Hay una cosa que tienen en común
España y Grecia. En el cálido y desatado verano de 2015 sus parlamentos
trabajan como si no hubiera vacaciones. La sesión maratoniana que se vive en
Atenas para aprobar el
tercer rescate va a someter al gobierno de Tsipras a otra votación en la que
Syriza se va a cuartear, veremos si esta vez del todo y de manera oficial,
mientras que en Madrid, a las 9:30, comparecerá el
Ministro del Interior para explicar la reunión que mantuvo con Rodrigo Rato en su
despacho oficial del Ministerio. Y curioso, en este caso también habrá
división en las filas del partido gobernante, aunque no se hará visible, o al
menos eso se espera.
Vamos con lo de Rato y Fernández
Díaz en el Ministerio, que no deja de tener su toque de culebrón y es, así mismo,
un asunto feo. Feo, sin saber el contenido de la reunión, en lo estético, y ya
sabemos lo importante que es esto en política. Que Fernández Díaz, el jefe de
la seguridad del estado, amigo íntimo y fiel del presidente Rajoy, reciba en su
despacho oficial a quien hasta hace dos penas de telediario era uno de los máximos
dirigentes de su partido, y que ahora se encuentra envuelto en un proceso judicial
que puede acabar muy mal para su persona es, como mínimo, reprobable, dudoso,
sospechoso, sucio y feo. Muy feo. El Ministro está más que obligado a explicar
de qué hablaron, de qué no y, más allá de la incredulidad que pueda mostrar la
oposición, ofrecer una versión que pueda ser creíble del motivo de esa cita. Cuando
la noticia trascendió les reconozco que mi primera impresión fue la de reírme,
porque realizar esa reunión en ese lugar me parece un error tan mayúsculo, en
forma y fondo, que no me podía creer que fuera cierto. Era como si desde la
propia dirigencia del PP se dedicasen a planificar qué es lo peor que podían
hacer para infringirse el mayor daño posible y, una vez descubierto, asaetarse
con ello hasta que la herida sea incontrolable. El cruce de comunicados entre
el Ministerio y Rato, reconociendo ambos el encuentro pero dando versiones muy
distintas de lo allí tratado (el leal Rodrigo, comenzando a apuñalar a los
suyos, en quienes creyó encontrar amparo) no hizo sino elevar el incidente
hasta el más alto de los chuscos posibles. Una versión de “entre pillos anda el
juego” con moqueta oficial de primer grado. Imagino a la oposición incrédula,
incapaz de entender si quiera cómo le ha podido caer semejante regalo del
cielo, gracias a la torpeza del gobierno. Las posteriores declaraciones de
Rajoy, que cada vez que habla para explicar algo hace que fallezca un asesor de
comunicación política, que casi vuelve a recurrir a la expresión de “pelillos a
la mar” terminaron por hundir la imagen del encuentro de cara a la opinión pública.
Antes de esa cita con los periodistas en la Galicia vacacional, varios
dirigentes del PP se mostraron muy enfadados con ese rato de reunión, y
expresaron la necesidad de que el Ministro compareciera y se explicase, todos
ellos con una cara de hartazgo y hastío comprensible, y muy justificable,
viendo como nuevamente los esfuerzos de transparencia de un sector del PP,
digamos el joven por simplificar, se estrellan en la muralla de opacidad y
formas arcaicas de otro sector, el viejo para simplificar, que sigue viviendo
ajeno a la realidad social de un país descreído y cabreado, aunque ahora ya no
se lleven las coletas para expresar ese hartazgo.
Por eso la comparecencia de Fernández Díaz hoy
es obligada, aunque me temo que de ese acto sólo saquemos bronca y acusaciones
mutuas entre un ministro a la defensiva y una oposición que sería tan tonta
como el gobierno si deja escapar esta enorme golosina que han puesto a sus
pies. De lo importante, de la separación de poderes, de la sensación que tienen
muchos de que hay corruptos de primera que cuentan con privilegios (y no sólo
en el PP, desde luego) y la imagen de un gobierno que ha navegado en ese fango
sintiéndose, como mínimo, nada asqueado, nada de nada. Así funciona la lucha
contra la corruptela para muchos, con grandes discursos a la galería y
celebradas reuniones a medioescondidas. Vaya rato nos espera esta mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario