Dice
la tradición que las cumbres europeas son eternas, se prolongan durante toda la
madrugada hasta el alba y culminan con acuerdo. De
momento en las reuniones de los jefes de estado y gobierno para determinar los
titulares de las instituciones europeas para la nueva legislatura están
cumpliendo el guion horario, pero no el de la fumata blanca final. La
situación no es inédita, pero sí posee rasgos especiales que muestran hasta qué
punto, también, la fragmentación política ha llegado al seno europeo y los
acuerdos se complican cada vez más. Si allí, que son expertos en acordar y
ceder no lo logran, casi parece comprensible que nosotros, incapaces para la
negociación, no logremos sacar ni investiduras ni presupuestos ni nada de nada.
Tres
son las restricciones que deben cumplir los nombres acordados por los líderes,
basadas en criterios geográficos, familias políticas y paridad de género, y
cuatro son los cargos (más uno indirecto) que están en discusión; presidente de
la comisión europea, que es el premio gordo, presidente del consejo europeo,
presidente del parlamento y alto comisionado para la acción exterior. El quinto
puesto, que no se escoge ahora pero está muy vinculado a los anteriores, es el
de presidente del BCE, que no podrá eludir el posible equilibrio que se alcance
respecto a los demás cargos. Recordemos que ahora mismo el presidente de la
comisión es el luxemburgués Juncker, de centro derecha, presidente del consejo
es el polaco Tusk, también de centro derecha, presidente del parlamento es
Antonio Tagiani, italiano de centro derecha (lo ha compartido con el socialista
alemán Martin Schulz), y alta comisionada para la acción exterior es Federica
Mogherini, socialista. La ideología de estos cargos muestra que en las
elecciones de hace cinco años el centro derecha obtuvo buenos resultados. En
aquel momento la suma de esa corriente más la de los socialistas tenía la
mayoría absoluta para acordar todo lo que fuera menester, y tras bastante
negociación se alcanzó ese listado de candidatos. Del resultado de las
elecciones del pasado mayo salió un parlamento más fragmentado, con victoria de
las fuerzas de centro derecha, pero por escaso margen, y con la imposibilidad
de reeditar una unión mayoritaria con los socialistas. Ahora se requiere que
los liberales, Macron, se sumen al acuerdo y hacer que tres familias pacten
algo siempre es más difícil que lo hagan dos. Los candidatos a las elecciones
por las principales familias, que son los aspirantes a ocupar el cargo de
presidente de la comisión, son una muestra del problema ante el que nos
enfrentamos. El ganador, alemán Weber, de centro derecha, es un personaje gris
y con poca ascendencia en el mundo comunitario, no suscita entusiasmos más allá
de los suyos. El representante socialista, holandés Timmermans, ha ocupado
cargos de relevancia en la comisión desde hace tiempo, llegando a ser la mano
derecha de Junckers, y tiene todos los contactos imaginables en el mundo comunitario.
No ganó, pero en el juego de alianzas políticas pudiera hacerlo. De hecho, era
el candidato acordado la noche del domingo entre Merkel y Macron, contando con
el apoyo de España, Portugal, países bajos y otras naciones, y se suponía que
su candidatura saldría en la mañana de ayer, pero la cosa se complicó, dado que
los países de Visegrado (Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia) e Italia se
opusieron de lleno a su nombramiento. Timmermans ha sido muy duro contra estos
gobiernos por su comportamiento iliberal y por el poco respeto que han mostrado
a la legalidad comunitaria, y más de uno del este se la tenía guardada hasta
que ha llegado el momento. En el fondo hay una división en el seno del partido
popular europeo entre los que darían por bueno a Timmermans al frente de la
comisión, con una pinza puesta en la nariz en el momento de votar, y los que lo
rechazan de plano. ¿Puede esto forzar a que sean otros nombres los que salgan
como candidatos para desbloquear la situación? Es una posibilidad, y Michel Barnier
el negociador del Brexit, coge fuerza en estas últimas horas como un tapado,
pero el que no fuese candidato en las elecciones le resta legitimidad de cara
al parlamento y la opinión pública.
Como
ven, un lío de los buenos, y hay una cierta urgencia para que se solucione en
breve, porque hoy se constituye el parlamento en Estrasburgo y mañana vota a su
presidente, sin que haya candidato a esta hora de la mañana. Este desacuerdo
muestra que, frente a lo que sucedía hace años, un acuerdo entre Francia y
Alemania ya no basta para condicionar a toda la UE. También muestra la sangría
constante de poder que sufre Merkel, en franco proceso de retirada (¿futura
presidenta de la comisión?) y de la emergencia de terceros poderes que
condicionan los acuerdos, para bien o para mal. La “nueva política” ha llegado
a Bruselas y, allí también, parece complicarlo todo más que arreglar lo que
funcionaba mal. En fin, es lo votado, estas son las cartas con las que toca
jugar.
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