jueves, mayo 28, 2020

Cierra Nissan en Barcelona


A medida que los datos sanitarios del coronavirus empiezan a aflojar, o al menos a entrar en una senda de contención que depende de nuestro comportamiento, la crisis económica asociada empieza a adquirir una dimensión equivalente a la del desastre vital que hemos pasado. Nada de todo eso parece ser relevante para nuestros representantes políticos, desgobiernen o no, que ayer volvieron a ofrecer otro lamentable espectáculo en el Congreso, muy interesados los unos en eliminar las voces críticas en las instituciones que rigen como si contaran con mayoría absoluta y muy centrados los otros en el ruido para poder obtener un posible rédito electoral en futuras y sombrías elecciones. Nada de todos ellos vendrá en nuestra ayuda.

Era una noticia ya comentada por varios medios desde hace días, pero en la noche de ayer se hizo oficial. Nissan anunció el cierre de su planta en Barcelona, una factoría de montaje de vehículos de tamaño medio, que da trabajo directo a unas tres mil personas e indirecto a muchos más, piense usted en algunas decenas de miles, con motivo de la reestructuración global que la compañía ha puesto en marcha para afrontar las bajadas de las ventas que ya se venían produciendo desde el año pasado y que este pueden ser apoteósicas. Los efectos de la crisis del coronavirus van a ser enormes, no sólo por el hecho de que durante algunos meses tanto la oferta como la demanda productiva han estado paralizadas, que también, sino sobre todo por el destrozo que ha generado a las cadenas internacionales de valor y suministro, que han quedado muy tocadas, y la sensación global que se ha creado de que es necesario reducir la dimensión de estas cadenas para no quedar atrapados en cuellos de botella como los que se han visto por la brutal sobredependencia de algunos productores, como es el caso de China. Las presiones para que los fabricantes globales trasladen parte de su producción a sus países matrices, o que al menos deslocalicen menos sus procesos puede generar que no sólo naciones como el gigante asiático mencionado y aledaños sufran por el cambio de estructuras. Países como el nuestro, en el que la automoción supone un porcentaje del PIB algo superior al 10%, donde tenemos plantas de montaje de un montón de productores globales, y donde no tenemos un solo productor que sea nacional, quedan expuestos a que otras naciones donde si radican esos productores puedan cambiar procesos y eso se traduzca en pérdidas de empleos en España. El caso de Nissan es el primero, pero puede que no sea el último. Son muchas las voces en Francia que hablan de condicionar las ayudas a los fabricantes galos (Renault y PSA) a cambio de que plantas sitas en otros países vuelvan a la casa gabacha, y movimientos de ese tipo se pueden dar en otras naciones, que sí poseen productores propios. A favor nuestro se encuentra el factor de que las plantas españolas son de las más eficientes y rentables del mundo, fruto de años de trabajo e inversión, y de responsable colaboración entre trabajadores, empresarios, sindicatos y autoridades, que saben lo estratégicas que son. También influye a futuro el hecho de que una planta de coches de las grandes (PSA en Vigo y Figueruelas, Renault en Palencia Valladolid, Ford en Almusafes, Volkswagen en Landaben,etc) es un complejo de producción de tales dimensiones, físicas y financieras, que ni se puede mover de un día o año para otro, y que decisiones estratégicas de largo plazo ofrecen tiempo para plantear alternativas y opciones. Pero a nadie se le escapa que lo que ha provocado el coronavirus es un terremoto global que puede alterar, modificar o acelerar decisiones y tendencias que ya existían en los distintos sectores. El mundo post covid va a ser diferente a lo que conocíamos, y no sólo en temas visibles como el de la mascarilla. Las implicaciones van a ser enormes.

Para el área industrial de zona franca de Barcelona, donde Nissan era el jugador pequeño frente al gigante SEAT de Martorell, el golpe que provoca el cierre de la planta japonesa no es menor, ni mucho menos, y abre una espita a la incertidumbre futura que no es buena para nadie. Y todo ello en medio de un panorama política nacional y regional de una alta inestabilidad en el que las prioridades futuras pasan por los desvaríos nacionalistas, a los que lo que menos les importa es el empleo y el bienestar de las personas. Hoy varios miles de trabajadores del sector y dependientes de él se levantan angustiados. ¿qué respuestas obtendrán de políticos que siguen ensimismados con repúblicas falaces?

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