Apenas
ha empezado el año y ya tenemos noticias de impacto que nos hablan de un mundo
nuevo, que no acabaos de conocer ni, desde luego, controlar. El
grupo Zeta hizo ayer pública su intención de cerrar Interviú y Tiempo, dos
cabeceras históricas en España, revistas semanales de enorme importancia y que,
durante décadas, marcaron la actualidad política, económica y, también,
erótica, del país. Muchos asociarán años enteros de su vida a artículos de
Tiempo, columnas de opinión relevantes, y sobre todo, a reportajes de
investigación de Interviú. Quizás los más recuerden momentos de euforia con
algunas de las portadas y fotografías que esa revista consiguió colocar, como
póster, en tantos pisos de estudiantes, camiones, casetas de obra y vaya usted
a imaginar dónde más.
Se
dice desde hace tiempo que asistimos a la muerte del periodismo clásico y la de
los medios impresos, y noticias como ayer nos hacen ver que esa expresión se
queda corta, porque ya enterramos los cadáveres. Este pasado domingo, inicio de
rebajas, jornada de gran facturación publicitaria, la edición dominical de El
País tenía 44 páginas, una finura que era apenas disimulada por el suplemento
Ideas (12 páginas) y el Negocios salmón, más de veinte. Hace no demasiados años
El País del domingo superaba ampliamente las cien páginas y sus cifras de ventas
no tenían nada que ver con las de ahora. La crisis económica y, sobre todo, la
revolución tecnológica, han destrozado el soporte clásico de los medios de comunicación
a una velocidad que está haciendo prácticamente imposible la adaptación. Los
muros de pago de las webs de noticias funcionan mejor o peor, pero son
claramente insuficientes para aportar ingresos, y las páginas de los medios se
dedican a disparar el recuento de clicks que reciben a base de titulares
distorsionados y muchas veces sensacionalistas, que esconden o bien cosas que
nada tenían que ver con lo anunciado o, directamente, el vacío. Los sueldos de
la profesión se han desplomado, lo que ha eliminado viejas prácticas abusivas
de gasto que no tenían sentido, pero sobre todo ha precarizado al sector,
convirtiendo a la mayor parte de sus empleados en una especie de becarios.
Muchos de ellos se han lanzado al mundo de internet con la creación de nuevas
cabeceras, tratando de huir de los clásicos trasatlánticos que amenazan con
hundirse a cada día que pasa, y el resultado es desigual, disperso y confuso.
Surgen webs de noticias de alta calidad junto con portales sensacionalistas que
no aportan nada, pero que poseen mucha audiencia. La confusión del consumidor
de noticias va en aumento a medida que lo hace la pérdida de credibilidad de
muchas de sus clásicas referencias, y en países como EEUU son las redes
sociales, especialmente facebook, las que encabezan el ranking de suministradores
de información. El auge de las noticias falsas y la manipulación supone otro
cañonazo a la línea de flotación de un sector que se ve asediado por todas
partes y no encuentra refugios. En España han surgido algunas publicaciones en
papel de alta calidad y mérito, como son JotDown o 5W, por citar sólo algunas, que
compaginan la edición impresa con una alta actividad web, centradas en el
reportaje largo y el análisis, pero aún es pronto para saber si van a
sobrevivir y cuál será su viabilidad financiera, y en todo caso acogen a un
pequeño grupo de profesionales, apenas unos pocos frente a los muchos que
trabajaban y lo siguen haciendo en los medios impresos. Las plantillas de los
periódicos se reducen día a día a la velocidad a la que lo hacen el numeral de
sus páginas, y me entra la duda de cuántas de las que consideramos inmutables
seguirán existiendo en los quioscos en, pongamos, tres o cinco años. Incluso
tengo dudas sobre la pervivencia de los propios quioscos.
Poco
a poco el mundo digital se lo come todo. Cada sector o servicio que es
digitalizado, convertido en un proceso gestionable y accesible vía web o app,
se transforma por completo, reduciendo al mínimo las dimensiones del soporte
físico que antes era consustancial a su definición de negocio. En EEUU, que suelen
ir por delante en estas cuestiones, este proceso ya golpea con fuerza a las
tiendas, centros comerciales y grandes almacenes, devorados por Amazon y la
compra web. El derrumbe del “retail” como allí se le conoce, deja centros
comerciales abandonados y emblemas como MAcy’s que apenas facturan lo que vale
en términos inmobiliarios el solar en el que se asienta su sede de Manhattan.
Un abrazo muy fuerte desde aquí a los profesionales del grupo Zeta, a los que
les precedieron en el despido, y a los que vendrán después.
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