miércoles, julio 31, 2019

La guerra del BBVA


La imputación del BBVA a cuenta del caso Villarejo es el último episodio judicial que afecta a un banco que empieza a tener demasiadas noticias a su alrededor que nada tienen que ver con lo financiero. Se podía hacer una teleserie de calidad con las intrigas que tuvieron lugar en la época del asalto de SACYR y de cómo actuaron los diferentes personajillos que tuvieron su papel en aquel enredo, en el que el gobierno de entonces trató de inmiscuirse en la dirección del banco y en el que el propio banco buscó como defensa a un personaje tan poco recomendable como Villarejo, que cierto que sabía de traiciones y bajos fondos, pero que sobre todo era un beneficiario de todo lo que pudiera pasar a su alrededor. Y parece que, literalmente, todos pasaban. Y él les cobraba.

Coincidiendo con todo este asunto ha fallecido, hace pocos días, Emilio Ybarra, el que fuera presidente de la entidad durante varios años, y que pilotó la por entonces reciente fusión de Banco de Bilbao y Banco de Vizcaya, el BBV y su unión con la banca pública de la época, denominada Argentaria, que es de donde viene la A con la que finaliza actualmente la sigla corporativa. Retirado de la vida pública desde hace tiempo, salió por la puerta de atrás de la entidad tras un escándalo en el que unas cuentas en el paraíso fiscal de Jersey provocase que muchos de los representantes de Neguri, la residencia clásica de la oligarquía financiera vizcaína, tuviesen que abandonar sus puestos en el que era su banco. Con motivo de su muerte, Pedro Luís Uriarte, que fue su consejero delegado durante años y llegó a vicepresidente del banco, hay escrito un artículo de homenaje a su figura, publicado por varios medios nacionales, que no tiene desperdicio alguno, no tanto por la figura que glosa y elogia, sino por lo que desvela de lo que sucedió durante el asalto de la “A” al “BBV” y los odios que se generaron en ese momento, y el disfrute que supone ver cómo, ahora mismo, la venganza puede llegar a cobrarse el precio esperado tras años de paciencia y silencio. Cuenta en su necrológica Uriarte como el escándalo de jersey fue aireado y magnificado por quienes tenían echado un ojo a la gestión del banco y querían hacerse con él, y usaron aquel suceso como la palanca necesaria. Los tribunales acabaron diluyendo el escándalo, pero para entonces casi todos los de la vieja guardia bilbaína habían sido diluidos o directamente defenestrados por las huestes de Francisco González, que presidió Argentaria, colocado ahí por Aznar en su momento, y que al ver la oportunidad de ascender a uno de los dos grandes bancos nacionales no dudo un momento en hacer todo lo que fuera necesario para lograrlo. Intrigas, rencores, traiciones y jugadas que dejarían a cualquiera de esas series que ahora tienen tanto éxito convertidas en tebeos de Disney culminaron con el gallego González en la presidencia de la entidad fusionada y los de Neguri en casa, viendo llover cuando las nubes cubren el abra exterior y la sensación de haber sido desahuciados de su casa. Los odios que González se granjeó con este episodio han ido creciendo día a día entre todos sus perjudicados, a la vez que el BBVA crecía en tamaño, sí, pero apenas podía hacer nada frente al disparo de su eterno rival, el Santander, que se ha convertido en una marca global que multiplica las dimensiones del otrora banco bilbaíno de una manera tan holgada como insultante para los oriundos del botxo. Centrado en la digitalización, González no ha logrado que el banco se convierta en un referente internacional, pese a que también se lanzó a la expansión exterior. Éxitos como Brasil o México se conjugan con fracasos como china o decepciones como EEUU, y la muy compleja gestión de Turqía, donde con la entidad Garanty el BBVA ha estado tratando de hacerse con el mercado financiero de aquel país, y las tensiones políticas de una región tan explosiva no han dejado de hacerle daño. La marcha de González, discreta, hace un año, fue vista por muchos como una retirada forzada por su edad, pero en ese silencio no se escuchaban las críticas y odios que, larvados, seguían bullendo.

Ha sido el caso Villarejo y la cada vez más certera probabilidad de que González esté directamente involucrado en su contratación y chanchullos lo que ha abierto la espita de los rencores acumulados. Botellas de champán frías, congeladas tras años de espera en las cámaras a buen seguro han sido descorchadas con motivo de esta imputación, y el artículo de Uriarte, cargado de bilis contra el personaje y un “Madrid” que desbancó a Bilbao como sede del poder financiero ha sido la válvula de escape. Ahora muchos esperan con ansia el desarrollo del caso y quieren vivir para ver cómo la justicia llama a declarar a González, rezan a la amatxu de Begoña para que sea enchironado, su imagen padezca oprobios, y los medios caigan con saña sobre él, ahora que ya nada le protege. Sí, sí, las series de televisión son Disney al lado de la realidad.

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