Me
van a echar la bronca por abusar de las metáforas tormentosas, pero ahora
mismo, ocho en punto de la mañana, cae un chubasco de este tipo sobre un Madrid
que ve llover por segunda vez en lo que vamos de mes, y todo ello de manera
brusca, con chaparrones cargados de electricidad e ira celeste, no como debiera
ser, de manera fina y continuada. Mejor esa lluvia brusca que ninguna, es
verdad, pero este tipo de precipitación puede tener sus inconvenientes y arrasar
el suelo más que aliviarlo. En general no es un elogio cuando acusamos a
alguien de estar tronando, o estar tronado. Violencia y desvarío se suman a la
acepción meteorológica y señalan que poco hay de bueno en el comportamiento del
aludido. Más o menos como Trump el viernes por la tarde.
En
una serie de tuits lanzados por la tarde del pasado viernes, al inicio de la
mañana en el horario de Washington, Trump desarboló el mercado y creó el
precedente perfecto para que la cumbre del G7 que hoy termina en Biarritz fuese
poco más que una reunión de fotos vacías. Atacando a unos y otros, centró sus
iras sobre China. Poco antes las autoridades de Pekín habían decidido subir
aranceles como respuesta a un incremento efectuado por las autoridades
norteamericanas semanas antes, y la respuesta de Trump fue de ira desatada.
Acusó a China de ser enemiga de los EEUU, de robarle dinero desde hace décadas
y de encarnar el mal en todas sus formas. Lanzó crudas amenazas sobre nuevos
aranceles y, así, provocó una escalada en la guerra comercial que viven ambos
países que la convierte en un enfrentamiento sin cuartel. Pero estaba animado
el presidente y le sobraba tiempo para atacar a alguno más. El otro principal
objeto de sus iras fue Jerome Powell, el presidente de la Fed, el banco central
de EEUU, el Mario Draghi del otro lado del Atlántico, que sigue en el ojo de
mira presidencial porque no hace lo que Trump desea. La insistencia del
presidente en que desplome los tipos para estimular la economía norteamericana
empieza a ser enfermiza, y se debe sobre todo a que el año que viene hay
elecciones en aquel país, como siempre en noviembre, y sabe el líder del pelo
amarillo que si la economía flaquea su reelección será imposible. En
un ataque asombroso, y como continuación de los tuits lanzados contra China, se
preguntaba Trump cuál era el mayor enemigo de EEUU, si Xi Jinping (el
presidente chino) o Powell, en un texto que se puede leer una, cien, mil
veces, pero que no deja de resultar tan asombroso como aterrador. Podría haber
sido escrito por un crío de guardería y lo consideraríamos insultante, pero lo
lanzó a las redes el presidente de la primera potencia del mundo, con todo lo
que ello implica. ¿La respuesta del mercado ante semejantes disparates? La
obvia. Las bolsas europeas llevaban una mañana tranquila y un relajado inicio
de tarde, con subidas que rondaban el punto porcentual, y se dieron la vuelta
en minutos, para acabar cayendo en torno al medio punto. La bolsa
norteamericana, que había abierto hace no mucho, se giró bruscamente, y el índice
Dow Jones se acabó dejando un 2,3% en un derrumbe importante, fruto del delirio
de lo que leía en las pantallas emanado por los dedos de su presidente. Petróleo
y demás activos indicadores de actividad cayeron con ganas y los índices de
volatilidad subieron ante lo que parecía un ataque coordinado por parte de
potencias extranjeras, pero no era sino otra muestra de la irresponsabilidad de
quien se supone preside la mayor economía del mundo y el principal país del
planeta. Entre sus mensajes, Trump ordenaba, como si fuera un César, que las
empresas norteamericanas volvieran a EEUU y abandonasen China. Se nota que Donald
tiene envidia de los autócratas a los que admira y sueña con que sus deseos se
conviertan en órdenes ejecutivas indiscutibles. Las organizaciones
empresariales norteamericanas siguen, todo el fin de semana, en estado de shock
ante declaraciones propias de dictaduras bananeras.
¿Se
va a cargar Trump el ciclo económico? No, no es capaz de eso, pero sin duda
parece que va a contribuir con todas sus ganas a que el final llegue lo antes posible.
La economía de su país lleva creciendo el mayor tiempo conocido desde que hay
registros y es normal que flaquee, y lo mismo se puede decir de otras áreas
económicas. Las tensiones comerciales juegan en contra de todos y, en
definitiva, la economía global está en una situación de debilidad causada por múltiples
factores, pero lo cierto es que, en esa coyuntura en la que más se necesita el
acuerdo y cooperación entre naciones y líderes para minimizar la futura crisis,
que siempre vendrá, la actitud chulesca y destructiva de Trump sólo contribuye
a alimentar el pesimismo. Como diría José Carlos Díez, veremos a ver.
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