jueves, agosto 13, 2015

Dos familias arrasadas en Cuenca, otro crimen más

Parece el verano una época propicia para el crimen atroz, con saña, del que revuelve las tripas, conmociona a la sociedad y alimenta su morbo. Hace unas semanas un padre divorciado mataba en Galicia a sus dos hijos, en uno de los periodos en los que le tocaba la custodia de los mismos, llevamos una racha intensa de crímenes de género que se han llevado por delante a varias mujeres y, suicidio mediante, a algunos asesinos, y ayer se descubrieron en un paraje natural los dos cuerpos, quemados y semienterrados en cal, de las dos chicas desaparecida en Cuenca desde el pasado fin de semana. Una historia que empezó mal, que tenía toda la pinta de que iba a acabar mal, y que, desgraciadamente, es como ha terminado. Ira y llanto.

Un nexo común a todas estas muertes es el amor, presunto amor, que los asesinos tenían respecto a sus víctimas. Amor filial del padre, amor pasional de los maridos, parejas y novios. En todos los casos es ese presunto amor el causante de un asesinato, lo que no deja de ser completamente absurdo y cruel. Se da en muchos de los crímenes y actos terroristas que vemos todos los días y nos asustan. El amor a una persona, a una religión, a una ideología, a lo que sea, impulsa a matar en nombre de ella, y es algo que, por mucho que lo vea sin cesar, nunca entenderé. ¿Qué provoca que un novio quiera matar a su pareja? No se me ocurre causa alguna. El maltrato, la vejación a la que miles de mujeres son sometidas día sí y día también es algo que se me escapa. Vemos en televisión programas en los que se alienta el papel de un “macho castigador”, un sujeto impresentable, chulesco y brusco, que tiene a su corte de admiradoras que le miran embelesadas, y se cree el rey de la manada. En muchos de los casos de violencia de género, especialmente los de aquellas parejas que tienen menor edad, se ven patrones de este tipo, repulsivos socialmente, caracterizados por una relación enfermiza entre él y élla donde lo que desde luego pare que no hay es amor. ¿Por qué esas parejas surgen y se consolidan? En tiempos en los que la información circula libre y desatada en la red, en donde llamar al 016 es una vía directa para encontrar protección policial y profesionales que puedan ayudar a consolar, muchísimas parejas viven en su día a día situaciones repugnantes que no pueden ser toleradas, no ya por la sociedad, sino por cada uno de los miembros de esa presunta, otra vez la palabrita, pareja. A veces las impresiones pueden ser engañosas, ya me disculparán, pero uno ve las imágenes de las chicas asesinadas en Cuenca, la del novio de una de ellas, presunto asesino, y no le cuesta mucho formarse la idea de una relación en la que estaba claro quién dominaba a quién, quién ejercía ese dominio y cuál era el sentimiento y cariño que existía en ese mundo. Quizás me equivoque, pero ellas y él eran candidatos a programa televisivo de mediodía o de noche de cadena televisiva, y no voy a mencionar programas ni cadena porque ambos me repugnan. ¿Dónde estaban las amigas de esas pobres chicas, que no pudieron ayudarles a romper antes esa relación y protegerlas? ¿Dónde las familias que no supieron o pudieron ver el peligro que se cernía sobre ellas? ¿Por qué ellas mismas, antes, mucho antes, no percibieron que algo iba mal y buscaron ayuda? No lo se, no tengo respuestas a ninguna pregunta, sea pertinente o no, pero el patrón de este atroz crimen se parece tanto a muchos de los que hemos visto en el pasado que a la pena por la muerte de las chicas se une la rabia y la impotencia de ver que, nuevamente, no hemos avanzado mucho, que no hemos conseguido evitar que otra relación enfermiza haya acabado de la peor manera posible, en medio de un camino polvoriento lleno de zarzas y restos.

No es el calor el causante, el culpable de toda esta violencia, no. Lo somos nosotros, los humanos, nuestra sociedad. Cada uno debe, desde su situación personal, tratar de evitar que nuevos asesinatos como estos se repitan, no siendo un héroe, que no es necesario, sino advirtiendo, estando atentos y pidiendo ayuda a quien sabe y pueda proporcionarla. Esta violencia bastarda como pocas, que usa el amor como excusa, es de las más infames que uno pueda imaginar, y lejos de ver como lógica la imagen, que aún domina en muchas mentes, de que una pareja implica sumisión, acatamiento y servilismo, hay que luchar contra esta lacra deteniendo a sus culpables, encerrándolos en la cárcel muchísimo tiempo pero, sobre todo, repudiando sus actos, condenándolos, no comprendiéndolos, no excusándolos. Nunca jamás.

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