Cierto va a ser eso que
se nos dijo que mucho más complicado será gestionar la desescalada que el
confinamiento, y es que es fácil mandar cerrar, de golpe y en todas partes, que
ir abriendo la mano, con lo que eso supone de oportunidades para el desmadre.
No es sólo lo que se ve en algunos comportamientos, minoritarios, en las horas
de recreo deportivo adulto, sino sobre todo en el comportamiento de algunos
dirigentes políticos, que siguen sin asumir la gravedad de la situación en la
que nos encontramos y sus consecuencias. Y este mal comportamiento está
ideológicamente muy repartido, como todo, porque en ninguna parte reside la
exclusividad de la virtud o la necedad.
Mal por el equipo de
expertos encabezado por Fernando Simón, al mantener el secretismo de quienes lo
componen y la batería detallada de indicadores que van a servir para gestionar
este proceso. Simón alegó que dar a conocer los nombres de quienes van a
valorar la situación sería someterlos a una presión mediática insoportable y
que eso dificultaría la toma de decisiones. Es indudable que la presión de los
medios, y de la sociedad, está al máximo en estos momentos, porque es muy alta
la tensión con la que se vive una de las mayores crisis que imaginarse uno
pueda, pero
Simón debiera ser consciente que el ocultismo, además de ser ilegal, es
contraproducente, y contribuye a crear dudas sobre lo que ese comité decide
y cómo lo hace. Espero que en pocos días, mejor pocas horas, se rectifique,
como ya es marca de la casa, y se de a conocer a los miembros de ese comité,
que como todos, puede aceptar y errar. Es inaudito que no los sepamos. Y en
esta cadena de malas formas de hacer las cosas, ayer el gobierno de la
Comunidad de Madrid alcanzó nuevos hitos, dejando el listón bastante alto. Ya
el día anterior había sido polémica la decisión, discutida a lo largo de todo
el día por el gobierno de coalición regional, sobre el solicitar que la
Comunidad pasase a fase 1, informándonos de un enfrentamiento, nada soterrado,
entre Ignacio Aguado, vicepresidente de Ciudadanos, que quería ese cambio de
fase, y la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, que optaba por la prudencia
y no lo tenía claro. Al final del miércoles se tomó la decisión, unánime, de
solicitar el cambio, y dado el ocultismo que comentaba al principio sobre,
entre otras cosas, los indicadores y sus umbrales a la hora de decidir el
cambio empezó a tomar cuerpo la sospecha social de que Madrid, principal foco
de la pandemia junto a Cataluña, no estaría en condiciones de afrontar ese
cambio de fase tan rápido. La respuesta del gobierno regional fue el silencio,
como queriendo no oír. Ayer por la tarde, en una decisión que dispara alarmas,
dimitió la directora de salud de la Comunidad, dimisión que, parece obvio recordarlo,
pero no viene mal, se produce en medio de una devastadora crisis sanitaria. Todo
muy normal, dirán unos pocos. En
su carta de despedida Yolanda Fuentes, que así se llama la hasta ahora
responsable del cargo, denuncia que la Comunidad no está en condiciones de
solicitar el cambio de fase, y que por lo tanto no quiere tener nada que
ver con una medida que considera precipitada y peligrosa. Estamos, por tanto,
ante un técnico cuya voz no se ha escuchado en lo más mínimo, un técnico que
ocupa un puesto de responsabilidad en un gabinete, designado para ello por un
político, y un técnico que renuncia a dicho puesto porque pone por delante del
puesto y remuneración lo que considera que son los criterios de responsabilidad
sustentados en datos e impresiones técnicas, las de la materia en la que es
experta. El paso dado por Yolanda Fuentes es de un enorme valor y, a primera
vista, un ejemplo a la hora de poner la profesionalidad por delante de la
carrera personal. Pocos casos tenemos en España de algo así, muy pocos.
Si nos fijamos en el
resto de las CCAA y de las propuestas que se nos han hecho llegar a la opinión
pública respecto a sus procesos de desescalada, veremos que el comportamiento
colectivo se parece mucho al de la inmensa mayoría de ciudadanos que respectan
las franjas de paseos y la distancia social. Petición generalizada de cambio de
fase con la excepción de las capitales castellanoleonesas, Granada, área de
Málaga y una gran extensión de Cataluña, dominada por el área metropolitana de
Barcelona. Quizás Madrid debió optar por eso mismo, solicitando el cambio en la
zona norte, la sierra, de la Comunidad y esperando en la capital y todos los
núcleos aledaños, pero no, no hizo eso. Un buen ejemplo sobre cómo no hace
estas cosas es el que en estos días nos ha dado el equipo de gobierno regional
madrileño.
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