¿Cómo es el hogar en el que usted
vive? Quizás haya iniciado recientemente su aventura de convivir en pareja, y
esté comprobando las ventajas y los inconvenientes de la vida compartida, o
resida en su vivienda con la clásica familia de varios hijos, con o sin
personas mayores. Puede que se haya divorciado recientemente y que alterne
periodos de soledad con otros de convivencia con sus hijos, en los momentos en
que a usted le corresponda hacerse cargo de ellos, o que viva sólo por gusto o
necesidad, o que esté compartiendo piso en alquiler con otras personas por
motivo de trabajo, estudio o apetencia…
Lo cierto es que los datos
muestran que a medida que avanzan los años aumentan las tipologías de hogares,
entendiéndolos como cada una de las formas en las que se organiza la vida
privada, y se reduce la dimensión de los mismos. Cada vez es más difícil
encontrar el hogar clásico, de familia con hijos y que a veces reúne también a
abuelos, coexistiendo tres generaciones bajo el mismo techo. Los datos presentados ayer por el INE
relativos a su Encuesta continua de Hogares, para el año 2013, muestran que
la pareja con hijos que vive en el hogar sigue siendo el modelo mayoritario,
pero por poco, y representa sólo un tercio de los hogares existentes. Podría
pensarse que las parejas sin hijos son el segundo de los modelos de hogar, pero
no es así, ya que han sido superados por los hogares unipersonales, que es una
forma técnica y aséptica de denominar a las personas que viven, vivimos, solas.
Representamos un 24,2% del total de hogares, frente al 21,6% que suponen las
parejas sin hijos. Este es, junto a la reducción del número de componentes del
hogar medio, el cambio más relevante que se ha producido en este campo de
estudios social desde los últimos años. Se está dando, de manera continuada, un
aumento en el número de personas que viven solas, por causas muy heterogéneas,
pero que acaban llevando a una vida en soledad dentro de la vivienda. Somos
cerca de cuatro millones y medio de personas las que vivimos solas, esencialmente
porque estamos solteros, que es mi caso, separados o son personas de la tercera
edad que o han enviudado o llegaron a la misma ya en soledad. Yo, que tengo una
vida un poco rara para ser encuadrado en ciertas estadísticas, encajo en esta
como un guante, dado que como señala en INE, el prototipo del hombre que vive sólo
tiene una edad comprendida entre 40 y 44 años, y me encuentro desde hace poco
en la mitad exacta de esta franja. Cuando subo a Elorrio voy a casa de mi
madre, que vive sola por viudedad, caso en el que se encuentran el 48,4% de las
mujeres que residen solas, por lo que mi madre vuelve a ser plenamente
representativa. Durante esos fines de semanas cambiamos momentáneamente la
configuración de nuestros hogares, pero luego volvemos a la vida real de cada día,
en el que ella y yo, y sospecho que muchos de los que retornamos a la ciudad,
nos volvemos a encontrar bajo nuestro vacío techo. Hay muchas causas que explican
este incremento del número de hogares unipersonales en la población de edad
joven y media, dado que el caso de las viudas es especial porque, obviamente,
su soledad viene impuesta por la biología del difunto marido. Los ritmos de
trabajo, las dificultades cada vez mayores para encontrar pareja, el deseo de
comodidad personal, la posibilidad de acceder a fuentes de ocio privadamente
sin necesidad de compartirlo con alguien, la disyuntiva que surge a veces entre
la carrera profesional y las necesidades personales de la pareja, la
posibilidad de disfrutar del sexo sin teóricos compromisos ni ataduras..
Son muchas las causas, pero lo cierto es que en
nuestras ciudades, repletas de gente, se da la paradoja de que muchas de las personas
que las abarrotan se enfrentan, cuando llegan a casa, a una vida solitaria, que
no quiere decir vacía, aunque pueda serlo. El problema de esto es, obviamente,
cuando se da una soledad forzada, no querida, que puede ser tan dolorosa como
una vida en pareja no deseada. Creo que la cifra de cuatro millones de
solitarios me parece muy elevada para ser fruto de una elección personal, y que
entre toda esa gente habrá muchos que aspiren a compartir su vida con otros.
Piense en esto la próxima vez que vea un gran bloque de viviendas, con muchas
ventanas, tras las cuales pueden encontrarse parejas, niños, y muchas personas
solas.
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