Ayer.
Tras varios intentos infructuosos, consigo que el informático contestador
derive mi llamada y logro hablar con una operadora de la empresa responsable de
la revisión de gas que iba a tener lugar en mi casa. Le aviso que estoy en
Madrid y que puede ser, pero que no llegaré a casa antes de las 17:00 por lo
que le indico que se lo comunique al técnico para que se planifique la tarde y
las visitas mejor. Vivo solo y hasta que llegue nadie va a haber en casa para
poder atenderle. La operadora toma nota, me da las gracias y me pasa, por si
acaso, el nombre y teléfono del técnico para que pueda comunicarme directamente
con él. Le llamo unas cuantas veces a lo largo de la mañana pero no lo consigo.
Por si acaso, le mando un whatsapp.
A
eso de las 16:45 llego al portal de mi casa, accedo a la escalera y subo hasta
mi puerta, y en el canto de la jamba me encuentro el papelito de aviso de que
el técnico ha pasado por allí y no me ha encontrado, y me ruegan que llamo a la
empresa para concertar una nueva cita en un día posterior. Cojo la hoja y la
miro con cara de no entender nada, abro la puerta, entro en casa, me cambio, me
siento en el sofá y, a unos diez minutos de las 17 horas del 1 de agosto miro
al techo dando por sentado de que en breve allí no va a aparecer nadie. Hago
algunas cosas, escucho la radio y pasadas las 17:30 tengo la constancia de que
mi espera es bastante inútil, por lo que me vuelvo a cambiar y salgo a dar un
paseo, para al menos airearme un poco. Por lo visto el aviso que di por la
mañana a la empresa no sirvió de nada. Al bajar la escalera (suelo usar el
ascensor sólo para subir) veo que en otras puertas también está el mensaje de
aviso, y aunque desconozco si el resto de vecinos están en casa o no, han
llamado a la empresa o no han avisado, sospecho que sus acciones, de
producirse, hubieran sido tan irrelevantes como las mías. No todos los pisos de
mi portal tenían revisión ayer, y no en todas las puertas de los pisos a
revisar había papeles, por lo que algunas de las inspecciones tuvieron lugar,
casi seguramente las que se daban en pisos donde vive gente que todo el día
está en casa, o varias personas, y una de ellas permanece en el hogar. Pisos
que cada vez abundan más en Madrid y otras ciudades, pisos de personas solas,
que si son jubilados pueden atender los incomprensibles horarios de reparto y
vista de este tipo de empresas, pero que si son ocupados por personas en edad
laboral, como es mi caso, se convierten en hueco vacíos durante todo el día, en
los que casi nunca hay nadie dentro de las horas de la jornada laboral,
jornadas que cada vez son más largas. No es la primera vez que hablando con
empresas de este tipo se empeñan en hacer entregas o vistas a las 11 o d12 de la
mañana, y les reitero una y mil veces “es que a esa hora (y bastante antes y
después) estoy trabajando y no hay nadie en casa para poder atenderles” y
entonces una voz al otro lado del teléfono responde “bueno, si a las 12 no
puede, ¿qué tal a eso de las 12:15”?. Y entonces uno levanta el auricular, lo
mira y, además de no entender nada, se pregunta para qué sirve tanta
inteligencia artificial cuando la natural no existe en ninguna parte. Este tipo
de negocios no pueden seguir viviendo en la época pasada en la que las amas de
casa vivían permanentemente en el hogar y estaban a cualquier hora. En agosto,
y en noviembre, al mediodía, miles, millones de pisos están vacíos en una
ciudad como Madrid, y sus residentes están trabajando, estudiando o dando
vueltas envueltos en sus quehaceres, y miles de timbres pulsados suenan sin
cesar emitiendo tonos de todo tipo, sin que puedan encontrar respuesta. Los
repartidores o inspectores pierden tiempo, se desesperan, los clientes no
obtienen el servicio que se esperaba, y todo es un ejercicio de melancolía
costosa e improcedente.
Lo
más divertido es que esta mañana me va a tocar volver a llamar a la empresa
para concertar una nueva jornada de inspección, y a ver cómo le convenzo de que
no pueden pasarse por mi casa a eso del mediodía o a muy primera hora de la
tarde. Estoy por decirles que manden su revisión a la porra y que todo funciona
muy bien, pero al parecer es obligatoria, impuesta por la Comunidad de Madrid,
y eso hace que no pueda escaparme de sus garras. Ahora, esa obligatoriedad no
es acorde a la existencia de un horario y una lógica. ¿Cuántos miles de
paquetes y servicios se desperdiciarán hoy por malas gestiones como estas? A
buen seguro muchas. Menudo desastre para ellos y todos los usuarios.
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