Ay
agosto, ese plácido mes para el veraneante, que no pocas veces es truncado por
la aparición de medusas, vertidos fecales que obligan a cerrar algunas playas y
desplomes bursátiles. Son varios los agostos en los que los inversores,
rebozados en arena y con el agua a una marabunta de bañistas de distancia
observan cómo las cotizaciones se derrumban, sea cual sea la causa que lo
origine, y saltan los “stop losses” sistemas automáticos de venta al llegar a
un precio mínimo de soporte, de tal manera que el baño les puede sentar mejor o
peor, pero sus finanzas están como asaltadas por todas las medusas del Mediterráneo,
picadas por ellas y escocidas hasta decir basta. Las cuentas corrientes
tiemblan mientras que el Sol y la arena ni se enteran.
Ayer
fue uno de esos días de agosto lleno de desastres en los mercados. Las
escaramuzas comerciales entre EEUU y China elevaron su intensidad y
agresividad, y los mercados respondieron al unísono, con caídas generalizadas,
moderadas en los índices europeos, claramente superiores al 2% en los
estadounidenses. Este capítulo del enfrentamiento comercial empezó a finales de
la semana pasada, cuando Trump anunció una subida de aranceles a los productos
chinos, adiciona a la que ya estaba en vigor, por considerar que Beijing no
estaba cumpliendo su parte de los compromisos acordados para rebajar la
tensión. Esto ya provocó que el tramo final de la semana fuera muy malo para
las bolsas, con un Ibex que se dejó la cota de los 9.000 con una facilidad tan
pasmosa como preocupante. Ayer se supo la respuesta china, que consistió en no
llevar a cabo las compras de productos agrícolas norteamericanos a las que se
había comprometido (malo para el votante de Trump) y, sobre todo, anunciar un
nuevo cambio del yuan, la moneda china, depreciándolo respecto a todas las
demás, con lo que en gran parte se diluye de manera automática el efecto de los
aranceles, y de paso aumenta la competitividad de todos los productos chinos,
en EEUU y en cualquier otro país. Es también una medida dolorosa para la propia
China, porque encarece sus importaciones (el petróleo se paga el dólares y
China compra muchos millones de barriles al día) y debilita la imagen de la
nación, que siempre se asocia a una moneda estable y potente, pero desde luego
es todo un golpe sobre la mesa, y hace que los anunciados tambores de guerra
comercial lleven asociado el apellido “de divisas” por lo que la escalada es
creciente, y en medio de la turbulencia, el dinero huye. Estemos ante una
escaramuza de ambos gobiernos o ante algo más serio, lo cierto es que el clima
de desconfianza que se ha instalado entre las dos naciones parece que ya no
tiene vuelta atrás. Sabe EEUU que China es su rival directo en muchas
cuestiones, y la única nación que realmente puede hacerle sombra en el mundo,
por el tamaño de su economía y dimensión geopolítica, y es como el gran rival
como empieza a ser vista desde todos los puntos de vista que dominan
Washington, tanto políticos como económicos y militares. Es probable que de
aquí en adelante asistamos a vaivenes en la relación de ambas naciones, y más
conociendo el carácter ambivalente de un Trump que un día se despierta
tuiteando sobre, pongamos, cómo arrasar a Corea del Norte y a los tres días
califica de hermano del alma o cosas por el estilo al dirigente de aquel país.
Comentaba Xavier Vidal Foch en un artículo hace unos días que Trump ha
trasladado a la política las técnicas negociadoras que se estilan en el
competitivo mercado inmobiliario de Nueva York, donde la amenaza y los puños en
alto sirven para posicionarse frente a otro para acabar firmando sonrientes
acuerdos. Puede ser, pero es obvio que el riesgo de que haya una trifulca entre
promotores en el bajo Manhattan es menor que el que la disputa sea entre las
altas esferas del poder global, y las pérdidas que ello puede ocasionar son
mucho mayores.
Otra
teoría retorcida que ha circulado estos días, y que es plausible, es que Trump
sigue obsesionado con que la FED baje mucho más los tipos de interés para
alargar el ciclo económico y garantizarse así la reelección. Como el mensaje de
Powell la semana pasada le pareció decepcionante, ha decidido forzarle,
provocando bajadas en los mercados, asustándolos, para que la FED no tenga otra
opción. Otra negociación que empieza con puños descarnados, esta vez en las mismas
calles de Wall Street. ¿Es posible? Con Trump al mando todo entra dentro de lo real,
pero eso poco le importa a nuestro inversor playero, o a mi propia cartera de
valores, que ayer se dio otro piñazo. Sea por China, por la FED o por lo que
sea, el que pierde dinero sufre.
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