jueves, abril 24, 2014

El bochornoso espectáculo de Elpidio Silva


En España la profesión de tertuliano siempre ha estado muy cotizada. Opinadores profesionales que saltan de cadena en cadena, mostrando que el día puede tener muchas más de 24 horas, y hablando con solemnidad y presunto conocimiento de todos los temas posibles, mostrando una superficialidad enorme en la mayoría de las ocasiones, cuando no un directo desconocimiento, tan grande como el descaro al emitirlo. La crisis económica y social que atraviesa el país, unida al ansia de venganza y al descontento social, ha generado una especie de “burbuja” en la que los tertulianos indignados proliferan y hacen un gran negocio.

Elpidio Silva es uno de los últimos que se han subido a este sustancioso y rentable carro, bien lleno de dinero si uno sabe aprovecharlo. Juez, alcanzó gran notoriedad el año pasado no tanto por su nombre, que también, sino por la instrucción que realizó sobre las preferentes de Caja Madrid, siendo raudo a la hora de mandar a la cárcel a un personaje odiado por gran parte del país como es Miguel Blesa, antiguo presidente de la Caja y uno de los principales responsables de su quiebra. Con la fama de Blesa en la cárcel, y aupado por los medios, que se disputaban su presencia, Elpidio comenzó su carrera de tertuliano, enarbolando las banderas de la justicia social, la venganza contra los poderosos, y otros lemas similares que suscitaban la adhesión inquebrantable de preferentistas y de otros muchos miles de indignados. De mientras, los recursos de los abogados de Blesa por cómo se estaba llevando la instrucción de su caso prosperaron, en medio de insistentes rumores sobre la errática conducta del Juez Elpidio, que el confirmaba día a día en sus cada vez más estrambóticas apariciones en televisión. Finalmente Elpidio es apartado de la causa, se decreta la nulidad de sus actos, se asigna otro juez para que juzgue la labor de Blesa en Caja Madrid y se enfrente a un juicio contra sí mismo por prevaricación, que es uno de los delitos más infames de los que puede ser acusado un juez. Ante este panorama Elpidio enarbola la bandera del crucificado, se presenta como el justiciero que está siendo víctima de los poderosos y de siniestras conspiraciones urdidas por todo el mundo, anuncia que su candidatura a las elecciones europeas y demuestra, cada vez que es entrevistado, que si no está en sus cabales disimula bastante bien. A lo largo de esta semana comienza el juicio contra Elpidio, justo cuando se acaba el plazo para la presentación de las listas electorales europeas, y el circo ya adquiere dimensión global. Renuncia a su abogado, se presenta como martirizado y perseguido, trata de suspender la vista con decisiones formales y, como desea, consigue presencia mediática en todos los medios de comunicación, haciéndole estos la campaña de las europeas sin inversión alguna por parte del personaje. En la vista de ayer, en la que compareció Blesa, el ridículo ya fue total. Preferentistas, lógicamente indignados, insultaron al expresidente de Caja Madrid y se organizó un circo en la sala del juicio que ni Berlanga hubiera podido diseñar. Y Elpidio, a quién en medio del escándalo se le pudo oír “esto es lo que buscaba” solicitaba permiso para salir a llorar y dejaba bien claro hasta qué punto es el irresponsable generador de la triste bufonada que ayer pudimos contemplar.

¿Y saben ustedes qué es lo peor? Que parte de los gravísimos delitos presuntamente cometidos por Miguel Blesa pueden quedar impunes por la desastrosa actuación de Elpidio, que se está aprovechando de la desgracia de los preferentistas de una manera muy similar a como el propio Blesa se aprovechó inicialmente de sus ahorros. No entiendo como un personaje como este puede tener el más mínimo apoyo social o mediático, como algunos le pueden reír las gracias, cómo se le puede considerar como un adalid de la lucha contra la corrupción y la restauración moral, cómo puede llegar a conseguir votos. La imagen de Elpidio me parece, aunque les asombre, mucho más similar a la de Berlusconni que a la de cualquier otro sujeto y, en ambos casos, su discurso y presencia sólo me producen inquietud y repulsión.

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