miércoles, agosto 28, 2019

Macron gana el G7


Cierto es que jugaba en casa, con la comodidad que eso otorga y la sensación de control que produce. Cierto es que eso le permitía, como anfitrión, manejar la agenda de la reunión y tratar de modificarla para su beneficio y para el bien de la cumbre en su conjunto. Y también es cierto que las expectativas con las que partía el encuentro, muy bajas, se convirtieron en literalmente cero tras la andanada de tuits de Trump que comenté hace un par de días. Esa nula esperanza de acuerdo hacía que cualquier posible consenso, el mínimo posible, fuera visto como un éxito de altísimo nivel. Incluso no ahondar en las discrepancias pudiera ser un balance aceptable, visto lo visto.

Aprovechando todas estas bazas, y ejerciendo un papel de liderazgo que claramente le gusta, Macron ha sido el gran ganador de la cumbre del G7 celebrada este fin de semana en Biarritz, muy cerca de la frontera española. Las contramanifestaciones han sido mucho menores y anecdóticas de lo que se anunciaba, y eso ha aumentado aún más el prestigio del presidente francés, que sale reforzado interna y externamente del encuentro. Suya fue la idea, días antes del comienzo de la reunión, de poner parte del foco de la misma en las cuestiones ambientales, utilizando para ello los pavorosos, pero tristemente habituales, incendios de la amazonia brasileña, que han acaparado portadas y atención en estos últimos días, cuando es un desastre medioambiental que se da año tras año y no sólo en Brasil, sino también en Paraguay y Bolivia. Fijándose en este punto, Macron contaba con la complicidad de casi el resto de los participantes del encuentro, y su idea era tratar de acorralar a un Trump al que el medio ambiente le parece un engorro. En parte lo ha conseguido, haciendo que el encuentro hable del tema y apruebe un fondo simbólico contra la desforestación y para lucha contra los incendios que ha desatado las iras del presidente brasileño. Bolsonaro, un sujeto demagógico y exaltado, tiene un punto de razón cuando habla del comportamiento pseudocolonialista de los países ricos frente a Brasil, pero pierde todos sus argumentos cuando se lanza al campo de los insultos personales, centrados esta vez en la mujer de Macron, Briggitte. La respuesta del presidente francés ante esos ataques, templada, serena y de altura, lo ha engrandecido frente al rastrero comportamiento del presidente brasileño. El otro punto en el que, esta vez del todo, Macron ha dado un golpe de efecto ha sido la invitación realizada al ministro de exteriores de Irán para que se pasase por Biarritz el sábado por la tarde, para tener un encuentro con su homólogo francés. ¿Buscaba Macron una reunión de los iraníes con la delegación norteamericana? Probablemente sí, y quizás consciente de que ese era un objetivo muy elevado, forzó una situación intermedia, en la que un miembro del régimen de los Ayatolas, apestados para EEUU, se encontraba apenas a unas habitaciones del lugar del edificio en el que se celebraba la cumbre, lanzando el mensaje de que es posible abrir una vía de negociación entre las dos partes, con la presión del resto de países, para restaurar o reconstruir un acuerdo nuclear que impida a Irán tener la bomba pero que le permita participar en la economía internacional como cualquier otra nación. Curiosamente, y este es quizás el aspecto más sorprendente de lo sucedido en la cumbre, Trump ha estado apaciguado, apenas ha tuiteado y no ha respondido con su habitual soflama infantiloide ante gestos y posiciones como estas. Por mucho menos el presidente rubio dispara a diestro y siniestro contra quienes él cree que le toman el pelo o no le respetan, y en esta ocasión se ha comportado de una manera tan reservada como responsable. Es todo un misterio, pero buena noticia que así haya sido.

¿Tendrá recorrido este movimiento diplomático de Macron? Eso depende ya de los iraníes y norteamericanos, pero el esfuerzo ha sido realizado, y ha demostrado una gran audacia por parte de quien lo ha ejecutado. Comentaba hace un par de días en la comida, en el trabajo, con unos compañeros y amigos que Francia y reino Unido aún se creen que son los imperios que fueron, y actúan como si realmente todavía gestionaran el mundo, como sucedió hasta la II Guerra Mundial. Macron ha demostrado nuevamente sentirse como un líder global, como representante, desde la francofonía, de un poder que se extiende mucho más allá del que realmente posee. Y, curiosamente, lo ha hecho muy bien, está por ver si para el conjunto del planeta, pero desde luego sí para sus intereses personales y para la figura de la presidencia francesa.

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