Esta semana se celebran dos
reuniones muy importantes. La del BCE de mañana, en la que se espera todo de
Draghi, así de desesperados estamos, y la
de la OTAN, que reúne en Gales a todos sus miembros para tratar los
candentes temas de actualidad, seguir repensando qué papel tiene la alianza en
estos tiempos y discutir sobre dinero, sobre quién, además de EEUU, paga los
costes de la organización, dado que ahora es Washington el que, don una
diferencia abrumadora, financia el presupuesto de la organización. Está por ver
que haya acuerdos en este y otros campos más allá de la retórica habitual de
estas cumbres.
Si se fija uno, la verdad es que
la situación de la OTAN, más que curiosa, es cruel. Creada como alianza
defensiva de occidente frente al belicoso imperialismo de la Unión Soviética, y
con el objetivo declarado de defender a los aliados de la misma, léase Europa
Occidental, la OTAN contempla tan asombrada como el resto del mundo la caída
del muro, hecho del que se cumplen este año justamente el veinticinco
aniversario. De golpe y porrazo el mundo pasa de una guerra fría bipolar a una
situación unipolar en la que EEUU lo controla todo. Y el boxeador, que es la
alianza, se queda de repente sólo en el ring porque su oponente ha saltado más
allá de las cuerdas y lo ha dejado. Y claro, no sabe qué hacer ahí. Desde los
noventa se busca “utilidad” a la alianza, sin que se haya logrado realmente
alcanzar ese objetivo. El hecho de que las principales amenazas para la
seguridad occidental hayan provenido de actores no estatales, tipo Al Queda,
contra los que no se puede declarar una guerra convencional, ha acentuado aún
más la imagen de antigualla que los protocolos y procedimientos que rigen a la
alianza, diseñada para un mundo mucho más clásico, en el que los estados y sus
vínculos eran los actores fundamentales, por no decir únicos. El mundo unipolar
de EEUU como regente nos ha durado poco, y estos años asistimos a lo que parece
su desmoronamiento, caracterizado por la emergencia de otro contrapoder en su
formato clásico, encarnado en una China que crece desaforadamente en todos los
sentidos, por el surgimiento de actores no convencionales que plantan batalla
en conflictos desorganizados en diversas zonas del mundo, y por la actitud gamberra
de algunas naciones, que ven como el sistema de control que se trató de crear
en los noventa ya no funciona. El enorme esfuerzo financiero y militar que
supuso la guerra y postguerra de Irak para EEUU, unido a su magro resultado, ha
dejado debilitada a la gran potencia de cara a las intervenciones en el
exterior, y con las ganas de volverse más introspectiva y reservada. Sin
embargo el mundo, y sobre todo Europa, sigue con un comportamiento esquizoide
respecto al papel que debe jugar EEUU en la seguridad en el mundo. Se reclama
muchas veces su intervención, dado que sigue siendo el único con poder para
ejercerlo en todas partes y de manera disuasoria, pero así mismo se critica con
saña esa capacidad, acusando velada, o directamente, al gobierno de Washington
de querer controlar todo lo que suceda en el globo, amparado en su militarismo.
En este sentido la Alianza es una muestra de esa, a mi modo de ver insana, pulsión
entre países (Europa) que ni gastan en armamento ni poseen ejércitos dignos de
tal nombre y una potencia (EEUU) que es la que más invierte en defensa del
mundo y la que ha logrado juntar la maquinaria de guerra más potente y efectiva
que jamás haya visto el mundo.
Así, la cumbre de la Alianza tiene su
importancia. Para “amenizarla” Putin aumenta su pulso en el Este, alentando a
los rebeldes prorusos a conquistar la independencia de una parte de Ucrania, en
lo que es una nueva y cruel guerra europea. Y por otro lado los
inteligentes psicópatas del IS mostraron ayer un nuevo vídeo, especialmente
dedicado a Obama, en el que decapitan a un segundo periodista norteamericano
retenido en sus dominios. Si la Alianza quería encontrar enemigos que le
dieran sentido, ahí tiene un par de ellos, pero está claro que las tácticas y
estrategias del pasado no valen ante las modernas amenazas del presente. De
todo esto debiera debatirse en Gales.
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