Tras un par de semanas en las que
nuevos asuntos han copado las portadas de los medios, Ucrania vuelve a reclamar
su trono en los titulares y aperturas informativas. Se sabía que, tras la
reconquista rusa de Crimea, el este del país, en el que residen muchos
habitantes de origen ruso, iba a ser objeto de disputa entre ambas comunidades.
Jarkov, Donetsk y otras ciudades de esa zona ya habían mostrado los dientes al
gobierno de Kiev, pero ha sido a lo largo de fin de semana cuando el problema
ha erupcionado de forma violenta, con la toma de comisarías de policía y
edificios oficiales por parte de fuerzas civiles prorusas. La tensión crece.
Ayer fue un día raro, en
el que desde Kiev se lanzaban amenazas y se relataban los pormenores de las
actuaciones que el ejército ucraniano llevaba a cabo para recuperar esas
ciudades, bajas incluidas, y desde el terreno los corresponsales de
televisión daban cuenta de una calma tensa, sí, pero calma, en la que los
prorusos seguían atrincherados en sus posiciones y nada se sabía de las fuerzas
militares ucranianas, encargadas de retomar el control de la situación.
Pareciera por un momento como si el gobierno de Kiev sólo fuera escuchado por
los medios, y desde luego en ningún caso por las tropas de su ejército, y menos
aún por Rusia y todo lo que con ella tenga relación. ¿Hasta qué punto ese
gobierno provisional que reside en Kiev controla el país? Empiezo a sospechar
que más allá de la M40 de Kiev el gobierno no pinta nada, y que esa sensación,
que ha calado entre los prorusso, alienta nuevas sublevaciones y tomas del
poder que son vistas con deleite por Moscú, tengan apoyo logístico o personal
del otro lado de la frontera o no. El juego de Crimea parece volver a ponerse
en marcha y Putin va fabricando nuevamente la excusa de la intervención militar
de Ucrania sobre la indefensa y maltratada población rusa del este como
argumento más que suficiente para tomar posicione sobre el terreno, intervenir
militarmente o actuar de la manera que considere oportuna para garantizar la
seguridad de la población rusa. El mismo esquema que vimos hace un mes a
orillas del mar negro y que puede volver a repetirse en lo más profundo de la
estepa. ¿Qué es lo que va a pasar? No lo tengo nada claro, y sospecho que
ninguno de los actores del conflicto tampoco. Intuyo que el pánico anda suelto
en Kiev, al ver como el país se deshilacha como si fuera un trapo viejo
ensartado en unas zarzas, impotente, aislado, lleno de buenas palabras y
mensajes provenientes de occidente pero sin ningún respaldo económico ni
militar. Desde Moscú la situación es interesante, y con elevadas opciones de
ganar pase lo que pase. Si finalmente las revueltas triunfan y Kiev no puede
lograr imponer el control sobre la zona Rusia obtendrá con alta probabilidad
una nueva porción del territorio de la antigua Ucrania y verá salvaguardados
sus intereses, acercándose aún más a una Europa del Este cada vez más asustada y
mostrando determinación ante su población. Si las revueltas son aplacadas, sofocadas
o no triunfan, Rusia puede esgrimir que no las apoyó como muestra de buena
voluntad con su vecino y con la comunidad internacional, para que todo el mundo
vea que no posee ansias expansionistas, y quedar como bueno de la película. El único
escenario malo para Rusia es el desastroso para todos, que se empiece a liar
una guerra, o un enfrentamiento civil entre ucranianos y rusos, que haya
disparos y víctimas, y que la intervención de las tropas rusas que se
encuentran al otro lado de la frontera sea casi inevitable. Una invasión del
territorio ucraniano, sea por la excusa que sea, sería una declaración de
guerra, que como todas las que han sido a lo largo de la historia son muy fáciles
de proclamar y muy difíciles de frenar. Ese escenario sería una pesadilla para
todos y creo que es el menos probable,
pero poder puede darse.
¿Y qué hacemos el resto? Visto lo visto, nada. Esta
noche el Consejo de Seguridad de la ONU ha vuelto a evidenciar la soledad de
una Rusia a la que no parece importarle mucho ni esa institución ni sus
veredictos. La OTAN y las potencias occidentales se sumen en la duda, porque no
desean intervenir en Ucrania de ninguna manera, la población del país cada vez
estará, supongo, más inquieta por la posibilidad de que un conflicto estalle en
su nación, y el gobierno de Kiev, cada vez más débil, reza para que las
elecciones del 25 de Mayo puedan celebrarse en el territorio que aún sigue marcado
como su país en los mapas de Googleearth, pero a cada día que pasa eso parece
menos probable.
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