martes, mayo 12, 2020

El BCE y el Constitucional alemán


En medio del desastre provocado por la pandemia una noticia de gran importancia se ha colado en los medios, especialmente los económicos, y muestra las grietas que existen en el armazón jurídico que sostiene la UE. Cada vez que el constitucional alemán se pronuncia sobre alguna decisión de las autoridades comunitarias se hace el silencio y se cruzan todos los dedos para que sus sentencias sigan dejando pasar lo que la legislación de Bruselas dicta. Normalmente así es, pero hace unos días ese sí esperado se tradujo en un no parcial, y un escalofrío recorrió toda la UE y, especialmente, las primas de deuda.

En respuesta a una demanda contra el programa de compra de activos desarrollado por el BCE durante el mandato de Draghi, esa expansión cuantitativa denominada en la jerga QE y que llegó tras aquel salvador “lo que sea necesario” de Don Mario, que acabó por salvar el euro en sus horas más críticas, el constitucional alemán ha dictado una sentencia en la que afirma que parte de aquel programa es contrario a la constitución germana, porque mezcal política monetaria y económica y supone, a juicio de los magistrados de Karlsruhe, una financiación encubierta de los estados. Da un plazo de tres meses al BCE para que alegue causas que justifiquen su comportamiento y amenaza con que el Bundesbank alemán deje de participar en ese proceso de compras. Dado que ese QE, reitero, es lo que salvó al euro y evitó que la crisis de deuda de 2012 arrasara con las economías de naciones como, por ejemplo, España, el que se produzca una disensión respecto a aquellas medidas se vio como un grave problema, porque el QE de entonces se va a quedar en casi nada respecto al programa de compras pandémicas planteado hace pocas semanas por el BCE, con el objeto de sostener las deudas soberanas de las naciones europeas, que van camino de quedar sepultadas por la misma para poder hacer frente a los compromisos derivados de la crisis del coronavirus. En su conjunto, el tema es complejo y muy importante, y supone el choque de dos legitimidades, la nacional alemana y la comunitaria. De cómo se dirima esta disputa puede quedar bastante claro hasta qué punto la UE es un proyecto viable o no, y es que si la UE da su brazo a torcer ante el constitucional alemán nada impide que otra nación que forma parte de la misma interprete que algo en los tratados no le gusta y debe ser modificado para adaptarse a su legislación nacional, y a partir de ahí llega el acabose. He intentado leer algo estos días sobre el tema y la cosa es complicada, con argumentos de todo tipo, algunos a favor de la interpretación alemana, pero en general domina una corriente de opinión que se basa en el poder de la competencia respecto a la legalidad nacional. Desde que uno firma la adhesión a un club se compromete a seguir las normas que imperan en ese club, son competentes para él, independientemente de lo que señale la normativa nacional, y si son contrarias a las leyes del propio país no queda más remedio que acatarlas. La vía para volver a hacer que la legislación nacional prevalezca es salirse del club, con los procedimientos de salida establecidos. En un ejemplo similar, aunque puede que si lee esto alguien de leyes me diga que no es así (sea benévolo el jurista con mi ignorancia), no son pocas las veces que la justicia europea ha llevado la contraria al tribunal Supremo español en temas de toda índole, y no ha quedado más remedio que acatar la sentencia que ha venido de Bruselas, o de Luxemburgo más concretamente, y es que España, como el resto de naciones de la UE, acuerda al incorporarse al club que los tratados y la legislación comunitaria son parte de su propia legislación, y que las disputas entre una y otra legislación le corresponde dirimirlas al Tribunal de Justicia de la UE, no a ninguna instancia española, por muy alto que sea su rango.

Este Tribunal de la UE ya dictaminó hace un tiempo que la política de QE del BCE estaba de acuerdo con los tratados y que, por tanto, era legal, y que todas las demandas en su contra no estaban justificadas. El propio BCE, que ha dicho tomar nota de la sentencia alemana, la ha considerado no válida en la práctica, amparado en el anterior pronunciamiento del Tribunal europeo, y mantiene sus programas de compra pandémicos. Sin embargo, es cierto, esta sentencia es un problema, sobre todo por el hecho de que viene de Alemania, el país con más poder en la UE, y su resultado deberá ser reconducido a buen puerto, por el bien no sólo del BCE, sino de todo el proyecto europeo. Como teníamos pocos problemas, pues uno más.

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