Ayer,
por primera vez desde el desquiciante año 2008, la FED, que es el banco central
del EEUU, bajó los tipos de interés, un cuarto de punto, cifra que estaba
bastante descontada por el mercado. El argumento para ese movimiento es el de
luchar contra la desaceleración económica global que experimentan las grandes
áreas económicas, fruto de las tensiones comerciales y del lógico agotamiento
del ciclo norteamericano, que ya es el más largo de su historia en lo que hace
a expansión. Se dijo desde muchos foros que, en movimientos anteriores, la FED
subía tipos no porque hiciese falta en sí mismo, sino para tener margen para
poder bajarlos cuando lo requiriese. Ayer empezó a hacer uso de ese margen.
El
movimiento en sí y su justificación debieran tenernos a todos alerta, porque
refleja que el ciclo se agota y que volvemos a unas sendas de crecimiento mucho
más moderadas, de estancamiento en varias variables y de recesión directamente
en otras. Uno de los problemas que tenemos para saber dónde estamos en el punto
del ciclo es que se está produciendo un desacople entre las economías globales,
y eso complica mucho que las acciones coordinadas que puedan ser necesarias
generen efectos generales. Así, mientras como señalaba, EEUU está en un ciclo
expansivo extraordinariamente largo, que muestra signos de madurez por todas
partes, China no hace otra cosa que meter estímulos en su economía para que las
tasas de crecimiento sigan por encima del 6%, sea ese un dato real o no. Japón
oscila en medio de su mundo estacionario y la UE muestra unos datos que inducen
más a la melancolía que a otra cosa. Reino Unido está sumida en el caos del
brexit y, pese a ello, muestra tasas de crecimiento relevantes, aunque todo el
mundo da por sentado que serán efímeras. Francia crece pero poco, muy poco,
Italia sigue completamente estancada, como los últimas décadas y Alemania
bordea desde hace tiempo la recesión, que salva en los últimos minutos de la
recopilación de datos para poder presentar tasas positivas de centésimas.
España lleva un tiempo escapándose de esta tónica y presenta un crecimiento
económico mucho más intenso que el resto de sus vecinos, lo que es un alivio
para nuestro país. Ese crecimiento, con sus luces y sombras, supone cada
trimestre una recuperación de las heridas que dejó la durísima crisis de 2008 –
2013, de la que algunos parecen haberse olvidado ya. Sin embargo, en un
contexto internacional que, como ven, no es maravilloso, es imposible que una
pequeña nación como la nuestra, que nada puede hacer para contrarrestar o
impulsar los cambios globales, sea inmune a los mismos. Ayer
se conocieron los datos de crecimiento del segundo trimestre de 2019, y son
bastante claros. Seguimos creciendo (bueno), mucho más que nuestros vecinos
(bueno) pero el ritmo de subida frena claramente (malo). La tasa de crecimiento
interanual cae dos décimas y pasamos de un 2,7% a un 2,5%, poco bajón pensarán
algunos, pero se produce un freno en uno de los dos trimestres, el otro es el
actual, que más dinamismo económico muestran en todo el año, acentuado en
nuestro caso por el efecto del turismo. A otras naciones, acostumbradas a tasas
más bajas, un 2,5% les parecería maravilloso. A la nuestra, que arrastra graves
problemas de desempleo, deuda y estructura, una cifra por encima del 2% es la
base sobre la que poder implantar soluciones que arreglen nuestros problemas.
Sabido es, por ejemplo, como sobrerreacciona nuestro mercado de trabajo ante
las subidas y bajadas macro. En este contexto de datos y países, con una Europa
mixta y apática, el BCE, el hermano de la FED, se encuentra ante disyuntivas
complicadas, sin margen para bajar tipos y con el relevo de su presidente, Don
Mario Draghi, en ciernes. Powwel, gestor de la FED, lo tiene un poco menos difícil.
Mención
especial relacionada con el movimiento de la FED a la reacción de Trump, que
también en economía se muestra como un populista salvaje y desquiciado. Su única
obsesión es ser reelegido en noviembre del año que viene, y quiere estirar el
ciclo hasta entonces, a sabiendas de que malos datos económicos le echarían de
la Casa Blanca. Lleva tiempo cargando contra el pobre Powell, acusándole de cobarde
y de no hacer nada, y tras la bajada de ayer volvió a la carga. Reclamaba que
el descenso hubiera sido de medio punto, no de un cuarto, y de que así la FED
no ayuda a la economía, no como él, y bla bla bla. De la independencia de los
bancos centrales, la neutralidad de la presidencia sobre las decisiones de política
monetaria, nada de nada. Y de muestras de inteligencia en ese tuitero
compulsivo, menos.
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