En España la profesión de
tertuliano siempre ha estado muy cotizada. Opinadores profesionales que saltan
de cadena en cadena, mostrando que el día puede tener muchas más de 24 horas, y
hablando con solemnidad y presunto conocimiento de todos los temas posibles, mostrando
una superficialidad enorme en la mayoría de las ocasiones, cuando no un directo
desconocimiento, tan grande como el descaro al emitirlo. La crisis económica y
social que atraviesa el país, unida al ansia de venganza y al descontento
social, ha generado una especie de “burbuja” en la que los tertulianos
indignados proliferan y hacen un gran negocio.
Elpidio Silva es uno de los
últimos que se han subido a este sustancioso y rentable carro, bien lleno de
dinero si uno sabe aprovecharlo. Juez, alcanzó gran notoriedad el año pasado no
tanto por su nombre, que también, sino por la instrucción que realizó sobre las
preferentes de Caja Madrid, siendo raudo a la hora de mandar a la cárcel a un
personaje odiado por gran parte del país como es Miguel Blesa, antiguo
presidente de la Caja y uno de los principales responsables de su quiebra. Con
la fama de Blesa en la cárcel, y aupado por los medios, que se disputaban su
presencia, Elpidio comenzó su carrera de tertuliano, enarbolando las banderas
de la justicia social, la venganza contra los poderosos, y otros lemas
similares que suscitaban la adhesión inquebrantable de preferentistas y de
otros muchos miles de indignados. De mientras, los recursos de los abogados de
Blesa por cómo se estaba llevando la instrucción de su caso prosperaron, en
medio de insistentes rumores sobre la errática conducta del Juez Elpidio, que
el confirmaba día a día en sus cada vez más estrambóticas apariciones en
televisión. Finalmente Elpidio es apartado de la causa, se decreta la nulidad
de sus actos, se asigna otro juez para que juzgue la labor de Blesa en Caja
Madrid y se enfrente a un juicio contra sí mismo por prevaricación, que es uno
de los delitos más infames de los que puede ser acusado un juez. Ante este
panorama Elpidio enarbola la bandera del crucificado, se presenta como el
justiciero que está siendo víctima de los poderosos y de siniestras
conspiraciones urdidas por todo el mundo, anuncia que su candidatura a las
elecciones europeas y demuestra, cada vez que es entrevistado, que si no está
en sus cabales disimula bastante bien. A lo largo de esta semana comienza el
juicio contra Elpidio, justo cuando se acaba el plazo para la presentación de
las listas electorales europeas, y el circo ya adquiere dimensión global.
Renuncia a su abogado, se presenta como martirizado y perseguido, trata de
suspender la vista con decisiones formales y, como desea, consigue presencia
mediática en todos los medios de comunicación, haciéndole estos la campaña de
las europeas sin inversión alguna por parte del personaje. En
la vista de ayer, en la que compareció Blesa, el ridículo ya fue total.
Preferentistas, lógicamente indignados, insultaron al expresidente de Caja
Madrid y se organizó un circo en la sala del juicio que ni Berlanga hubiera
podido diseñar. Y Elpidio, a quién en medio del escándalo se le pudo oír “esto
es lo que buscaba” solicitaba permiso para salir a llorar y dejaba bien claro
hasta qué punto es el irresponsable generador de la triste bufonada que ayer
pudimos contemplar.
¿Y saben ustedes qué es lo peor?
Que parte de los gravísimos delitos presuntamente cometidos por Miguel Blesa pueden
quedar impunes por la desastrosa actuación de Elpidio, que se está aprovechando
de la desgracia de los preferentistas de una manera muy similar a como el propio
Blesa se aprovechó inicialmente de sus ahorros. No entiendo como un personaje
como este puede tener el más mínimo apoyo social o mediático, como algunos le
pueden reír las gracias, cómo se le puede considerar como un adalid de la lucha
contra la corrupción y la restauración moral, cómo puede llegar a conseguir
votos. La imagen de Elpidio me parece, aunque les asombre, mucho más similar a
la de Berlusconni que a la de cualquier otro sujeto y, en ambos casos, su discurso
y presencia sólo me producen inquietud y repulsión.
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