martes, abril 15, 2014

Haciendo negocios con los golfos del Pérsico


Si en la vida diaria muchas veces nos tenemos que morder la lengua para no decir lo que realmente pensamos y disimulamos para mantener las formas, las relaciones internacionales son el campo perfecto para las actitudes hipócritas, falsas y reprobables, dado que en ese campo no existe amistad ni aprecio. Sólo interés. Creo que esta es la regla básica para entender cómo funciona el mundo internacional. Sólo las personas tienen amigos, los países, que no son personas, tienen intereses, y si no son capaces de satisfacerlos, pierden, y otro vendrá que se lleve el premio por el que han luchado. Puede sonar muy cínico y crudo, pero creo que es así.

Viene esto en relación a la visita que estos días lleva a cabo el Rey Juan Carlos, junto con varios ministros del gobierno y una amplia y selecta representación de empresarios a las monarquías del Golfo Pérsico, concretamente a Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. Si uno se da una vuelta por las redes sociales leerá comentarios de todo tipo, que van desde la indignación hasta más allá de la revolución contra los viajantes y sus receptores. Denuncian los que por escrito proclaman su ira que esos países del Golfo son monarquías absolutas, teocracias feudales, dictaduras crueles en las que los derechos humanos sólo figuran en las emisiones de los canales de TDT de ciencia ficción, en los que la mujer es tratada como un animal sumiso, y que basan gran parte de su prosperidad en la explotación de miles de trabajadores llegados especialmente del sureste asiático, que son tratados como esclavos en la antigua Roma, que fallecen en grandes y desconocidas cantidades en las faraónicas obras que allí se desarrollan y cuya suerte no importa a nadie. ¿Están estos indignados en lo cierto? Sí, desde luego, todo eso que denuncian es verdad. Incluso puede que se queden cortos, dadas algunas prácticas repugnantes que hemos conocido que se dan en la familia real saudí, que hacen pensar qué no tendrá lugar con las mujeres y los parias de esas naciones. Pero una vez dicho esto, resulta que esos indignados, los medio pensionistas que apenas saben dónde está Croacia y los ejecutivos de cuentas de las empresas farmacéuticas, vamos, casi todo el mundo, saldrán de su casa, se subirán a su coche y girarán la llave para ir al trabajo, a una manifestación, a hacer la compra o a dar un paseo al campo. Y en ese acto de girar la llave y arrancar el motor del coche está la fuente del poder de esas naciones. Mientras los coches no funcionen con zumo de naranja (poco probable) y no tengamos suministros propios de petróleo, a los que por lo visto renunciaríamos en caso de existir, tenemos que comprar el crudo y el gas que proviene de esos países. Y eso nos hace depender de ellos, y eso genera que esas dictaduras teocráticas sean uno de los regímenes más ricos del mundo, ociosos a más no poder, que parecen no tener fin en el absurdo propósito de dilapidar los ingresos fabulosos que obtienen a través de la exportación de hidrocarburos, y que dado que les tenemos que pagar por ello, la única posibilidad de recuperar parte de ese dinero es que nos contraten para construirles infraestructuras, para gestionarlas, para diseñarlas, para explotarlas… para lo que sea, pero que nos contraten. Por eso la visita del Rey y su séquito no es sino una enorme (y muy necesaria) campaña de promoción comercial, ni más ni menos, para vender nuestros productos allí. A escala, es lo mismo que el tenderete que el vendedor de móviles pone en las galerías del metro o el mantero en Preciados. Se acerca a su cliente, rico y poderoso (sí, en este caso el poderoso es usted o yo) y le ofrece la mercancía para que soltemos nuestros cuartos y él se los lleve. Comercio. Simple y sencillo, viejo como el mundo.

¿Qué el Rey se va a llevar una comisión de muchos euros en caso de que se consigan algunos contratos? Pues bienvenida sea la comisión, millonaria o más, a cambio de la firma de los proyectos para empresas españolas. Porque si es el Rey, la comisión se la llevará Obama y los contratos las empresas americanas, o Xi JinpIng y las empresas chinas, u Hollande (y la novia que tenga en ese momento) y las empresas francesas. En el juego de tronos de las relaciones internacionales no jugar equivale a perder, y hacerlo, siendo inevitable mancharse, es la única forma de optar a ganar. Y si sigue indignado, piense en silencio a ver qué tal se siente en la próxima comida familiar delante de su suegra, cuando le sirva todos los platos que ella ha cocinado para usted.

Me cojo mañana Miércoles como festivo. Pasen una buena Semana Santa, descansen y, si todo va normal, nos vemos nuevamente el Lunes 21

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