jueves, septiembre 04, 2014

Los nada honorables Pujol


Si hemos llegado a alguna conclusión a lo largo de esta condenada crisis, que lo dudo, es que gran parte de lo que nos ha sucedido ha sido por la falta de ética de todos, todos, los que conformamos la sociedad. Desde el puesto de cada uno, con mayor o menor relevancia, hemos caído en la tentación de llevarnos crudo parte del dinero que pasaba, fueran comisiones ilegales, primas sobre el precio de los pisos o porcentajes en negro sobre cualquier transacción. Quién más pudo más se llevó, pero casi todo el que pudo, lo hizo. Por eso hay un movimiento en pro de la ejemplaridad, de la vuelta a la racionalidad y la ética, en los negocios y en lo personal, como único antídoto verdadero para evitar otra debacle.

Y en estas que llega Pujol y su familia. Tras años de investigaciones más o menos rápidas, más o menos interesadas y más o menos obstaculizadas, que de todo hay, Hacienda empieza a acorralar a los Pujol, extensa familia montada en torno al matrimonio Pujol Ferrusola, cuyos hijos han sido muy beneficiados por la riqueza acumulada por sus progenitores. Los escándalos con el apellido Pujol han sido muchos a lo largo de estas décadas, pero ha habido un interés común en ocultarlos, tanto desde Cataluña, donde han sido la auténtica familia Real, como desde el resto de España, donde el poder establecido veía con buenos ojos no mirar hacia donde no debía a cambio de un pacto político de mutua estabilidad y beneficio. Esta situación ha ido cambiando a lo largo de los años, los Pujol han empezado a dejar de ser imprescindibles, la gobernabilidad catalana se ha ido perdiendo a medida que la radicalidad nacionalista imperaba en las mentes de quienes eran llamados a ejercer el gobierno de la región y las posibilidades de pacto se iban difuminando. Pero el clan de los Pujol seguía ejerciendo su poder como si nada, amasando fortunas y decidiendo sobre lo divino y lo humano allí donde consideraban que tenían derecho a todo. Como Urdangarín, que creyéndose inmune bajo el apellido de su mujer, cavaba su fosa a base de corruptelas cada vez más inmensas y burdas, la familia Pujol se enredaba en nuevas operaciones financieras sin darse cuenta de que el velo de inmunidad colectiva que les había protegido durante décadas se estaba cayendo, que las prebendas que les permitieron medrar dejaban de existir. Seguramente alguien les advertiría estos últimos años de que frenasen, que dejaran sus negocios, que cambiaran de actitud, que las cosas ya no eran como antes, que las comisiones ilegales ya no estaban bien vistas, pero de nada sirvió. La sensación de inmunidad del que se cree poderoso puede cegarle hasta llevarlo al desastre. Con un gobierno de la Generalitat en manos de los herederos, de momento sólo políticos, del expresident, los Pujol seguían gozando de un estatus de reyes vitalicios, de intocables, de auténticos ciudadanos más allá de cualquier ley o norma. Mentar el hecho de que estaban envueltos en turbios asuntos era equivalente a ser acusado de todo desde la “sociedad catalana” es decir, desde los medios de comunicación y grupos de interés controlados por los Pujol, sus herederos y los nacionalistas, regentes eternos de la arcadia feliz a la que no han dejado de exprimir financieramente durante todos los años que han permanecido en el poder. La confesión por parte del patriarca de la herencia ilegal oculta durante años empezó a sacar a la luz toda esta trama que, por décadas, ha permanecido oculta, a sabiendas de muchos. Ahora, como un castillo de naipes, todo amenaza con derrumbarse sobre quien todo lo fue en Cataluña.

Y que sigue creyendo que todo lo es. Su displicencia a la hora de colaborar con la justicia y con el parlamento catalán demuestra no sólo su desprecio por ambas instituciones sino, sobre todo, la creencia de que él, los suyos, de nada tienen que responder ante esos lugares, diseñados para seres inferiores. La actitud de Marta Ferrusola, la jefa del clan, mandando a la mierda a los periodistas es una buena muestra del nulo propósito de enmienda y arrepentimiento que anida en esa familia, que ahora se empieza a ver acorralada, aunque nunca le falten interesados defensores. Al final, y por mucho que les pese a tantos, Pujol ha demostrado ser un vulgar Bárcenas.

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