Hoy, a las 13 horas de España, se
falla en Estocolmo el premio Nobel de Literatura, el galardón de toda la serie
de los Nobel que, junto al de la paz, más atención mediática recibe dado que
suele ser otorgado a una personalidad publica…. a veces!!! Es un clásico que
este Nobel se conceda a un escritor desconocido, que no aparece en las apuestas,
que apenas se ha oído hablar de él y que posee poca, a veces ninguna, obra
editada en muchos países. No está claro si hay un criterio de reparto entre
desconocidos y consagrados, o territorios y lenguas, pero es seguro que la
elección no dejará indiferente a nadie.
Y de mientras se festeje la
concesión del premio, los libreros y editores españoles seguirán haciendo
cuentas y comprobarán, nuevamente, que su caja no hace otra cosa que disminuir.
Las ventas de libros en España siguen bajando, con diferencias más o menos
relevantes en cada ejercicio pero que mantienen una tendencia sostenida de
caída, y el sector se enfrenta a una grave crisis que se dijo que no iba a
producirse, como cada vez que se aproxima una de ellas. Es cierto que cuando empezó
la debacle financiera las ventas de libros aguantaban, y para ello se
utilizaban argumentos certeros pero que se han demostrado débiles a lo largo
del tiempo, tales como el hecho de que un libro genera ocio de “largo plazo”
porque se consume más despacio que otros formatos, y así la compra se amortiza
más, o que los compradores de libros eran (somos) fieles al producto y soporte
y resistiríamos los embates del exterior. La cronificación de la crisis,
convertida en depresión, y la irrupción del libro electrónico y con él el mundo
de la piratería, han sido las causas que más se han esgrimido a la hora de
explicar por qué las ventas, ahora sí, caen con ganas, y el cada vez más
continuado cierre de establecimientos, librerías “de las de toda la vida” y no
tanto, que echan abajo la persiana para no levantarla ya más. Sin embargo,
curioso, casi nadie usa el argumento definitivo, y el más real, que explica las
bajadas de las ventas y, en su conjunto, el escaso hábito lector de la
población española, y esa causa no es otra que ni nos gusta leer, ni lo
consideramos como algo positivo y que, alucina, parece que no entendemos
siquiera lo que leemos. El
resultado del último informe de PISA para adultos de los países de la OCDE nos
coloca en un humillante último puesto, a veces en el penúltimo, que retrata
claramente las miserias del nivel cultural medio de los españoles, a años luz
de la media europea. Desolador. Como siempre ante estos resultados aparecen
los fabricantes de excusas baratas, falaces y que reafirman el resultado del
informe: que si no está bien hecho, que si no es consistente, que si mide de
una manera errónea, etc. Lo cierto es que décadas, siglos de abandono de lo
cultural, de desprecio por parte de gobernantes de carácter regio, dictatorial
o democrático, y de planes de estudio cuyo objetivo ha sido el de devaluar el
conocimiento y la curiosidad, han logrado que la población media española sepa
poco, muy poco, sea dócil, muy dócil, y vea con malos ojos a quienes leen o ansían
saber el por qué de las cosas, mientras que no deja de aplaudir a deportistas,
famosetes baratos y putones verbeneros que a todas horas llenan la programación
televisiva, un reflejo bastante certero de la realidad sociológica del país. Sí,
así está el patio, y esta es la causa profunda que lo explica todo. Se aducirá
el coste de los libros, muy caros, y es cierto en ocasiones, pero los clásicos
y otros miles de títulos, magníficos, están editados en bolsillo a menos de 10
euros, precio inferior a lo que cuesta un copazo en una terraza, al que nadie
renuncia no considera caro. Sí, las cosas nos parecen caras o baratas en función
del aprecio y valor que les damos. Y como no nos gusta leer, nos parece un tostón
y es propio de gente aburrida, “que no mola” el precio de los libros siempre,
siempre, nos resultará caro. Por
eso no compramos libros.
Pese a ello, las librerías esperan cada año el día
de hoy con la esperanza de que, si el galardonado es un autor consagrado y relevante,
las ventas crezcan y les permitan cuadrar un año que, en general, está siendo
malo. Hoy celebran su particular sorteo navideño y quieren que, si no es el
gordo, al menos caiga una buena pedrea. Pero, más allá de premios y figurones,
visiten las librerías, piérdase entre sus estantes, llenos de historias
apasionantes, conocimiento y placer, y compren libros, la manera más barata de
evadirse, de pasar un buen rato, de gozar, de divertirse……y por pedir, que le
den el Nobel a Philip Roth.
3 comentarios:
Nah, aunque también me gusta Roth, que se lo den a Murakami de una santa vez...
Había chistes ayer que decían que Murakami tenía ya construidas el 90% de las infraestructuras y que, pese a ello, no le habían dado el Nobel, jejeje
mándame un mail, que hace mucho que no se de ti. Saludos, ánimos y gracias!!!
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