El
mercado de divisas es el más intenso, inmenso y complejo del mundo, no cierra
nunca y es imposible de predecir. Y supone un constante juego de espejos,
porque el cambio cruzado de una moneda contra otra permite ser visto como la
fortaleza de una o la debilidad de otra, o viceversa. Los movimientos son
relativos, por lo que lo que parece el ascenso de uno puede deberse a la caída
de otro, y ello complica mucho las interpretaciones y el saber qué es lo que
realmente está pasando. Lo que es innegables es que variaciones en los cambios
acaban afectando a la economía real de las naciones, en forma de alteraciones
de competitividad, efectos sustitución y derivadas de muchos tipos, algunas de
ellas claras, otras no tanto.
Ahora
mismo parece que se está fraguando una nueva guerra cambiaria, con el dólar
como principal jugador. Sea por intención o descuido, las declaraciones de
hace un par de días del secretario del tesoro norteamericano, Steven Mnuchin,
en las que glosaba las ventajas de un dólar débil, han sembrado incertidumbre
en los merados y agudizado el momento de debilidad que vive el billete verde,
que se traduce en estos lares en un aumento de la cotización del euro, que está
cómodamente instalado en el 1,24. Ayer, en una jornada muy volátil, con
declaraciones cruzadas de Mnuchin y de un preocupado, e irritado, Mario Draghi,
el euro alcanzó la barrera del 1,25, valor que no se veía desde 2014, para
luego perder algo tras un intento de apaciguar los ánimos por parte de los
responsables de la economía norteamericana. ¿Busaca Trump una guerra cambiaria?
No diría yo tanto, pero sí parece que está muy contento con un dólar débil, que
supone en la práctica una política de defensa proteccionista para su mercado
frente a las importaciones. Moneda débil implica que los productos extranjeros
se encarecen en EEUU, lo que reduce su consumo frente al producto nacional, y
aumenta la competitividad de las empresas norteamericanas en el exterior al abaratar
sus productos en los mercados internacionales. Es como poner un arancel a la
entrada y un subsidio a la salida. El simétrico también se da, por lo que las
importaciones que necesita EEUU también se le encarecen. Sabe Trump, al menos
seguro que lo conoce su equipo, que ese factor no es tan grave en el imperio
porque productos como el petróleo, que los europeos importamos a mansalva, ya
es producido en el interior del país, y eso hace que los efectos de su subida (cotiza
en dólares y suele mostrar un comportamiento inverso a la fortaleza o debilidad
de la divisa) sea menor de lo que pueda ser para terceros países. Evidentemente
el resto de actores comerciales, pongamos Europa, China y Japón, ven como uno
de sus principales competidores dopa sus exportaciones vía bajada de precios y
restringe importaciones por el alza de las mismas (por esa débil divisa) y no
van a quedarse quietos. Un cambio del euro superior a 1,20$ empieza a hacer
daño al sector exportador europeo, y Alemania contempla con preocupación cómo
sus ventas fuera de la UE empiezan a verse amenazadas por una moneda nada
competitiva. Esto mete presión, y mucha, al BCE. Se supone que en este 2018
debiera empezar el proceso de normalización monetaria, con la progresiva
retirada de estímulos y, quizás, subida de tipos. Dice el manual que eso
fortalecería la cotización del euro, pero ahora mismo eso es justo lo que no
desea nadie, por lo que el BCE empieza a verse situado en una posición muy
comprometida. Sería necesario, siempre lo es, una actitud coordinada y
cooperativa entre las principales economías globales para tratar de buscar un
beneficio mutuo, dado que todas ellas están muy relacionadas, pero es evidente
que bajo el mandato de Trump esa confianza no existe, y la coordinación hace
aguas. ¿Guerra de divisas? Me parece precipitado y algo alarmista el titular,
pero desde luego no hay paz cambiaria.
Hoy
Trump habla en Davos, en la última jornada del Foro Económico Mundial: Todo el
mundo da por sentado que su discurso tendrá un carácter antiliberal y
proteccionista, justo en uno de los foros que más lucha contra esas dos ideas.
De lo que diga, cómo se interprete y cómo respondan las monedas podremos sacar
algo en claro, pero lo fundamental es que la coordinación que existió en los
años de la crisis entre la FED y el BCE parece haber pasado a la historia y,
créanme, esa es una mala noticia. Todos los augurios económicos para este año
2018 son excelentes, y de momento las bolsas responden, pero yo empiezo a ver
algunos nubarrones serios. Como no acierto pronóstico alguno no me hagan mucho
caso, pero esto no me gusta nada de nada.
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