viernes, abril 11, 2014

Cada vez somos más los que vivimos solos


¿Cómo es el hogar en el que usted vive? Quizás haya iniciado recientemente su aventura de convivir en pareja, y esté comprobando las ventajas y los inconvenientes de la vida compartida, o resida en su vivienda con la clásica familia de varios hijos, con o sin personas mayores. Puede que se haya divorciado recientemente y que alterne periodos de soledad con otros de convivencia con sus hijos, en los momentos en que a usted le corresponda hacerse cargo de ellos, o que viva sólo por gusto o necesidad, o que esté compartiendo piso en alquiler con otras personas por motivo de trabajo, estudio o apetencia…

Lo cierto es que los datos muestran que a medida que avanzan los años aumentan las tipologías de hogares, entendiéndolos como cada una de las formas en las que se organiza la vida privada, y se reduce la dimensión de los mismos. Cada vez es más difícil encontrar el hogar clásico, de familia con hijos y que a veces reúne también a abuelos, coexistiendo tres generaciones bajo el mismo techo. Los datos presentados ayer por el INE relativos a su Encuesta continua de Hogares, para el año 2013, muestran que la pareja con hijos que vive en el hogar sigue siendo el modelo mayoritario, pero por poco, y representa sólo un tercio de los hogares existentes. Podría pensarse que las parejas sin hijos son el segundo de los modelos de hogar, pero no es así, ya que han sido superados por los hogares unipersonales, que es una forma técnica y aséptica de denominar a las personas que viven, vivimos, solas. Representamos un 24,2% del total de hogares, frente al 21,6% que suponen las parejas sin hijos. Este es, junto a la reducción del número de componentes del hogar medio, el cambio más relevante que se ha producido en este campo de estudios social desde los últimos años. Se está dando, de manera continuada, un aumento en el número de personas que viven solas, por causas muy heterogéneas, pero que acaban llevando a una vida en soledad dentro de la vivienda. Somos cerca de cuatro millones y medio de personas las que vivimos solas, esencialmente porque estamos solteros, que es mi caso, separados o son personas de la tercera edad que o han enviudado o llegaron a la misma ya en soledad. Yo, que tengo una vida un poco rara para ser encuadrado en ciertas estadísticas, encajo en esta como un guante, dado que como señala en INE, el prototipo del hombre que vive sólo tiene una edad comprendida entre 40 y 44 años, y me encuentro desde hace poco en la mitad exacta de esta franja. Cuando subo a Elorrio voy a casa de mi madre, que vive sola por viudedad, caso en el que se encuentran el 48,4% de las mujeres que residen solas, por lo que mi madre vuelve a ser plenamente representativa. Durante esos fines de semanas cambiamos momentáneamente la configuración de nuestros hogares, pero luego volvemos a la vida real de cada día, en el que ella y yo, y sospecho que muchos de los que retornamos a la ciudad, nos volvemos a encontrar bajo nuestro vacío techo. Hay muchas causas que explican este incremento del número de hogares unipersonales en la población de edad joven y media, dado que el caso de las viudas es especial porque, obviamente, su soledad viene impuesta por la biología del difunto marido. Los ritmos de trabajo, las dificultades cada vez mayores para encontrar pareja, el deseo de comodidad personal, la posibilidad de acceder a fuentes de ocio privadamente sin necesidad de compartirlo con alguien, la disyuntiva que surge a veces entre la carrera profesional y las necesidades personales de la pareja, la posibilidad de disfrutar del sexo sin teóricos compromisos ni ataduras..

Son muchas las causas, pero lo cierto es que en nuestras ciudades, repletas de gente, se da la paradoja de que muchas de las personas que las abarrotan se enfrentan, cuando llegan a casa, a una vida solitaria, que no quiere decir vacía, aunque pueda serlo. El problema de esto es, obviamente, cuando se da una soledad forzada, no querida, que puede ser tan dolorosa como una vida en pareja no deseada. Creo que la cifra de cuatro millones de solitarios me parece muy elevada para ser fruto de una elección personal, y que entre toda esa gente habrá muchos que aspiren a compartir su vida con otros. Piense en esto la próxima vez que vea un gran bloque de viviendas, con muchas ventanas, tras las cuales pueden encontrarse parejas, niños, y muchas personas solas.

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