lunes, julio 01, 2019

Tregua en Osaka


Ha estado muy activo Donald Trump a lo largo del fin de semana. Tanto en la cumbre del G20 como en su visita a Corea del Norte, en medio de sus típicos gestos de desplante, ha ofrecido su lado amable y creado un par de treguas temporales, ventanas de oportunidad para la calma, que permiten ganar tiempo y al menos no ofrecen un deterioro de las crisis en las que estos días de asueto estaba fijada la atención internacional. En el caso de Corea del Norte el gesto es atrevido, tanto el cruzar la línea fronteriza como el encuentro en ese punto con el sátrapa Kim, y más si cabe su ofrecimiento de visita a un Washington que, de darse, no sabe muy bien cómo comportarse ante su posible llegada. Está por ver que algo así se de.

En el otro gran tema, la relación con China y la guerra comercial, Trump ha plegado velas y decidido dar tiempo y oportunidades, en un movimiento que algunos ven como un gesto conciliador y que me parece tiene más que ver con la política interna norteamericana que con el fondo del asunto. Las sanciones que EEUU le ha impuesto a Huawei empezaban a hacer daño a las propias empresas norteamericanas, y en varios estados del medio oeste, en los que el cultivo de soja es muy importante, los subsidios que paga Washingotn para compensar la pérdida de exportaciones a China palían, pero no arreglan, el problema de miles y miles de agricultores que ven como su futuro se ensombrece. A poco más de un año de las próximas elecciones presidenciales, noviembre de 2020, todos los movimientos de Trump van a estar condicionados por lo que le ofrezcan o resten de cara a su reelección, y es muy probable que en todo momento mantenga su retórica agresiva, tanto con los chinos como contra todo lo que se mueva, pero es evidente que no quiere tomar medidas reales que le puedan suponer costes de votos. ¿Significa eso que la guerra comercial ha terminado? Ni muchísimo menos, pero sí puede ser que durante lo que queda de este año y gran parte del siguiente veamos una situación estancada, de vuelta a las negociaciones, de tira y afloja, pero sin grandes exabruptos ni crisis. Necesita Trump como sea que el ciclo de la economía norteamericana se mantenga en pie un año más para garantizarse la reelección. Ahora está ya en una duración que es de récord, y un agravamiento de la guerra comercial supondría que el final de ese ciclo, que tiene que llegar, sería mucho antes de lo que a Trump le convendría. Así que puede que tengamos por delante unos meses menos tensos, lo que nos vendrá bien a casi todos, empezando por la empresa Huawei, hasta ahora en el ojo de la presión de Trump, y que este fin de semana ha visto como parte de sus problemas desaparecían. Coincidía esta mejora de su situación global con una campaña de publicidad en prensa que este fin de semana ha llenado portadas y encartes, en los que la compañía china trataba de hacer ver a sus clientes, presentes y futuros, que nada tenían que temer porque sus equipos no iban a dejar de funcionar nunca. ¿Sabía Huawei que se iba a llegar a una tregua en Osaka? Dado que decir Huawei es decir, en parte, gobierno chino, una cosa lleva a la otra y no es descartable que la información fluya en ese sentido. En todo caso, es probable que si se consolida el levantamiento de algunos de los vetos impuestos a la compañía su futuro comercial vuelva a la senda positiva tras el acusado desplome de ventas experimentado en España, y supongo que en el resto de países. Actúa así la tecnológica china como un termómetro del grado de intensidad del conflicto que viven estas dos naciones, que con sus picos y valles, se va a convertir en una constante en nuestro mundo, y frente al que, como espectadores, el resto del mundo poco podrá hacer más allá de asistir como espectadores y tratar de salir lo menos perjudicados posible.

Otra lectura posible de la oferta de tregua comercial de Trump, complementaria a lo anterior y muy interesante, es que EEUU se ha encontrado, por primera vez, con un rival de un tamaño y potencia tan enorme frente al que la política de sanciones no hace el daño deseado, y que en parte es capaz de devolver el golpe. ¿Ha visto Washington materializado el rival estratégico que es capaz de desbancarle si se lo propone? ¿Hay miedo entre las élites y gerifaltes norteamericanos sobre la presente capacidad de China y su aparente infinito futuro? Puede ser, y ante ello toca un “esperar y ver” para replantear la estrategia de enfrentamiento. Sospecho que el veleta de Trump no pensará mucho en todo esto, por lo que, hasta que le de por tuitear otra cosa, aprovechemos la tregua, que bien nos vendrá a todos.

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