones de liquidez que el grupo cooperativo matriz ha realizado en los últimos meses no han sido suficientes para sostener las cuentas de una empresa que ya no es capaz de generar un flujo de ingresos que, al menos, palíe, los voraces efectos de una deuda enorme que, sólo en intereses, debe generar unos costes mensuales desorbitados. Desde hace meses se oían rumores por la zona al respecto, y al resto de socios cooperativistas del grupo Mondragón se les habían pedido sacrificios y aportaciones para destinarlos a las fábricas de Fagor, pero al parecer todo ha sido inútil. A principios de semana saltó la noticia de que Fagor podría “descooperativizarse” para adoptar la forma de Sociedad Anónima, más ágil a la hora de tomar decisiones duras y sencilla en caso de llegar a una situación límite como la que se produjo ayer. El preconcurso, para aclarar la situación, no es una declaración de quiebra, sino una advertencia de la proximidad de la misma, otorgándose un plazo de (creo) cuatro meses para establecer negociaciones entre la empresa y los acreedores para tratar de reestructurar las deudas y dar margen al negocio, así como buscar posibles inversores o nuevas fuentes de financiación que ayuden a socorrer a la empresa. Si tras ese plazo no hay un plan viable es cuando se declara el concurso en su totalidad, la antigua suspensión de pago, entra el administrador judicial a hacerse cargo de los bienes, derechos y obligaciones de la empresa y se procede a la resolución del mismo tratando de salvar la empresa en la medida de lo posible pero, en todo caso, atendiendo las demandas de los acreedores de la misma. Por tanto, el proceso que empezó ayer es largo y complejo, y más aún en el caso de una enorme cooperativa con miles de socios propietarios, pero aún hay posibilidades de reflotar, al menos en parte, la entidad. El tiempo y las cifras serán las que dicten la última palabra.

Símbolo de una época y forma de hacer las cosas, Fagor es la última de las marcas famosas que se asoma al precipicio de la quiebra, tras el desolado panorama que ha dejado la crisis económica en la sufrida clase media española, que es la principal demandante de sus productos. Arrasado como un erial, el bolsillo del consumidor practica una economía de guerra en busca de la supervivencia que ha llegado para quedarse muchos años, a la que empresas como Fagor, Pescanova o Panrico no han podido, o sabido, adaptarse. Otras, como El Corte Inglés o algunos bancos, tratan de hacer equilibrios para no caer a ese foso, pero la situación del mercado interior, de absoluta depresión, hará que haya más marcas destruidas, que fallezcan en los campos de la crisis que, aunque haya tocado fondo, seguirá muchos años con nosotros.

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