Hay veces en las que poner tierra
de por medio resulta ser la mejor opción para evitar los problemas. Si pudiera,
Rajoy lo haría. EEUU es el típico caso de estudio de las ventajas que ofrece
estar aislado físicamente del resto del mundo, y separado por una enorme masa
de agua, para así garantizar la inviolabilidad de sus fronteras. Esto es
verdad, pero el mérito de los norteamericanos está en haber convertido lo que
también podía ser un hándicap para relacionarse con todos los demás en una vía
de comunicación muy especial. En todo caso, huir de los problemas, cuando se
descontrolan, es una salida instintiva y, a veces, la mejor de las posibles.
El Ébola es un ejemplo de esto.
Confinado en regiones remotas de África, sus apariciones, periódicas a lo largo
de los años, han sido controladas tanto por la virulencia del virus como por el
pánico que provoca, que hace huir a la gente de los alrededores del brote, y
contribuye a controlarlo ante la ausencia de portadores. Este virus es muy
dañino, y parece diseñado específicamente para ser el protagonista de una de
esas películas de desastres a las que tan aficionado es Hollywood. Se contagia
a través del contacto físico entre portadores o sustancias que hayan sido
compartidas por ambos, pero no por el aire, como la gripe, o mediante picaduras
de mosquitos, como la malaria. Su periodo de incubación es largo, unas tres
semanas, por lo que el paciente puede estar infectado durante todo ese tiempo
sin saberlo, lo cual es muy peligroso de cara a la propagación, y una vez
puesto en marcha, es de una letalidad asombrosa. Ratios de fallecimiento del 70
o el 80% son habituales en los brotes que se han producido hasta ahora, y no
hay vacuna ni medicamento que pueda frenarlo. Supone algo parecido a una
condena, de ahí el miedo atroz que despierta su nombre. Es precisamente esta
altísima mortalidad lo que, aunque les parezca curioso, juega a favor de su
control, dado que los portadores del virus mueren en exceso como para
garantizar que la extensión del brote se mantenga aún en poblaciones estáticas.
Es, por así decirlo, demasiado efectivo como para poder crecer, mata a
demasiados portadores como para que su tasa de crecimiento pueda mantenerse en
el tiempo. Esto, que es positivo de cara a su control, especialmente en
poblaciones no muy extensas, no sirve de mucho si el brote de Ébola se produce
en una aglomeración urbana, una ciudad densa en la que miles de personas se
cruzan y comparten existencia en una muy pequeña porción de espacio. Una de las
pesadillas de los epidemiólogos era que el virus lograse alcanzar una zona así,
en la que los protocolos de actuación ante la enfermedad ni están desarrollados
ni es tan fácil proceder al aislamiento de las personas afectadas. En ese caso
es muy probable que frenar la enfermedad supusiera aislar a toda la ciudad y,
literalmente, paralizarla, con los estragos económicos, sociales y de todo tipo
que eso puede suponer, y que son fáciles de imaginar. Sin embargo, ese
escenario de pesadilla cada vez está más cerca de producirse. El último brote
de la enfermedad, que surgió hace un mes más o menos, se extiende ya por cuatro
países del África central, ha alcanzado por primera vez a Mali, uno de los muy
poblados entre los de la región, y en el que se sigue desarrollando un
conflicto civil que dificulta enormememnte las labores sanitarias, y por
primera vez ha llegado a una ciudad, Conakri, la capital de Guinea, con dos
millones de habitantes que residen en su alargada silueta, poseedora de un
puerto de gran actividad y un aeropuerto internacional con vuelos a muchos
destinos a lo largo del mundo. Ya ha habido un susto con un vuelo procedente de
esa ciudad con destino París, que fue retenido en el aeropuerto Charles de
Gaulle, en el que finalmente los vómitos de un pasajero no tenían relación con
la enfermedad, pero los nervios ya están algo descontrolados.
De
momento el brote está lejos de ser controlado, y los casos aumentan a tasas muy
elevadas. Las medidas de control que se llevan a cabo en esos países cada
vez son más intentas y es mayor el número de especialistas que trabajan sobre
el terreno, pero evidentemente el brote es serio, grave y peligroso. La falta
de cura es lo más alarmante, y sólo pensar que un paciente infectado pueda
extenderlo fuera de África sería un escenario de pura pesadilla. Imaginar que
el virus logra llegar a Asia, con las densidades de población que se alcanzan en
las urbes chinas, por ejemplo, nos llevaría a una situación muy peligrosa. Hay que
seguir atentamente esta noticia, y confiar en que el brote pueda ser confinado dentro
de los límites actuales, e investigar, investigar mucho para encontrar una cura
que no lo haga tan peligroso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario