jueves, agosto 08, 2019

Sánchez en precampaña

Pocos políticos son más rehenes de las palabras que han pronunciado en el pasado que Pedro Sánchez, o al menos las múltiples personalidades que se esconden tras ese nombre, porque uno nunca tiene claro qué Sánchez se sitúa en frente. En la primera investidura fallida de Rajoy, la que llevó a la repetición electoral, dijo eso de que “la Constitución indica que la responsabilidad de formar gobierno corresponde en exclusiva al candidato propuesto por el Rey, y es suya y sólo suya, señor Rajoy” y así argumentó, de la manera más solemne posible, el no que le seguiría hasta su renuncia a la secretaría general del PSOE. Transcurrido no mucho tiempo, idéntico argumento puede ser lanzado sobre la cabeza del candidato Sánchez.

¿Busca Sánchez a toda costa la repetición electoral? Eso parece, y elabora argumentarios para que puedan ser utilizados en una futura campaña. Las reuniones agosteñas que está realizando con distintos agentes sociales (ahora todo el mundo es agente social, qué cosas) buscan fotos, sonrisas, imágenes de acuerdo, sensación de que se está negociando y trabajando, cuando realmente todo es un conjunto de poses buscadas por el candidato para escenificar un trabajo que no existe. La estrategia, piénsenlo, no es mala. Durante agosto, cuando casi nadie hace nada, día tras días me reúno con colectivos de todo tipo, a los que prometo el oro y el moro, y me fraguo una imagen de candidato electo progresista y negociador, dejando supeditadas esas promesas a que otros grupos me respalden. En primer lugar, presiono a un Podemos que se dice progresista pero que no se reúne con nadie, que no se compromete con nadie, y que parece ser la herramienta perfecta para frustrar todo acuerdo con tintes socialistas. En segundo lugar, dejo en mal lugar a la derecha, que con su abstención podría permitir el arranque del gobierno, de tal manera que les puedo acusar de ser constitucionalistas de boquilla, pero no de corazón, de no sacrificarse por el bien común permitiendo que España tenga un gobierno. Este es el corazón de la actual precampaña y, probablemente, de la campaña electoral de septiembre octubre. Fíjense también qué fácil es darle la vuelta a esta estrategia. Sánchez, en efecto, se reúne con mucha gente y aparece todos los días en los medios, pero no negocia con nadie, porque con esos con los que se cita a desayunar y comer no poseen escaños en el Congreso, por lo que pueden decir misa, pero no aportan votos. Todos los días el PSOE y algunos medios lanzan propuestas de cara a esos colectivos, pero no hay ofrecimiento serio de negociación o pacto a ninguna de las fuerzas políticas que pueden votar la investidura. Ni con Podemos, cuyas relaciones aparecen casi rotas, o con la derecha. Sánchez se sitúa en una posición altiva desde la que pide, casi exige, que el resto le permitan gobernar sin ofrecerles nada a cambio. Si de verdad quisiera una abstención activa de PP o Ciudadanos, ¿por qué no les ofrece un acuerdo en el que, por ejemplo, renuncie a la presidencia de Navarra como muestra de buena voluntad? Días sí y día también Sanchez insulta a los que podrían ser aliados suyos, por acción o por omisión, pero a los tres minutos les acusa de ser los responsables de un posible adelanto electoral. Es una situación esquizofrénica en la que los partidos, todos ellos, muestran una cerrazón absoluta, pero dado que el PSOE ganó las elecciones y Sánchez es el candidato a presidente, le corresponde a él moverse para buscar esos apoyos. Suya y sólo suya es la responsabilidad de lograrlo, y si el resto de formaciones adopta el papel del Sánchez que vimos frente a Rajoy poco podrá quejarse si no logra sus objetivos. Será víctima de la estrategia del “no es no” quizás su más profunda elaboración política, que ya dice mucho sobre la profundidad del pensamiento político que nos rodea.

En este duelo de argumentos de cara a una posible repetición electoral, ¿quién saldrá favorecido? Casi todo el mundo cree que lo serán los partidos grandes, frente a unos pequeños que no colaboran en la gobernabilidad. Ese va a ser el discurso pivote al que se van a agarrar PP y PSOE si llega el caso de la repetición, y el enemigo a batir por parte de un Podemos y Ciudadanos que temen como un nublado que una combinación de desafecto y voto útil los castiguen hasta dejarlos reducidos a poco más que comparsas. De todas maneras, y eso lo sabemos todos, abrir las urnas es una lotería, y el resultado puede ser el más insospechado. Sánchez y sus asesores también lo saben, pero pese a ello parecen encaminados a que juguemos a esa ruleta.

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